29 de marzo de 2024

Críticas: La mala semilla

Con el estreno de Tenemos que hablar de Kevin, película sobre niño-jo-puta, es momento de hacer historia y repaso a La mala semilla de Mervyn LeRoy (1956).

Aunque el arranque es interesante y tétrico, avecinando tanto el tono como el desenlace, La mala semilla siempre me ha parecido más una cinta ‘camp’, capaz de generar numerosas risas en vez de terror.  Es cierto que el filme de Mervyn LeRoy tuvo (y sigue teniendo) una buena reputación, sin contar esas 4 nominaciones a los Oscar y un Globo de Oro para Eileen Heckart. Lo atrayente del argumento es que el ‘evil-baby’, en esta ocasión, es una niña de apenas ocho años que demuestra una inteligencia superior y una maldad manifiesta. Y tampoco existenten referentes previos. Posiblemente sea la primera película que profundiza en una serial killer a la que todavía no le ha venido el periodo. Inaudito y, por lo tanto, meritorio. Pero lamentablemente esa perversidad es enfocada al punto de vista de la madre para establecer un drama de terribles descubrimientos y dudas morales. No estamos hablando tampoco de una cinta interesante actual como Tenemos que hablar de Kevin sino de mecanismos erróneos y caducos.

Rhoda ha ‘nasio pa matar’ y ese melodrama al uso parte de la buena idea de partida pero desenrollada en una alfombra cómica, en mi opinión, generando efectos lamentables y contrarios. La mala semilla no me convence precisamente por no crear suspense y no por incapacidad sino por ser completamente con alevosía. Su vocación es emocional respecto a esa madre que descubre que ese repelente y supuestamente angelical retoño nacido de sus entrañas es un ser maligno que va dejando cadáveres a su paso, aunque sean vistos como accidentes. Podría tener un futuro criminal prometedor, una vez fulminado del cine clásico los gánsteres, pero comienzan errores de peso en su envoltorio. ¿Era necesario un melodrama que se extiende a más de dos horas, que se hacen larguísimas, sin dobleces sobre su premisa? Esa vocación de narrar todo con pelos y señales elimina dudas tanto en la madre sufridora como en los espectadores condenados al sufrimiento. ¿Por qué contar todo? Nancy Kelly, desde luego, tiene esa vocación de tormento es su rosto y deambular…¿pero la tenemos acaso nosotros?

La utilización del fuera de campo es acertada pero no interesante ya que realmente no se plantea con un efecto psicológico sino aparentemente censor. El conjunto, aparte de estar condenado al aburrimiento y tedio absoluto, es sumamente previsible. Puede que en su momento el sobre exceso explicativo fuera consecuente con un caso tal vez inusual para la cinematografía de la época. Ahora mismo Rhoda, aparte de no comerse un colín por mucho cerebro criminal en ese terrible competencia de niños psicópatas y diabólicos, no tendría cabida ni el género infantil. Entre las interpretaciones extenuantes, exageradas y teatrales (el origen del guión es una adaptación teatral), entre sus acercamientos a la comedia negra involuntaria, entre la mediocridad de los sucesos que narra y la mala dirección que no sabe rodar correctamente y prácticamente nada, el conjunto es desquiciantemente cómico. ¡Hasta John Waters se rió de ella en Cosa de hembras!

Después llega el lado moral y su decoro absurdo, como toda la película. Tanto El Otro como El buen hijo cumplen mejor sus funciones de suspense y psicología. Sobre todo el filme de Robert Mulligan, pero Mervyn LeRoy simplemente escarba en las resoluciones dramáticas y morales de una madre. Hay sentimiento de culpa y herencia de la maldad pero su utilización es torpe y banal. Podría explicar los rasgos arios de esa niña, cercana a ser albina, que podría conjuntar perfectamente en El pueblo de los malditos. Incluso podría permitirse socarronería indicando que es la hija secreta de Hitler… Si nos adentramos en el final es imposible no llevarse las manos a la cabeza. Tal vez para tirarse de los pelos por su patetismo o para taparse la boca de la risa. Puede enlazar con la solución narrativa de The Lovely Bones de Peter Jackson pero no es entendible que una propuesta de dos horas decida finalizar y cerrar de ese modo eliminando tanto la tensión como a los inteligentes espectadores. Parece un castigo divino en forma de rayo caído del cielo para remarcar el lado moral más mediocre tal vez visto en un filme de los años cincuenta. Se podría resumir en un «Dios no pueden permitir que niñas así tengan un hueco en nuestra sociedad». Además, que para ser una niña tan apañada para cometer crímenes perfectos, finalmente es reprochablemente idiota.

La mala semilla desembocó a un telefilme en los ochenta y se tuvo intención de realizar un remake que tal vez nunca se estrenó. ¿Es que le importa a alguien?


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