25 de abril de 2024

Críticas: 45 años (II)

12346350_499012686943361_4537840898761355042_n

Nuestra canción.

Hace cuatro años, Andrew Haigh sorprendía con una historia de amor tan breve como intensa en Weekend. Dos personas – qué importa su género – pasan juntos un fin de semana inicialmente previsto como solo eso: una relación sexual esporádica, temporal y destinada al olvido, que poco a poco va desarrollando unos sentimientos con los que ninguno de los dos contaba. El sexo daba paso a la amistad y esta al amor, a la complicidad, a la necesidad mutua de no separarse nunca de esa persona a la que tanto cuesta encontrar. Haigh mostraba solo con las miradas y el lenguaje no verbal de sus actores, todo ese torrente de emociones que surgían de manera espontánea entre los dos, al igual que consigue revelar en 45 años el dolor a través de Charlotte Rampling y Tom Courtenay.

El director británico vuelve en este 2015 con otra historia emocional, con otras vidas que ya pasaron por la etapa de enamoramiento y, se presupone, por tantas otras etapas por las que pasa una pareja en casi medio siglo de relación. 45 años de matrimonio, 45 años de estabilidad que en tan solo cinco días (de nuevo se concentra la historia en un periodo de tiempo limitado) se tambalea debido a sentimientos que hasta ahora no habían sido revelados, o lo habían sido pero sin darles la importancia adecuada. Tres días intensos bastaban para que Russell y Glen se enamoraran. Cinco días no menos intensos bastan para que Geoff y Kate descubran heridas en su matrimonio imposibles de sanar. Heridas que desde fuera parecen simples rasguños sin importancia, que pueden resultar harto incomprensibles para quienes nunca se han sentido amenazados por un enorme vacío dentro de una relación fuertemente consolidada.

45_AÑOS_agatha_a._nitecka_DSF0823

En 45 años Haigh se vale de la misma simplicidad que utilizaba en Weekend para tratar, de una manera honesta y absolutamente natural, el crecimiento de unos sentimientos asociados a esa cosa llamada amor. Aquí, no solo el trabajo actoral y la delicadeza de un guion sin imposturas nos da cuenta de los conflictos internos por los que pasan los personajes. Se apoya en una banda sonora con canciones de amor con las que reflexiona sobre la percepción del mismo en las distintas etapas por las que pasa una pareja. Desde los primeros momentos en los que todo es felicidad, desde el I only wanna be with you de Dusty Springfield o el Happy together de The Turtles, hasta el último adiós, hasta el Go now de los Moody blues. Pero es el recuerdo de una canción, de aquella que en un momento determinado significaba la cima del amor; el recuerdo de una melodía que suena mientras el amor va creciendo, mientras los cuerpos se funden en un abrazo y se mueven a su son, lo que se desploma cuando por fin uno de los dos se detiene a escuchar la letra de dicha canción y la extrapola a nuevos sentimientos que aparecen justo cuando se cumple el cuadragésimo quinto aniversario en el que la bailaron juntos por primera vez.

12377676_499016140276349_7849766859029382030_o

Smoke gets in your eyes, Geoff.

when your heart’s on fire, you must realize smoke gets in your eyes

El humo de un amor que fue, que se perdió de repente para no volver jamás, ciega los ojos de Geoff. Un primer amor cuyo recuerdo siempre será feliz puesto que ese amor no tuvo tiempo de desvanecerse; un amor aun más intenso que el de Russell y Glen, con perspectivas de un futuro que no llegó a conocer y, por tanto, idealizado de por vida.

Smoke gets in your eyes, Kate.

when a lovely flame dies, smoke gets in your eyes

El humo de unos celos tan irracionales y a la vez tan comprensibles como los celos de la señora De Winter hacia Rebeca, ciega los ojos de Kate. En ella es en quien Haigh pone el principal foco para hacernos entender el progresivo dolor en el que se convierte su amor, su vida entera, por un hecho absolutamente trivial y que en definitiva no tendría por qué cambiar la rutina de una relación madurada durante más de cuatro décadas. Es la obsesión con aquello que no desconocía pero hasta este momento no estaba presente en sus vidas lo que quema a Kate por dentro. No le basta con saber que Geoff la ama profundamente, solo existe en su mente otro amor que no fue ella, con quien quiso y pudo tener una vida distinta. El dolor de no sentirse única como hasta ahora, el sufrimiento de saberse (o creerse) un simple reemplazo.

En Weekend la constatación del amor era un abrazo que no quería terminar nunca pero debía hacerlo. En 45 años el abrazo no tiene limitación temporal, mas sí necesidad de que acabe y constatar con ello la muerte del amor.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *