23 de abril de 2024

Críticas: Canciones para después de una guerra

Las imágenes no cambian. La mirada de quien mira y su significado, sí.

El documental comienza con las imágenes de las tropas rebeldes entrando en el Madrid del final de la Guerra Civil Española (o al menos la oficial, porque nos llevamos todo el siglo XIX matándonos entre nosotros con un anhelo y un ahínco dignos de admirar por parte de cualquier carnicero) acompañadas de la popular canción «ya hemos pasado», en alusión al tan conocido eslogan que recorrió buena parte de los rincones de la capital española durante la terrible contienda fratricida. Y sin embargo, lo primero que llama poderosamente la atención es que no se trata de una exaltación patriótica o franquista, sino que con imágenes de archivo legales y pertenecientes a los «ganadores» el efecto que se produce es el contrario: no sentimos especial simpatía por todos esos soldados o brazos en alto que saludan alegres a cámara. La sensación es de rechazo. Dan más ganas de llorar que de otra cosa.

He  aquí donde reside la magia del documental; durante su visionado vamos a ver imágenes que gracias al montaje, y sobre todo a las canciones que las acompañarán, cambiarán de significado para transformarse en crítica irónica sobre la dictadura y la autarquía que sobrevino a la guerra. Imágenes que, ojo al dato, por sí solas pasaban la censura sin ningún problema. Pero que juntas, con un tempo adecuado y acompañadas de canciones populares, terminaban por mutar hasta convertirse en un auténtico corte de manga a «esa época de paz» que tanto quiso vender el régimen.

Tras tan titánico proyecto, por la búsqueda y selección del material de archivo, se encuentra Basilio Martín Patino, uno de los cineastas y documentalistas más importantes de la transición española, con títulos tan trascendentales como Queridísimos verdugos o Caudillo. Aunque su faceta como animador fílmico siempre fue más amplia, incluyendo la fundación del cineclub de la Universidad de Salamanca, uno de los gérmenes que daría cobijo a muchos directores de la época. Pero para hablar de Basilio necesitaríamos una entrada propia y no es cosa de desviarnos ahora del documental. Así que volvamos al asunto.

En el filme se hace un recorrido de los años 40, 50 y parte de los 60. De las caras alegres por la entrada en Madrid pasamos a las imágenes del generalísimo con Hitler y el calvo italiano sonriendo, tropas españolas que marchan a Rusia, colas de hambre con canciones de anuncios de comida («yo soy aquel negrito, del África tropical…»), entonces desaparecen imágenes de los dos colegas de tito Franco (que ya no son colegas), ahora es Papi Eisenhower el nuevo amigo. Y así, las imágenes y la música se suceden. A veces se complementan, otras veces son una cruel ironía al mostrar una cosa y entender otra muy distinta. En definitiva, la historia extraoficial a través de material oficial del No-Do (no confundir con el No&Do, símbolo de Sevilla, que ya he tenido algún problema alguna vez por una camiseta…).

Basilio rodó su película de manera clandestina en el año 71. La censura se cebó con especial cariño con este documental. Si bien en un primer momento no vieron maldad contra el régimen, el resultado final fue una patada en los huevos para muchos amantes del sagrado movimiento nacional. Por eso hasta 27 cortes le impuso la censura al documental, quedándose en un medio-metraje. Pero dio igual, porque tito Carrero Blanco (entonces presidente del gobierno) prohibió el filme. De hecho se trató de secuestrar el negativo, pero fue milagrosamente salvado y escondido en el último momento. No fue hasta 1976 cuando se estrenó. Al respecto Basilio comentó hace tiempo: «Creo que todo el gobierno la vio. Iban los fines de semana con sus esposas al Ministerio de Cultura y se hacían sus pases particulares. Yo me enteraba de todo porque la persona que la proyectaba era conocida y me lo contaba luego (….) La señora Carrero, que tampoco se la quería perder, se levantó al final y gritó: «El hijo de puta que hizo esto debería estar en Carabanchel». A partir de entonces, la prohibición de la película fue total. No sólo eso, sino que la policía intentó secuestrar el negativo, cosa que no consiguió» 1.

1. De Basilio Martín Patino, en una entrevista en 1989 en el Festival Internacional de Cinema de Barcelona, recogida en el Libro de historia del cine español editado por Cátedra.

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