23 de abril de 2024

Críticas: Kon-Tiki

Kon-Tiki

La gran aventura de Thor Heyerdahl llega a las pantallas nacionales.

Kon-Tiki es el nombre de la balsa que usó Thor Heyerdahl en 1947 para recorrer los casi 7.000 km. de océano Pacífico que separan Perú de Polinesia. Su objetivo era demostrar que la isla había sido poblada desde Sudamérica en tiempos precolombinos mediante pequeñas balsas impulsadas sólo por el viento y la corriente; su tripulación constaba de cinco hombres, de los cuales sólo uno había navegado anteriormente.

Respaldada por el hecho de ser una historia real, una increíble historia real, Kon-Tiki es una película de aventuras y aventureros en toda regla que, pese a carecer de profundidad, termina siendo un producto más que aceptable, con alto grado de entretenimiento.

El principal problema de esta película es lo plana que resulta. Nos hallamos ante una historia que cuenta la travesía de cinco personas en una balsa durante 101 días y, pese a todo el juego que puede dar un argumento así, el desarrollo de los personajes es completamente nulo: cumplen su función como navegantes, de la balsa y del argumento, haciendo de soporte para que nos quede bien claro como de egoísta y devoto de su causa fue Thor Heyerdahl. Y, a pesar de todo, el protagonista tampoco nos es presentado en detalle. Cuando la película termina, el espectador se ha hecho una idea muy escueta de cómo era Thor, retratado a grandes trazos y de forma general. De este modo, Kon-Tiki carece de la fuerza necesaria para que quede grabada en nuestra memoria: no vemos el compañerismo, el sufrimiento o el miedo que podríamos compartir con los personajes. En esta película no hay nada más allá de lo visual y lo exótico que impacte al espectador; el guión la convierte en una película de aventuras más.

Kon-Tiki 2

Otro punto negativo para Kon-Tiki es que peca de exagerada dramatización en más de una ocasión. Algunas escenas, que persiguen el objetivo de mostrar al espectador el verdadero ser humano sometido a condiciones extremas,  parecen más bien intentos de dar solemnidad a una cinta que no la necesita. La escena en la que Herman Watzinger, el ingeniero, suplica a Thor poder usar materiales modernos para reforzar la balsa, y este coge los rollos de aluminio y los lanza al mar, no termina de cuajar en la dinámica de la película, que se basa, como se ha dicho antes, en recrear la aventura, sin ir más allá de esta.

Al desarrollo de la historia también le falta fluidez (aunque a medida que el film avanza los cambios bruscos en el hilo argumental se van suavizando). De la introducción en la vida de Thor Heyerdahl como aventurero explorador en la Polinesia al reclutamiento de la tripulación para la Kon-Tiki se pasa tan rápidamente que falta tiempo para entender que motivos lo llevaron a abandonar a su familia y cometer aquel acto casi suicida, dejando al espectador, otra vez más, sin un pilar fundamental para poder profundizar en la historia: conocer a su protagonista.

Kon-Tiki 3

Por otro lado, y sobreponiéndose a un argumento ligeramente vacío, es innegable lo bien que está rodada esta película. En la cinta encontramos escenas muy diferentes filmadas en el mismo lugar, con la misma balsa como foco central de la acción: secuencias que muestran un mar tranquilo, y en calma, contrastan acertadamente con las escenas de tormenta o incluso las de suspense, que incluyen una fauna marina notablemente realizada. De entre todas, cabe destacar la larga escena del mayor temporal con el que se encontró la Kon-Tiki durante su travesía; la calidad de los efectos especiales, de las olas de hasta cinco metros y los vientos huracanados, obligan al espectador a contener la respiración mientras observa como la pequeña tripulación intenta mantener a su balsa y a ellos mismos a flote. La fotografía es también muy buena, de una belleza extraordinaria, aunque se podría acusar de abusivo el constante uso de las imágenes de “postal”.

De este modo, la historia de Kon-Tiki pasa ante nuestros ojos como un espectáculo para la vista que carece del impacto necesario para grabarse en nuestra memoria. Una pena, pues de esta increíble historia podría haberse sacado muchísimo más jugo.

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