23 de abril de 2024

Críticas: Un lugar donde quedarse

Tras el gran éxito que supuso Il Divo, Sorrentino estrena este viernes su nuevo film, con cast más internacional que nunca.

El film está dividido en dos partes claramente diferenciadas donde primero se impone un humor muy particular que, a la par, define el personaje de Cheyenne y traza las subtramas que le irán dando forma y más tarde asistimos a una de esas «road trips» que esconden un viaje tan absurdo como personal y, mediante una galería de personajes de lo más pintorescos, terminan dando con la clave para que su protagonista termine enterrando viejos estigmas.

En sus primeros compases, destaca un montaje que confiere sentido a cada imagen y otorga un determinado ritmo, visualmente hablando, a un trabajo que se mueve a través de las relaciones entre personajes que rodean al protagonista y que, a la postre, son las que le confieren intencionalidad. El mayor problema aquí es que, aun teniendo Sorrentino la capacidad para engarzar y manejar la banda sonora a su antojo, se excede queriendo componer a partir de ese marco cada pieza que ocupe esos minutos de presentación y termina descompensando un resultado que sólo con sus interpretaciones, habilidad en otras facetas y tono cómico hubiese resultado más que bueno.

A partir de su segundo acto, sin embargo, Un lugar donde quedarse ya desbarra y vaga sin un rumbo fijo o determinado intentando encontrar más conflictos y personajes que definan esa suerte de viaje interior y que no hacen más que otorgar un camino errático a un relato que, hasta ese momento y pese a su carácter un tanto marciano (más por el personaje al que encarna Sean Penn que por otra cosa), había salido suficientemente airoso pese a unas pretensiones que se antojaban quizá demasiado grandes para un trabajo como el de Sorrentino.

En cuanto a la performance (más que una actuación, parece eso) de Sean Penn, es de esas que creará un cisma entre los que consideran que sigue creciendo como intérprete o que su presencia en filmes así vale su peso en oro, y aquellos que lo ven como una sombra de lo que fue, más empeñado en buscar premios y loas a mansalva que en seguir una senda más honesta, no haciendo acto presencial en cada uno de los hits de la temporada. Más allá de que guste o no (a servidor, con reservas) su caracterización, lo que sí hay que reconocer es que en esta propuesta cada aparición está medida al milímetro, y sólo es necesario observar papeles casi presenciales de gente como Harry Dean Stanton para darse cuenta de que así es, y trabajo no falta en esa faceta.

A resumidas cuentas, y sin conocer uno la obra de Sorrentino, se podría decir que es una de esas cintas donde el empeño por encontrar algo mayor de lo que podría haber dado (o tenía) Un lugar donde quedarse termina dilapidando la opción de que sea un trabajo que vaya a quedar en la retina del espectador. Obviamente, y como siempre sucede, tendrá sus acérrimos y sus detractores, en mi lugar creo que el italiano ha causado un efecto contrario a ambos y mucho peor: el de la indiferencia. Una pena desperdiciar tanto talento en algunos ámbitos para obtener un resultado tan baladí.

2 comentario en “Críticas: Un lugar donde quedarse

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