28 de marzo de 2024

Críticas: Las nieves del Kilimanjaro

Drama social sencillo y sincero, con dosis de humor en su medida más justa, os presentamos el premio LUX 2011. Jodidos por vivir, siempre.

En 1966 Pascal Danel cantaba una pegadiza balada que decía así: «Elles te feront un blanc manteau où tu pourras dormir, elles te feront un blanc manteau où tu pourras dormir, dormir, dormir»1  y le dio un título a la película Les neiges du Kilimandjaro. Victor Hugo, el poeta francés, escribió Las Pauvres Gens (La gente pobre) e inspiró la historia. Robert Guédiguian le dio forma y Ariane Ascaride, su eterna musa junto a Jean-Pierre Darroussin, lo viven con total naturalidad para nosotros. Son las bases que crearon esta película, premio LUX 2011 y Espiga de Plata – Premio del Público en la Seminci de Valladolid.

Tras las bucólicas escenas familiares en las que todos se sientan a la mesa tras un día de playa se encuentra lo que se muestra, un poco de felicidad y armonía sin dobleces, al fin y al cabo, se sabe que no hay felicidad absoluta ni familia perfecta, sólo vidas bien llevadas tras la lucha constante del día a día que da pequeñas satisfacciones y el derecho a cometer algún que otro error.

Michel (Jean-Pierre Darroussin), sindicalista convencido de su actuación en los muchos años de lucha que lleva sobre sus espaldas, recibe su propio golpe al autodespedirse de su trabajo por cuestiones de azar, entre otros camaradas. Así comienza todo, deconstruyendo toda una vida del protagonista, que debe afrontar su madurez de otro modo, como abuelo, ayudando en casa, manejando su tiempo de ese modo en el que intentan recuperar la normalidad los parados por sorpresa, demasiado para una sola persona. Pero él lo hace con una sonrisa.

Junto a él se encuentra Marie-Claire (Ariane Ascaride), su compañera y amante, que tiene muy claro cómo hacer costado sin grandes dramas, dejando claro que la vida continúa como siempre.  Franca y fresca, también sabe hacerlo con una sonrisa.

Ellos son el eje del mundo, una suerte de familia perfecta con hijos, nietos, amigos y domingos, celebrando su amor y el que profesan por los demás, hasta que la realidad se presenta de golpe en su propio hogar y el drama se sucede. Es el cambio de ritmo perfecto para la calma anterior, la desestructuración de su paz y el momento en que toca echar la vista atrás y ver cómo ha cambiado el mundo y qué hicieron ellos para producir esos cambios. La reflexión aparece de un modo liviano para quien ve la película, una reflexión que se presenta desde distintos puntos de vista, varias generaciones con ideas completamente opuestas de lo que cuesta vivir y llegar a donde se está. Todo depende de la mirada que se eche al asunto, porque por una parte está la realidad de todo lo que se ha padecido para conseguir llegar a la estabilidad vital, puede que un poco conformista, y por otra la imagen que se da al final, cuando llega el merecido descanso que para muchos es un estado de aburguesamiento para un viejo sindicalista. Hay un lugar para todo el que quiera posicionarse, para el que diga que claro, los jóvenes de hoy en día no entienden nada, el que vea que viven en un mundo equivocado, que todo ha evolucionado y no se debe actuar como antes, y el que contempla como cada uno se mantiene en su puesto porque es lo que conoce.

Robert Guédiguian es tan fresco y franco como su Marie-Claire, y si algo respira la película es luz y color, no hay dobleces y las buenas o malas intenciones siempre se justifican. Guédiguian es también luchador y amigo del humor ligero, como su Michel, repartiendo en algunos instantes discretos guiños al pasado, a la juventud, al compañerismo y la confianza que da la posibilidad de enfadarse con el mundo y volver a reconciliarse con un abrazo.

Descubre la crisis que ahora todos vivimos, las dudas existenciales más nimias, las estructuras sociales, los suburbios y el mar, pero por encima de todo, las decisiones, erróneas o certeras que desvelan un limpio y valiente final, el que hace sentir un poco de orgullo, pues entre tanto metraje de incómoda verdad te das cuenta de que el respeto y la amabilidad se destilan en cada esquina de la película y el trago pasa por la garganta sin problemas.

Ahora que llueve estancamiento en todas partes, por esto de la crisis que todos tenemos en la boca a todas horas, esta visión seduce sin importunar a los visitantes. Disfrutadla.

1«Ellas te harán un blanco manto donde podrás dormir, ellas te harán un blanco manto donde podrás dormir, dormir, dormir»

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