29 de marzo de 2024

Críticas: The Imitation Game (Descifrando Enigma)

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El Sherlock Holmes del siglo XXI es Alan Turing.

The Imitation Game (Descifrando Enigma) es el típico producto de prestigio fabricado para barrer en la temporada de premios y en las taquillas de medio mundo. Nos encontramos ante un biopic, uno de los subgéneros estrella en la ceremonia de los cotizados Óscar, que hace gala de una estupenda fotografía del español Óscar Faura, una preciosa banda sonora de Alexandre Desplat, un magnifico diseño de producción de Maria Djurkovic, que recrea varias épocas de la Gran Bretaña del siglo XX, y un reparto de campanillas donde destaca uno de los actores de moda: Benedict Cumberbatch, el protagonista de Sherlock, la serie de la BBC que ha actualizado la mítica creación de Arthur Conan Doyle. A todo ello hay que añadir un toque reivindicativo y social de un personaje maltratado por sus contemporáneos: Alan Turing, el matemático retratado en el largometraje, fue el máximo responsable del equipo que descifró el código Enigma, utilizado por el ejército nazi para comunicarse, y es considerado como uno de los padres de los modernos ordenadores. Pese a sus servicios prestados a Gran Bretaña, las autoridades del país no dudaron en castigarle con la castración química cuando se descubrió su homosexualidad.

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Todos estos ingredientes dejan al descubierto el cálculo con el que se ha ideado este largometraje, aunque este aspecto no invalide el filme como un más que interesante producto cinematográfico. El primer elemento a valorar es el trabajo de Cumberbatch, que perfila a un Alan Turing algo engreído y con escasas habilidades sociales que, gracias a su trabajo e inteligencia, logró desvelar el encriptado sistema de comunicación de las tropas alemanas en la II Guerra Mundial. A la vez, el actor muestra con una interpretación llena de matices a una persona sensible que se ocultaba bajo un temperamento un tanto soberbio. Hay algo en su encarnación de Turing que recuerda a su interpretación de Sherlock Holmes, aunque también a la del espía gay que diera vida en El topo.

No obstante, sería injusto considerar The Imitation Game (Descifrando Enigma) como un simple vehículo al servicio del intérprete inglés. El noruego Morten Tyldum, responsable de la divertida y tramposa Headhunters, imprime al conjunto un tono casi de intriga que aleja en cierta forma al largometraje de los típicos filmes de época británicos. Lo hace con la ayuda de un inteligente guion de Graham Moore, basado en el libro Alan Turing: The Enigma, escrito por Andrew Hodges. Curiosamente, el libreto parece combinar perfectamente los dos precedentes más evidentes de la película: el telefilme Breaking The Code, obra de Herbert Wise, y Enigma, el thriller de Michael Apted que abordaba los hechos que desembocaron en el desciframiento del código nazi.

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De la producción para la pequeña pantalla de la BBC basada en el libro de Hodges toma prestado la narración en tres tiempos: la pubertad del matemático y su particular amistad con otro adolescente, la época en los que se dedicó a desvelar el código nazi y mantuvo una estrecha relación con una de sus compañeras de trabajo, y su última etapa, cuando fue condenado por su conducta gay a raíz de un supuesto robo en su domicilio. No obstante, The Imitation Game (Descifrando Enigma) se diferencia del telefilme por un lenguaje visual más fluido y su apuesta por el thriller. Además, la encarnación de Alan Turing que realiza el grandísimo Derek Jacobi resulta mucho más amable que la de Cumberbatch.

Por otra parte, la cinta de Tyldum asume sin complejos  un cierto tono de película de suspense que la emparenta con Enigma, aunque recoja con mayor rigor los hechos históricos que la versión del best-seller de Robert Harris.

En resumen, The Imitation Game (Descifrando Enigma) cumple con todos los requisitos de un entretenido filme comercial y con cierta aura de prestigio. No obstante, cabe reprocharle ciertos aspectos, como cierta tendencia a la sensiblería, algunos flashbacks que parecen metidos con calzador y unos personajes secundarios algo desdibujados, como los compañeros de trabajo de Turing a los que dan vida Keira Knightley o Matthew Goode.

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