20 de abril de 2024

Críticas: Blind

Blind

Desmontando la sexualidad de Ingrid

Cuando la realidad es gris y aburrida, resulta casi irremediable alimentar el ingenio y dar rienda suelta a una imaginación que coloree y estimule un poco el paso anodino de una vida condenada al ostracismo, abandonándose al tedio existencial. Y esto es algo de lo que el joven debutante, Eskil Vogt, parece darse cuenta, al dotar a su dirección de un acercamiento realista de la vida urbanita nórdica, a la vez que se vale del montaje para iniciar un seguido de desbarajustes que evidencian la mutación constante y la manipulación continua que llega de la mano de una narradora no fiable. Porque justo en el momento que el espectador se acomoda y cree que va a observar un retrato coral de unos personajes solitarios, perdidos en la imposibilidad de reforzar sus habilidades sociales, acaba por encenderse una alarma interior que nos obliga a mantenernos atentos ante el devenir de un abanico de sucesos que no parecen guardar ningún tipo de lógica, siempre y cuando lo estudiemos desde un prisma narratológico estándar.

Blind, tras su paso por Berlín y Sundance (merecidísimo premio al mejor guión), llega por fin a nuestras salas para tratar, mediante un ingenioso juego visual y narrativo, una panoplia de preocupaciones sociales y personales, ligadas a la inhibición y al sexo en los tiempos modernos que corren.

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Ingrid es una mujer que, una vez se queda ciega, acaba por pasar días y noches junto a la ventana, sin atreverse a salir al exterior (maravillosa elipsis en la que se pasa del día a la noche y que logra que, en un segundo, comprendamos la rutinaria vida de nuestra protagonista), siendo una visión más fría y apegada a realidad que la de aquella carismática chica agorafóbica de la surcoreana Castaway on the moon (Hey-Jun Lee, 2009). A consecuencia de ello, incrementará su vida propia, erigiéndose como la narradora de una película que entremezcla la realidad con los deseos más ocultos de su propio ser. A su vez, radiografiará una lista de personajes cuya relación con el sexo irá desde la búsqueda más específica, ofrecida por las nuevas tecnologías y que condena al buscador a la inadaptación social total, o la necesidad de conocer nuevas experiencias más fuertes y explícitas de lo habitual, como el que quiere tapar unas carencias derrochando todo el potencial inhibido que guarda dentro. Y de esto es, precisamente, de lo que trata este filme noruego, sobre la sucesión literaria (que nos rememora a las letras latinoamericanas del siglo XX) de una combinación de deseos que se intercalan con el relato cierto, y que se apoderan del espacio ofrecido en pantalla por el portentoso deseo sexual de una mujer que no se ha rendido ante las inclemencias de una situación que no sabe como remediar.

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Tras más de dos horas de turbación e intriga en Eyes wide shut (1999) del maestro Stanley Kubrick, Nicole Kidman pone solución al bucle de problemas matrimoniales que vive diciendo algo tan simple como que lo que necesitan es follar. Lo mismo le ocurre a Ingrid, con quien, debido a su ceguera, su marido ha creado un distanciamiento sexual convirtiéndole en un hombre aburrido, incapaz de satisfacer las necesidades más íntimas de su mujer. Así, Ingrid se vuelca en el proceso de escritura para generar un mundo propio mucho más estimulante, fusionándose con su propia creación, algo así como Woody Allen en Desmontando a Harry (1997) o, siguiendo con los símiles surcoreanos, la reformulación de lo ocurrido en En otro país  (2012), único largometraje estrenado en salas españolas de Hong Sang-soo. La experimentación de la sexualidad y el surgimiento de acciones extremas supondrán la única vía de escape de una mujer que se niega a perderse en el aburrimiento, pero que no es del todo capaz de coronarse como dueña real de sus propios actos. A mitad del filme, cuando dos personajes masculinos se encuentran, uno lo proyecta desde una cafetería, el otro desde un autobús. Obviamente, quien quiere que sea en una cafetería desea un contacto mucho más cercano con la persona quien charla desde un autobús, ofreciéndole mucha menos confianza. De la misma manera parece moverse Ingrid, proyectando siempre unas realidades fruto de sus propios deseos que se escapan de todo atisbo de realidad y que, finalmente, la dejan perdida en su propia frustración. Aunque de momento no quiera rendirse.

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