25 de abril de 2024

Críticas: Una noche

Una noche

De Cuba a Florida en la ópera prima de Lucy Mulloy.

Sólo una noche de viaje en balsa separa las 90 millas de distancia que existen entre La Habana y Miami, entre la desidia que convive con la desesperación y las terribles ganas de vivir de los adolescentes cubanos que se congregan a lo largo del Malecón sin nada que hacer, y el sueño americano que anhelan conseguir y por el que se juegan la vida en el mar. Uno de esos hijos de la conformidad que la sociedad cubana ha adoptado tras una larguísima coexistencia con la miseria, las enfermedades y la degradación moral de quienes tratan de buscarse la vida, a veces de la peor manera posible, es Raúl, un chico que se debate entre su precario trabajo en las cocinas del hotel Nacional y el trapicheo al que se ve obligado a recurrir para conseguir medicinas para su madre enferma. Raúl ha decidido marcharse en busca de un padre ausente desde hace demasiado tiempo, y planea junto a su mejor amigo Elio su huida en una balsa construida por ellos mismos con materiales que consiguen robando o intercambiando por sus (escasos) bienes.

Una noche 2

Una noche transcurre durante todo el día en el que Raúl y Elio tratan de organizarse para buscar todo aquello que necesitan, y en el que la directora Lucy Mulloy retrata con crudeza las calles de La Habana y la vida en los más bajos fondos de la capital cubana. Salvo un par de planos de la fachada del hotel, Mulloy muestra la cara que pocas veces ven los turistas de la ciudad. Lo que no se ve en los catálogos de las agencias de viaje está muy presente durante toda la primera parte de la película, esa cocina inmunda en la que preparan la comida que van a servir a los huéspedes del hotel de lujo, las niñas que quieren ser mujeres antes de tiempo sabedoras de todo lo que sus cuerpos les pueden proporcionar, la economía sumergida en cada casa, en cada puesto de trabajo, en cada esquina de La Habana, y la represión militar y policial que se ejerce contra los cubanos que osen hablar con los turistas. Todo ello, unido al hecho de contar con actores no profesionales, le imprime a la película un tono casi documental que juega en su contra al pretender precisamente lo contrario, el contar una historia basada en hechos reales pero ficcionada, pues todos los personajes secundarios restan credibilidad a esa historia por su falta de naturalidad, que sin embargo es precisamente lo que le sobra a los tres protagonistas.

Es cuando la noche se cierne sobre la ciudad y los dos muchachos junto con la hermana gemela de Elio, Lila, se embarcan en la balsa que les llevará rumbo a Miami, cuando Una noche gana fuerza dramática y esa naturalidad de la que hablaba antes de los protagonistas, madura en unas interpretaciones mucho más auténticas que las que hasta entonces habían tenido ocasión de demostrar. Si durante el día todas las situaciones, las reacciones y hasta la imagen de la ciudad parecen forzadas, e incluso llega un momento en el que toda esa “realidad” apoyada en una sucesión interminable de canciones, llega a saturar, en esa pequeña balsa el mundo se detiene y deja paso a esas tres almas errantes que luchan física y emocionalmente por sus vidas y por sus sueños, sin ningún agente externo ni banda sonora que les acompañe machaconamente, captando el interés que se acaba perdiendo por las calles de La Habana sobre lo que les suceda a los personajes.

Una noche 3

A pesar de que es Lila quien narra la historia y que la misma viene dada por el protagonismo de Raúl, quien verdaderamente destaca en cuanto a su interpretación es Javier Núñez Florián en el papel de Elio, nexo de unión entre los tres, en una película que está lejos de ser perfecta pero que supone un debut arriesgado y prometedor para su directora, quien sin haberla vivido de primera mano, y a pesar de las imperfecciones, ha sabido captar la desesperanza instalada en demasiadas generaciones ya de la sociedad cubana.

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