28 de marzo de 2024

Críticas: Ira de titanes

Jonathan Liebesman dirige la secuela de Furia de titanes que cuenta de nuevo con Sam Worthington, Liam Neeson y Ralph Fiennes.

Jonathan Liebesman repite fórmula después de Invasión a la Tierra, cambiando a marcianos tuneados por dioses, titanes y criaturas mitológicas. Ira de Titanes hace bueno el dicho de que segundas partes fueron mejores por su directa vocación de espectáculo de acción y entretenimiento. Inmediatamente al soltar la anterior frase tengo que incluir un inciso: el filme que dirigió Louis Leterrier me pareció una de las mejores spoof movies involuntarias del 2010. Teniendo en cuenta semejante premisa, me ha sorprendido gratamente que esta vez la vida de Perseo haya pasado de ser un culebrón venezolano con espadas a una mitológica versión de ¿Quién quiere casarse (o no) con mi hijo? Zeus se ha convertido en un pobre Dios, que no Dios pobre, aunque no vemos el Olimpo en esta entrega dándonos a entender que ha sido embargado o rescatado (mucho antes que Grecia). Zeus está muy preocupado por su hijo tróspido Perseo, que a su vez está preocupado, como padre soltero, por su hijo mini-tróspido (y pescador) Helio… Helio es todo un gas noble también aquí. Una ventosidad cuyo tatarabuelo Cronos quiere fumigar junto a toda la raza humana y sus dioses. En fin, una locura de argumento que esta vez se simplifica para ceder el terreno a los efectos visuales.

Perseo descubre un plan terrible de su hermanastro Ares y su antiguo archi-enemigo y asesino de toda su familia (hasta el noveno grado de consanguineidad) en la anterior parte, Hades. Poseidón también tiene un hijo, Agenor, que quiere presentarse al concurso de dobles de Melendi. No falta, tampoco, la cuota de tajada femenina con la Reina Andrómeda haciendo de Xena. El argumento aquí es más sencillo que el de un videojuego: el trío tiene que rescatar a Zeus mientras consigue la única arma para acabar con Cronos. El humor, en principio, lo tienen que aportar Toby Kebbell y Bill Nighy, pero si alguien se ríe en una sala con sus chistes será seguramente deportado durante una eternidad a los Tártaros.

El problema de Ira de Titanes es que sus partes épicas y de empacho digital tampoco emocionan. Es cierto que estamos ante todo un volcán de efectos especiales directos a las gafas de 3D, que quedarán prácticamente incineradas durante la proyección. En ese punto llegamos al eterno debate: ¿el cine con vocación de entretenimiento debe ser exonerado de cualquier crítica sobre las virulencias y nulidades de su argumento y narración? El filme de Jonathan Liebesman puede entretener a un target reducido de su público inicial. Ese que disfrutó realmente de su primera parte y que engrosó las listas de una de las cintas más taquilleras del 2010 y que incluso acudió por inercia a ‘gozar’ de Immortals de Tarsem Singh. Tal vez esa sea su mayor debilidad. Las comparaciones son odiosas y el peso divino del filme del director de The Fall: El sueño de Alexandria puede ser una pesada e incandescente losa. No por la divina fotografía, el empape multicolor de efectos ni el despliegue escénico. El empacho de abdominal y topless greco-post-espartano que cautivó al público femenino se echará en falta en la cinta de Liebesman. Sin contar con la justificación del culo de la doble de Freida Pinto. En Ira de Titanes tan solamente vemos el pecho-lobo de horrendos cíclopes y del Minotauro más feo visto en la gran pantalla. ¡Toda una aberración! Porque seamos sinceros: una película de mitología griega sin topless no es una película. Y en esta o son muy castos o los griegos no pasan del yogur.

La estética pretendida es contradictoramente épica y hecha de réplicas. Un carrusel de acción y homenajes: su pelea en Tatooine con una fogosa quimera, su homenaje a Piratas del Caribe sin sirenas, su momento Tetris con piedras para pasar al espectador por la piedra del 3D, su batalla Lord of the Rings de rigor y su beso sin lengua para cumplir con el guión. Realmente lo que no entiendo de Ira de Titanes es saber dónde están los ‘Titanes’. Bueno, Cronos está (y es) muy grandote pero es una unidad, ¿no? Debería titularse Ira de Titán… pero, claro, aquí lo mismo más de uno piensa que la película es de detergentes o un biopic del inventor del Titanlux. Lo de la ‘Ira’ sí que puede estar más justificado en el título, porque será lo que sientan la mayoría de los espectadores al empezar a desfilar los títulos de crédito.

3 comentario en “Críticas: Ira de titanes

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