Críticas: Pina

El profundo homenaje de Wim Wenders a la coreógrafa y bailarina Pina Bausch es, además, un fantástico espectáculo visual.

Los no conocedores de la obra de Pina Bausch (Solingen, 27 de julio de 1940 – Wuppertal, 30 de junio de 2009) en particular o del mundo del ballet moderno en general pueden y no deberían sentirse intimidados ante la propuesta, documental u homenaje de Wenders, el arte, en cualquiera de sus formas y cuando es real, supera las estrechas fronteras que lo limitan y se convierte en pura transmisión de sentimientos, en una íntima conexión entre creador y observador, entre artista y espectador que hace llegar a éste los secretos más recónditos de aquél. ¿Acaso hace falta entender de pintura para sentir la desesperación que emana de El grito o del duelo a garrotazos de Goya?¿hace falta entender de música para quedar sobrecogido con la lacrimosa del Requiem de Mozart?. En todo eso hay arte y créanme, en las coreografías de la Bausch y en la película de Wenders también.

¿Cabe lugar pues primar los, en ocasiones, aburridos datos biográficos cuando se puede alcanzar un conocimiento mucho más profundo del artista a través de su legado?¿nunca han sentido que en los documentales/biografías más tradicionales y a pesar de la, a veces muy rica y extensa, información sobre el homenajeado, se nos escapa conectar con el yo más íntimo del personaje, aquél que le define como creador?. Ver imágenes de la casa natal puede ser importante pero dudo que en un caso como el de la Bausch, una trabajadora incansable que podía pasar 16 horas al día perfeccionando sus coreografías, nada sea más importante que el fruto de esa labor y más siendo una labor artística en la que, indefectiblemente, acabamos volcando nuestras propias circunstancias vitales, nuestros miedos y anhelos, nuestros amores y odios.

No esperen encontrar lagos encantados, parajes bucólicos a la luz de la luna o princesas saltarinas inspiradas por el amor del príncipe Vassily en los bailes de Pina, su obra tiene la rabia y el desencanto de una taberna de barrio a las dos de la mañana, sus amores no son de una afable cortesanía sino breves chispazos de pasión o torpes tablas de salvación ante el vértigo de la vida, sus héroes no realizan proezas aparte de (y no siempre) mantenerse en pie. En cualquier caso los que ansían libertad se ven atados, los que ansían amor es soledad lo que obtienen, lo que viene siendo la vida, seguro que les suena el estribillo. Para hacerlo aún más cercano Wenders nos lo muestra en 3d, no, no se me pongan a chillar que les veo, sí, se puede hacer cine en 3d y que tenga una justificación estética, se lo juro por James Cameron, bueno por Cameron no, se lo juro por quien quieran, por Steve Jobs que está en los cielos.

Tampoco tiene sentido establecer barreras geográficas o de edad en sus personajes, al fin y al cabo, como les he dicho, no se trata de representar la belleza de un pax a deus entre los juncos sino de radiografiar el alma humana. El amor, la soledad y el dolor, la vida no saben de este tipo de limitaciones. el baile abandona el proscenio y se lanza a las calles de Wuppertal, su tráfico, su tren colgante (¿se acuerdan de Alicia en las ciudades?) se convierten en el auténtico escenario, acercar el arte a la vida, mostrar de forma artística lo que subyace en nuestras rutinas es el objetivo de Wenders y por extensión de Pina Bausch, objetivo conseguido, vayan al cine y compruébenlo.