23 de abril de 2024

Festival de Cine Alemán: Día 2

CAH Hannah Arendt

Hannah Arendt y la banalidad del mal, nueva jornada del Festival de Cine Alemán.

La segunda jornada del Festival de Cine Alemán de Madrid estuvo dedicada, entre otras cosas, a la protagonista de la retrospectiva de este año, Margarethe von Trotta. Bueno, a ella y a Hannah Arendt, a la visión que Von Trotta nos da de Arendt en la película homónima que constituye su último trabajo, que se estrena en España el viernes 21, y que la directora ha venido para presentar en el Festival. Von Trotta, primero actriz y más tarde guionista y directora, formó parte junto con, entre otros, Volker Schlöndorff, que fue su marido, del Nuevo Cine Alemán, del que fue una de sus figura más representativas (en 1981 su película Las hermanas alemanas ganó el León de Oro en el Festival de Venecia). Pero además, ha sido uno de los miembros del movimiento (quizás la que más junto a Wim Wenders y Werner Herzog), que mejor ha sabido adaptarse a las necesidades del cine actual. Sus trabajos siempre se centran en historias de mujeres de fuerte personalidad que tienen que enfrentarse a las circunstancias de la época que les toca vivir.

La directora concedió una fugaz rueda de prensa tras el pase, pero en el poco tiempo que tuvo para atender a los medios que estuvimos allí, se mostró encantadora, disculpándose por no hablar español, y nos dio algunas de las claves para entender su película. La idea vino “sobre todo porque un amigo me recomendó que hiciese una película sobre ella, casi me lo encomendó, y decidí hacerla con la misma coautora con la que hice La calle de las rosas [que también se proyecta en el Festival con motivo de la Retrospectiva], Pamela Katz. Desde un principio me parecía algo casi inconcebible, hacer una película sobre una pensadora, algo muy difícil. En un principio pensamos en hacer una película sobre toda su vida, lo cual nos pareció después algo casi imposible de llevar a cabo”. Efectivamente, “la película hubiese durado unas dos horas, y habríamos tenido que correr de un evento a otro, sin entrar en profundidad en ninguna de sus ideas, en ninguno de los capítulos de su vida, y al fin y al cabo ella era una filósofa, alguien que pensaba en profundidad… Así es como nos decidimos a hablar de los años de Adolf Eichmann”. En este sentido, Von Trotta afirmó que “la película es un duelo entre la persona pensante, que es Hannah Arendt, y el que no piensa, que es Adolf Eichmann. Ella lo está observando en su jaula de cristal, el observador la ve pensando, y quizás el espectador piensa con ella, y confío en que llegue a la misma conclusión que ella”. En por ese motivo que la directora estaba tan interesada en “usar imágenes de archivo para ver al verdadero Eichmann. Creo que si hubiese elegido un actor, el espectador hubiese estado más concentrado en ver su interpretación, y no se hubiera fijado en la mediocridad de este hombre”.

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Con respecto a su intención en la película, Von Trotta afirmó que “no hay un pensamiento sin una persona que piense detrás, así que quería hacer la película sobre todo sobre la persona que piensa, y así el espectador puede acercarse a ese pensamiento e interesarse por el mismo”. La directora cree que las figuras de los intelectuales no están marginalizadas actualmente el cine. “Yo he tenido la suerte, o quizás lo llamaría un pequeño milagro, de que esta película haya tenido tantísimo éxito en Alemania o en Francia, y al fin y al cabo en una película sobre una mujer que piensa. Yo creo que de alguna manera refleja una necesidad de cierta parte de la sociedad que siente que de algún modo han secuestrado su pensamiento, gente que ha dejado de pensar y reclama su necesidad de volver a pensar por sí misma. Lo demuestra el hecho de que muchas personas han entrado incluso dos o tres veces a ver la película”. A este éxito se unen la críticas positivas que ha recibido la película incluso en Israel, “quizás en contra de lo que yo hubiese esperado”, declaró Von Trotta.

Hannah Arendt nos introduce por tanto en los años en los que la filósofa alemana residente en Estados Unidos cubrió el juicio que tuvo lugar en Jerusalén de Adolf Eichmann, que había sido miembro de las SS que había tenido un papel fundamental en el genocidio judío, para el The New Yorker, cobertura que daría lugar posteriormente a sus estudios sobre la teoría de “la banalidad del mal”, que provocó (y aún provoca) reacciones polémicas y controvertidas en la comunidad judía. Se trata de una película con una puesta en escena totalmente sobria y con aspecto muy teatral, fomentado por el uso de los travellings laterales, compuesta en su mayor parte de escenas dialogadas sin muchos personajes en estancias cerradas.

La película presenta a una Hannah Arendt cariñosa y preocupada por los suyos, y no la persona fría, arrogante y sin sentimientos que algunos vieron en ella, aunque sí firme en sus convicciones, a pesar de que se ponga a todo el mundo en contra. Fundamental para aportar esta humanidad que busca la directora es la monumental interpretación de Barbara Sukowa, actriz fetiche de Von Trotta, que se llevó el premio en los últimos Premios del Cine Alemán, que da vida, gestos y marcado acento a Arendt, y, sobre todo, absolutamente mimetizada en ella. El reparto en general es de lujo, y destacan la siempre estupenda Janeth McTeer, Axel Milberg, Julia Jentsch o Ulrich Noethen.

La película no hace otra cosa que reforzar la idea de que para hablar y escribir sobre cualquier tema hay que pensar y reflexionar sobre el mismo, e intentar entender las cosas desde la distancia, pero también desde su mismo origen. Al igual que Arendt, Von Trotta busca con su película reflexionar sobre el pasado de Alemania, comprenden (que nunca justificar), y así, quizás, evitar repetir los mismos errores. Es un lujo que podamos ver una película con un tema tan absolutamente necesario en nuestro país.

 CAH El fin de la veda

Pero ayer fue un día intenso en el Festival, y no sólo tuvimos Hannah Arendt y a Von Trotta, sino muchas películas más, entre las que se encontraba Fin de la veda. El debut en la ficción de la documentalista Franziska Schlotterer es una asimilación del género conocido como Heimatfilm, que se caracterizaba por su exaltación de la vida rural y la simpleza de sus estructuras narrativas y sus discursos morales, para darle la vuelta y convertirlo en un complejo estudio de los sentimientos humanos. En los años 70, un joven alemán viaja a Israel para conocer a un hombre que supuestamente en su padre. Éste le contará como, en 1942, un matrimonio de granjeros alemanes le acogió y escondió de las autoridades en su aislada casa, para acabar pidiéndole un favor de lo más inesperado.

Este opresivo triángulo de amor, celos y mentiras destaca por su cuidada ambientación, especialmente centrada en el vestuario y la recreación de interiores, ya que la película (o más bien el largo flashback) se desarrolla en dos o tres espacios cerrados, poco más, y se hace creíble gracias a las intensas interpretaciones de Christian Friedel (al que quizás algunos recordéis como el maestro de La cinta blanca de Haneke) como el joven judío, Hans-Jochen Wagner como el granjero simple pero de buen corazón, y Brigitte Hobmeier como la mujer que deberá debatirse entre sus deberes como esposa y sus sentimientos. Quizás algo alargada en su tramo final, Fin de la veda es una propuesta interesante que nos hace reflexionar sobre los límites de las relaciones en una sociedad tradicionalista, cerrada e intolerante.

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