20 de abril de 2024

Críticas: Diamantes negros

Diamantes negros - Cinema ad hoc

Miguel Alcantud explora el negocio del tráfico de futbolistas africanos.

El número 12 de la revista mensual Panenka, dedicado a la relación entre fútbol e inmigración, incluía un reportaje especialmente llamativo. Bajo el título de Barro en las botas, el texto se centraba en las redes de agentes dedicadas a examinar palmo a palmo el continente africano con el objetivo de encontrar jóvenes promesas para los clubes europeos. La globalización del fútbol ha propiciado una tremenda ola migratoria que se produce sin ningún control de federaciones o clubes. Se trata del tráfico de menores de edad, principalmente formados en academias ilegales en las que se da el primer paso para un posible viaje a Europa que, además de incierto, se presenta enormemente costoso para familias que se encuentran en la más absoluta miseria.

En África el fútbol es una vía de escape habitual para los jóvenes, pero no es tan frecuente que los que despuntan reúnan las condiciones para jugar a nivel profesional en ligas que requieren una disciplina táctica mucho mayor. Las esperanzas de muchas familias se depositan en sus improbables sueños. El Parlamento Europeo se posicionó en 2007 en contra de la trata de humanos en el fútbol, pero el camino de ida se sigue realizando cada día. Utilizando como fuente la revista son alrededor de 10.000 los jóvenes abandonados actualmente en las calles de Europa tras ver frustrado este sueño, mientras la película fija la cifra en el doble.

Diamantes negros (3) - Cinema ad hoc

Pocos meses después de la publicación del mencionado reportaje, el Festival de Málaga acogió con éxito el estreno del tercer largometraje de un Miguel Alcantud cuyo trabajo cinematográfico más reciente había sido la maldita Anastezsi, coproducción presentada en el marco del mismo certamen que no llegó a conocer estreno en ningún país. Diamantes negros cuenta la historia de Moussa y Amadou, dos adolescentes de Mali que se ven tentados por un agente español y le siguen hacia el viejo continente para cumplir el gran deseo de una comunidad marcada por el infortunio, cegados por la promesa de escapar de la pobreza. Alcantud parte del caso real de Alassane Diakité, actual capitán del CD Canillas de Preferente que llegó a las calles de Madrid tras ser engañado en París, para dar a conocer una historia tras la que se nota una plausible labor de documentación y contactos con los clubes y agentes. Su pretensión no es otra que la de exponer el calvario en toda su crudeza y denunciarlo ante un público que suele mirar hacia otro lado cuando se trata de indagar en el negro pozo que esconde todo negocio global.

Lo primero que se agradece es los protagonistas no estén retratados como idiotas. Sus motivaciones y ansias de alcanzar la gloria y un futuro mejor para su familia a través del fútbol, con modelos reconocibles en su propia tierra, son creíbles desde un arranque en tierras africanas que tampoco cae en la trampa emocional. La presentación del agente interpretado por Guillermo Toledo, personaje breve y de una sola pieza pero igualmente efectivo, lleva a los chavales a España, donde no reciben ayuda ni atención de ningún tipo mientras prueban sin éxito en equipos de Tercera alejados de su concepción del fútbol. Entonces queda claro, por si no lo estaba desde el principio, que lo único que tienen por delante es un tortuoso camino que les separará para siempre de la realidad que conocían en su país, pero no del modo que habían esperado.

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La aparición de otro agente, al que interpreta Carlos Bardem, bifurca las vidas de los dos personajes principales. Amadou es invitado a probar en la Primera División portuguesa, mientras Moussa se da de bruces con el racismo y la delincuencia en las calles de Madrid. La crudeza de dos caminos tan distintos está bien plasmada en secuencias de montaje y transiciones, por momentos, dignas de la tv-movie por la que perfectamente podría pasar. Todo se siente creíble a pesar de la abundancia de tópicos y la peligrosa acumulación de situaciones límite que, sobre el papel, pueden bordear el colapso –un compañero de equipo es racista, otro decide emplearse con dureza hasta provocar una lesión grave, ningún entrenador se interesa por ellos salvo para ayudar en la adaptación del que vale para cumplir el sueño…–. Con las historias de ambos definitivamente truncadas, se llega a un tramo final que incluye cameos de los protagonistas de la primera película del director, Ana Risueño y Daniel Freire; y que abunda en el mismo tono. La ausencia de luz no llega a confundirse con amarillismo, a pesar de esa tendencia a transitar por senderos excesivamente señalizados.

Cuando aparecen los créditos, tras los rótulos que indican las cifras de futbolistas africanos que ven cómo su sueño de dedicarse al fútbol profesional termina en las calles, comprobamos que su alcance como pieza documental no es mucho mayor que el del reportaje periodístico. Aunque Diamantes negros peca de ser demasiado esquemática, en general sabe esquivar la sensiblería a la hora de abordar una historia que corría el temible riesgo de caer en ella. Alcantud ha firmado una película muy correcta, sólida y bien narrada, que cumple de sobra con el propósito inicial de denunciar y difundir la ignorada situación que retrata.

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