19 de abril de 2024

Críticas: Una boda de muerte


Tras la inane Un funeral de muerte, nos llega ahora desde Australia Una boda de muerte, cuyas diferencias empiezan, por suerte, en sus títulos originales. Y es que si alguien me dijese que el guionista de ese irritante pestiño llamado Un funeral de muerte es el mismo que el de Una boda de muerte, no me lo creería. Cierto es que también juega con algunos elementos que ya tenía su anterior guión, pero tanto como que en ésta no los sobreexplota hasta la extenuación, y hasta aquí llegan unas comparaciones que no mercen la pena ni mencionarse, puesto que la diferencia es tan grande que la peli de Frank Oz poco tiene que rascar ante una comedia tan bien urdida como la de Stephan Elliott. Un nombre que, para empezar, era lo único que no hacía desconfiar de una cinta cuyos precedentes ya eran malos, pero donde el australiano demuestra tener bastante maña en el terreno audiovisual, tanto en la confección de imágenes, como en el manejo de un tempo que domina a la perfección y en el que logra acoplar sin ningún problema todos los actos y conflictos de su película consiguiendo que no se resienta y saliendo, además, bastante airoso. El talento visual de un cineasta que contaba, por primera vez, con un guión que no era propio, sobresale en uno de esos trabajos donde siempre es un plus, básicamente porque para hilvanar un sentido del humor tan particular se necesitan, en ocasiones, más virtudes que la labor actoral, y es que en ocasiones las imágenes saben como agilizar a la perfección secuencias que en manos de otros (¿eh, Frank Oz?) se estirarían de forma inaguantable, pero que poseen en Una boda de muerte el timing adecuado para poder ir saltando de una en otra sin que el film se estanque para terminar derivando en la nadería más absoluta.

Me ha sorprendido leer por ahí, sin embargo, que Una boda de muerte no logra esa incorrección que si tenía su predecesora hablando sobre homosexualidad o incluyendo drogas en el pack (wow, qué incorrecto), cuando en más de una ocasión se despacha con secuencias que provocan la carcajada de pura mala leche, como el arranque con el personaje de Graham y los encontronazos que propician su bigotillo (monumental lo del avión) o el discurso que da este mismo personaje sobre el país australiano, que resulta tan demencial como divertido. Sí, que probablemente resulte previsible durante gran parte de metraje y sepas hacía donde derivarán las relaciones entre personajes sólo con una mirada, pero la cuestión aquí está en que Elliott maneja a las maravillas un reparto que, aunque en general no sobresale, sabe hacer de los gags una arma realmente potente a través de una comicidad bien desarrollada en sus roles, de entre los que habría que destacar a una fantástica Olivia Newton-John o al entrañable Kevin Bishop, que a ratos está inconmensurable. Vaya, que no por tirar de personajes tópicos y predecibles se arruina un trabajo que los intérpretes redondean bastante bien con sus caracterizaciones y variopintos achaques.

En definitiva, la que podría haber sido la enésima comedia sin gracia del año, se transforma en una grata sorpresa que combina la eficiencia de una dirección ciertamente inspirada, la escritura de unos gags que manejan tanto el humor escatológico, como el más negro y brillante y dan una uniformidad digna de reseñar al film, un reparto semi-desconocido del que sólo Kris Marshall y Kevin Bishop habían participado en comedias con cierto éxito (el primero en Un funeral de muerte y el segundo en un par de Klapisch, el director galo de Una casa de locos) que cumple con nota y resuelve eficazmente todos los escollos humorísticos sin, ni siquiera rozar el ridículo o la vergüenza ajena, logrando que aunque Una boda de muerte no vaya a ser un soplo de aire fresco para el género (porque ni aporta, y por lo general se le ven las costuras), sí sea por lo menos uno de esos divertimientos con los que a uno le gusta disfrutar de tanto en tanto, y que hace de la agilidad una de sus mejores armas para que el trayecto tenga tanto de conciso, como lo tiene de cachondo. Si son de los que les gustan las comedias, no se la pierdan.

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