18 de abril de 2024

Críticas: Misión Imposible. Protocolo fantasma

Pocas franquicias han podido contar con nombres en la dirección como Brian De Palma, John Woo, J.J. Abrams y ahora Brad Bird, que parece querer hacer un Los increíbles con actores reales bajo el ‘patrocinio’ que le propone Tom Cruise. Después de ver la saturación de acción continuada al límite, explosivo entretenimiento y sin aparentes fisuras me pregunto si no hubiera quedado mejor como una película animada centrándose en el beneplácito a lo ‘increíble e imposible’ que le proporcionaba dicho medio. Spielberg en Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio utilizó a actores reales pero los envolvió y amparó en la animación como guiño de la imposibilidad ‘real’ que planteaba en esa montaña rusa, sin apenas paradas, vibrante y emocionante. Bird nos propone prácticamente lo mismo pero su vocación de realismo tantea en todo momento con lo inverosímil y la imposibilidad haciéndolo por obviedad más palpable. ¿Todo un punto de partida fantasma y artificial para que sea misión imposible empezar a creer?


Misión imposible: Protocolo Fantasma (Misión imposible IV) me parece la mejor película que se ha realizado desde el clásico televisivo por su espectacularidad y clara vocación del espectáculo pero que acaba siendo tan complaciente como vacua en cuanto profundidad. Podría ser un emocionante arranque de la saga pero como cuarta parte y después de una sombra como la de Jason Bourne una parte de los espectadores pedimos más. Una parte, no obstante, que tal vez sea mínima o que ha encontrado en las aportaciones comerciales de Nolan y Greengrass suficiente inteligencia y originalidad en sus propuestas visuales y/o argumentales. Bird tiene ingredientes para compensar las limitaciones de Ethan Hunt: un bufón (Simon Pegg), un cuerpo (y percha) del deseo (Paula Patton), un cameo catódico popular (Josh Holloway) y un secundario y escudero con clase (Jeremy Renner). Con todo el equipo e ingredientes posibles la cuenta atrás comienza para que nadie abandone las salas durante sus más de dos horas de metraje… El coctel de entretenimiento es obvio y funcional pero la profundidad que se le intenta dar al Sr. Hunt, con un trauma pasado, queda hueco y a calzador. Un resorte dramático que realmente contradice a la propuesta. Si uno se fija en los filmes de acción de Nolan o Greengrass comprobará que el motor dramático que aceleraba e impulsaba a sus protagonistas era colocarlos a su frontera emocional para que ese desconcierto propulsara las secuencias de acción y nos colocase a nosotros también, como espectadores de sus aventuras, al límite. En Misión imposible: Protocolo Fantasma ese límite está impuesto por ubicarnos simplemente a la espalda de sus protagonistas (y en lugares muy altos aunque no tengamos vértigo desde nuestras butacas): somos simples observadores de persecuciones, inventos y acrobacias imposibles de un héroe, que esta vez es más imperfecto que de costumbre, aunque el resultado de la ecuación siga siendo el mismo. ¿¡Es que se imagina alguien otro!?

El filme de Brad Bird me parece únicamente creíble desde la distorsión informativa que plantea. Nosotros, los mortales…, somos simples víctimas inconscientes y lobotomizadas de un sistema mayor que dirige el mundo. Siempre se ha dicho que se vive mejor en la ignorancia y al revelarme Misión imposible: Protocolo Fantasma ‘aquello que me he perdido’ me siento todavía más estúpido: tendría que haberme comprado el videojuego para ser al menos ser yo quien dirija los pasos de ese indestructible héroe (o con vidas ilimitadas).


Si John McClane durante los 80 elevó la excelencia de la acción ser el tipo corriente en el lugar equivocado ahora los agentes secretos, con un entrenamiento que les convierte en seres cercanos al universo Matrix, han inundado las pantallas. Todo está tan coreografiado y el ambiente impuesto tan original como orquestal que parece un gran anuncio aunque realmente no se sepa qué es lo que anuncia realmente. Entre ‘La semana fantástica de El Corte Inglés’ y el hit de Mecano, ‘Hawaii-Bombay’ Bird despliega un excelente bufet de medios, explosiones, caídas, re-caídas y re-re-re-caídas. El término ‘fantasmada’ que inducido por la ‘ciencia ficción bonita-buena-y-nada-barata’. ¡Cuánta leche… y qué bonita! ¡Cuánta explosión… y qué preciosa! ¡Qué coche más maravilloso… a juego con el traje de Tom! Saquen sus dedos de entre las butacas para señalar que aquí nada es de mala educación porque yo iba a ver una película de agentes que hacen misión cuasi-imposibles y me encontré con una precuela de Matrix.

Tom, que en este entrega aparece en pantalla mucho más joven que en la anterior para remarcarnos que estamos ante un videojuego filmado, sale algo mal parado al rematar algunas de sus imposibles acciones. Tal vez para que veamos ya no es tan perfecto como en anteriores entregas o puede que sea el único recurso para indicarnos que se está haciendo mayor… O tal vez sugiera la inmortalidad del héroe o un guiño a uno de los mejores personajes que ha interpretado: Lestat de Lioncourt. Lo que está claro es que toca renovarse o morir. Su vestimenta quiere ser actual y se inspira (y roba) en lo que parece un cruce de Jin Kazama de “Tekken 4” y Justin Bieber para volver locas a todo tipo de masas. A mi masa, tanto cerebral como muscular del corazón, al parecer no.

Escrito por Maldito Bastardo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *