20 de abril de 2024

Críticas: París-Manhattan

París-Manhattan - Cinema ad hoc

Sophie Lellouche rinde tributo a Woody Allen.

La herencia con la que el universo de Woody Allen ha regado especialmente las comedias urbanas contemporáneas resulta bastante evidente. Yendo varios pasos más allá del mero y habitual homenaje referencial, la francesa Sophie Lellouche ha construido en su primera película todo un armazón alrededor de la obsesión de su protagonista con el imaginario del cineasta de Brooklyn. No obstante, ella misma lo señala como uno de los directores que más han marcado su visión del cine, hecho muy palpable en el tratamiento casi reverencial que le otorga aquí.

Todo gira en torno a las cuitas de Alice, una atractiva farmacéutica parisina que vive enterrada entre discos de jazz y películas en un mundo de ensoñación cuyos principales y casi exclusivos protagonistas son Woody Allen y Cole Porter: percibimos extraño el hecho de que se sienta una extraterrestre por su atracción hacia ellos, pero en realidad su fanatismo es tal que no permite saber nada acerca de su posible inclinación a otro tipo de cine o música. Esta ceguera es similar a la que la incapacita para mantener una relación estable y duradera, hecho principal del que se ocupa el guión: por encima de todo, París-Manhattan es una comedia romántica trufada de situaciones y personajes mil veces vistos, aunque a la vez muy consciente de las limitaciones que impone un esquema al que sabe aferrarse.

París-Manhattan (2) - Cinema ad hoc

La creación del director de Hannah y sus hermanas se convierte así en la excusa para hilar un relato clásico que versa sobre la necesidad de separar las idolatrías de la vida real –o lo que sea que aparezca en esta clase de películas–. Lellouche acierta al controlar las referencias que incluye y demuestra manejar con concisión los tiempos de la comedia romántica, aunque ello no la exima de añadir situaciones del todo accesorias e infectadas de tópicos. La cerrada evolución de Alice, muy bien encarnada por Alice Taglioni, la hace crecer contando sus penas a la voz imaginaria del póster de su referente que gobierna su habitación –en un tramo inicial con doble salto temporal– para terminar descubriéndolo en persona en un momento de su vida del que, por primera vez, él no es protagonista. Sí, París-Manhattan cuenta con la presencia de Woody Allen, aunque la colaboración sagazmente anunciada en el material promocional apenas pase de breve intervención casi a modo de cameo, realizada aprovechando su presencia en la capital francesa por el rodaje de Midnight in Paris. Mientras el cineasta rendía tributo a la ciudad, alguien allí decidió hacer lo mismo con su figura.

París-Manhattan (3) - Cinema ad hoc

Lellouche parece querer convertir a su protagonista en un trasunto del neoyorquino, un personaje que por momentos goza de una superioridad moral invisible. Aunque es obvio que a la película no le interesa centrarse en eso, sino en las cuitas románticas, al final se agradece la existencia de un trasfondo en el que la guionista y directora parece encontrarse muy cómoda. No es muy necesario aclarar que carece de las cualidades que han convertido a Woody Allen en alguien digno de ser simultáneamente homenajeado, saqueado y utilizado como reclamo comercial para exportar una comedia rutinaria; pero sí sabe otorgar a lo previsible cierto encanto que se agradece. Es por ello que los escasos 77 minutos de París-Manhattan transcurren suavemente para ser olvidados con la misma facilidad. Muchos no podremos ignorar que entramos en ella encandilados por Woody, pero tampoco veremos nada que se salga de un patrón tan manido como elegante que no hay más remedio que comprar.

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