19 de abril de 2024

Críticas: Black Mass

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¿Uno de los nuestros?

Scott Cooper dirige sin pudor su mirada hacia Martin Scorsese a la hora de enfrentarse a la historia de uno de los mayores gangsters que poblaron la ciudad de Boston en los años 70-80 del pasado siglo. No tanto a Infiltrados, con la que comparte el hecho de que el personaje que interpretara Jack Nicholson en aquella estuviera basado precisamente en James Bulger, sino que la dirige hacia el entorno familiar que recreaba en Uno de los nuestros, entendiendo por familia no solo la de sangre sino la que resulta de los vínculos que se crean al crecer en un mismo contexto socio-cultural. Es con ésta con la que Cooper intenta en Black Mass emparentarse desde el mismo momento en el que aparece Johnny Depp caracterizado como Bulger, en una escena en la que su repulsión por la manera de comer de uno de sus colegas va aumentando su ira como aumentaba la de Joe Pesci en algunas escenas de aquella.

Black Mass no se centra tanto en la figura de Bulger como en tratar la alianza que este aceptó en los años 70 con el FBI, en concreto con uno de sus agentes, amigo de la infancia del gangster. Cooper comienza desconcertando con lo que parece que va a ser la historia de Bulger contada desde el punto de vista de sus colaboradores que, uno a uno van pasando por un interrogatorio – inquietante ese primerísimo plano de Jesse Plemons dispuesto a contarlo todo sobre el gangster –. El director desvía la narración hacia un punto de vista objetivo, y utilizando dichos interrogatorios como simples introducciones para hacer avanzar la trama, en una decisión acertada técnicamente pero que a la larga acaba por hacer que la historia se resienta.

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Hay de hecho ciertos elementos que impiden que hablemos de Black Mass como una digna sucesora de las películas de Scorsese antes mencionadas, y es cierta falta de información y profundidad en el desarrollo de sus personajes. Mientras acompañábamos a Henry Hill (Ray Liotta) en su inmersión en el mundo de los gangsters del que desde niño había querido formar parte en Uno de los nuestros, y su personaje iba evolucionando ante nuestros ojos de una manera natural, Cooper olvida dotar a sus protagonistas de unas serias motivaciones para explicar el proceso que sufren. Ocurre con el personaje que interpreta Joel Edgerton, de hecho el verdadero protagonista de la película, un agente del FBI empeñado en tapar todos los crímenes que cometen Bulger y su banda amparándose en la necesidad de colaborar con éstos para poder atrapar a la mafia italiana. Vemos una evolución del personaje en su comportamiento a medida que esta colaboración le va abriendo las puertas a un ascenso, pero nunca quedan explicados de manera convincente los motivos que le llevan a defender de manera tan vehemente a Bulger. Tampoco con éste, y a pesar de la convincente – esta vez sí – actuación de Johnny Depp, tenemos la sensación de entender en cierta manera a un personaje que bascula entre su devoción por la familia y la más absoluta de las psicopatías. Únicamente demuestra Cooper una cierta evolución interna de sus personajes con el que interpreta Rory Cochrane, y lo hace a través de sus miradas y sus silencios elocuentes, sin necesidad de explicar con palabras la inquietud que poco a poco se va apoderando de él.

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Cooper se acerca, se acerca mucho, pero no consigue por todo lo expuesto dejar las mismas sensaciones que provoca Scorsese. Tiene la historia, la intención y la dirección artística necesarias para crear un clásico instantáneo del cine negro actual, pero se pierde en la  (no) profundidad de unos personajes y un desarrollo que la piden a gritos. Se disfruta su puesta en escena, sus interpretaciones, y un argumento que no por estar basado en hechos reales deja de ser tremendamente interesante. La pena es que, cada vez que la historia va transitando por caminos por los que podría construir una trama más potente, acaba dispersándose hasta dejar un regusto agridulce al salir de la sala. Un sí con muchos peros.

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