19 de marzo de 2024

Críticas: Sin tregua

Repasamos Sin tregua, la cámara subjetiva llega a las pelis de polis.

Nos encontramos en medio de una persecución dentro de un coche de policía. No la estamos viendo como simples espectadores, sino que nos encontramos literalmente dentro, parece que somos nosotros los que conducimos, como si de un simulador virtual se tratara. Así de directa, mostrándonos todas sus armas, empieza Sin tregua, la nueva película del director y guionista David Ayer, que toma todos sus conocimientos de cine policíaco y de acción (entre otras cosas, escribió A todo gas, Training Day o S.W.A.T.,  y dirigió Dueños de la calle), y les da la vuelta para realizar un trabajo que pretende ser más personal y diferente. Pero el resultado no acaba de resultar satisfactorio.

Sin tregua nos cuenta de manera supuestamente realista cómo es el día a día de dos policías en los barrios más bajos y peligrosos de Los Ángeles. Nada nuevo bajo el sol, más teniendo en cuenta de mano de quien viene, a parte de su propuesta formal, cuya originalidad, la utilización del “found footage” (recurso cada vez más manido y poco coherente con cada nueva incursión en un género en el que supuestamente “no pega”) en el fondo no es tal. Ni siquiera su uso tiene una razón de ser argumental lógica, la excusa que se utiliza para que el personaje de Jake Gyllenhaal grabe con una cámara es lo más cogido por los pelos que he visto nunca en este tipo de películas, y en algunos momentos resulta incluso ridículo. Lo peor es que parece que Ayer es igual de consciente que el espectador de que esta fórmula no se sostiene, y al final acaba desarrollando una mezcla de imágenes rodadas con cámaras caseras, otras con cámara en mano desde el punto de vista del director, e incluso algunos planos generales fijos, como si no pudiera decidirse por lo que quiere hacer.

La película sobre todo se luce en las crudas escenas de acción, con una violencia muy objetiva y realista. La dosificación de la tensión crea momentos realmente angustiosos en los que, como he dicho al principio, consigue que nos metamos del todo en las situaciones. Es en las situaciones más intimistas y personales donde la película hace aguas. Todo parece demasiado pensado para lograr una espontaneidad que debería nacer sola pero que se fuerza a base de diálogos que quieren sonar naturales, y consiguen precisamente el efecto contrario, con un tufillo de falsedad que impregna toda la película.

La descripción de los personajes está muy esbozada, y su desarrollo es mínimo. Aparte del estupendo retrato de la relación de amistad que mantienen los dos protagonistas, a lo que contribuye la gran química que tienen unos magníficos Jake Gyllenhaal y Michael Peña (ellos son lo mejor de la película), los personajes no evolucionan, siguen diciendo y haciendo las mismas tonterías y comportándose del mismo modo durante toda la película, al margen de las situaciones personales y profesionales por las que pasan. La división en los distintos bandos es tosca y maniquea: los policías (y quienes les rodean) son los buenos muy buenos, claro está, un poco simples pero de corazón noble, mientras que los malos son meros estereotipos que se pasean por la película hablando groseramente, gritando y poniendo caras perversas. Poco o nada más se puede exprimir de ninguno.

Sin tregua se trata por tanto de un experimento algo fallido, que acaba resultando un panfleto patriotero más sobre policías, entretenido y enérgico como película de acción, pero plano y artificioso en cuanto busca un poco más de profundidad. Como en un simulador virtual, o en un videojuego, que se disfruta más o menos en el momento, pero se acaba, te olvidas, y a otra cosa.

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