20 de abril de 2024

Críticas: Paulina

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La perspectiva en el crimen.

La noche del 13 de noviembre París volvió a temblar. La cuna constitucional de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad fue mancillada a golpe de fusil. El Estado Islámico golpea dos veces en un año. Europa, nuevamente de luto. La avalancha de lágrimas da pie a los gritos que claman por la justicia y exigen intervenciones militares para acabar con el terrorismo. Y el terror, en efecto, se extiende. Los noticiarios copan sus parrillas informativas con el asunto. Una campaña mediática que promociona estos salvajes actos e instala en la mente del europeo medio que la única manera de apagar la hoguera es achicharrarla con un lanzallamas. Entre actos solidarios y electoralismo en busca de la tan anhelada Libertad, se echa en falta mayor atención a los otros dos pilares, quizás nunca reales en el país galo: Igualdad y Fraternidad. La sangre llama a la sangre; el entendimiento, a la autocrítica.

Todavía con la resaca del terremoto criminal en la capital francesa, llega a las pantallas españolas Paulina (Santiago Mitre, 2015), tras triunfar en los festivales de Cannes –Gran Premio de La Semana de la Crítica– y San Sebastián –Premio Horizontes Latinos, Premio TVE “Otra mirada” y Premio de la Juventud–. La película construye su discurso en torno a otro acto delictivo: la violación, sus consecuencias y la manera en que cada personaje reacciona ante la misma. Dos sucesos terroríficos, injustificables, inhumanos, pero unidos por una necesidad de análisis de la sociedad en la que ambos tienen lugar. Dolores Fonzi interpreta a Paulina, una mujer de clase acomodada y prometedora carrera en la abogacía, que decide aportar su granito de arena en el cambio social, y para ello deja Buenos Aires y migra a la zona norteña de Posadas, en la frontera con Brasil y Paraguay. Lugar inhóspito, comandado por la precariedad, el analfabetismo y la delincuencia. Una burbuja de acuciante machismo, en la que la protagonista quiere jugar un rol determinante en la mejora de las condiciones de vida de su población.

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Y al final se convierte en mediática, pero por motivos inesperados e indeseados. Tras la citada violación, este remake de La patota (Ultraje) (Daniel Tinayre, 1961) se suspende en la incertidumbre por voluntad propia. En su tercer trabajo como director, segundo en solitario, el también guionista se aleja de las respuestas y sólo plantea preguntas incómodas. El dilema invade la narración y el compendio de matices logra que la audiencia establezca una relación de comprensión, o cuanto menos empatía, con cada uno de los personajes. La diversidad de reacciones frente a un acto criminal sirve de ejercicio de análisis introspectivo para quien se someta a este reto, y el mayor interés de la obra reside en los sugerentes conflictos entre Paulina y quienes la rodean. También aquí se clama por la justicia, y la localización y encarcelación de los culpables se antoja la vía más lógica a priori. Sin embargo, reducir el asunto a encarcelar a los culpables se acerca más al remedio a corto plazo que a la solución de una situación que trasciende al individuo.

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El contexto es determinante. Paulina quiere conocerlo, no con indulgencia, sino con entendimiento. Y Santiago Mitre también. El director argentino plasma la separación entre ambos mundos mediante un ejercicio de perspectiva. La narración recoge los dos sucesos violentos de la historia desde ambos puntos de vista, y para ello no se vale del montaje alternado, el recurso más habitual en estos casos. El realizador argentino filma dos veces las secuencias, cada una con la cámara siguiendo a un personaje diferente y siendo mostradas cada una por separado. Un recurso que repite la escena previamente mostrada, pero que, a la vez, no lo hace. Cambia el punto de vista, como lo hace el contexto, la situación de los personajes y sus motivaciones, todo ello siempre alejado de la justificación o la moralina. Y, a partir de aquí, la duda, el dilema. Paulina apuesta por la autocrítica social y la reivindicación de un cambio real, alejado de la penalización de la ley, mientras el presidente francés François Hollande planea recortar libertades con el beneplácito del electorado y ya bombardea Siria. Maneras opuestas de enfrentar un crimen.

 

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