20 de abril de 2024

Críticas: Yo, Tonya

Descubriendo (y aceptando) a Tonya Harding.

Lo mejor ante una película basada en hechos reales es alejarse como espectador lo más posible de esos hechos históricos, probados, grabados, vividos o adaptados para contemplar con unos ojos inocentes, menos pervertidos, el resultado final como si se tratara de una simple obra de ficción.

Ante Yo, Tonya sólo me cabía esa posibilidad, pues aunque una Margot Robbie mayúscula comenta en el propio metraje que en su momento fue la segunda persona más conocida del universo, después de Bill Clinton, yo era un niño todavía y no recuerdo ni que me motivara lo suficiente el patinaje artístico ni que sus historias salieran en los telediarios. No la investigué con el paso del tiempo, porque para mí no existía y así es como hace un año aproximadamente me llegó la noticia de que se preparaba un biopic sobre su figura con Margot Robbie (Escuadrón suicida) como protagonista.

Seguí sin hacerlo, por esa posibilidad inicial, deliciosa e increible que comentaba al inicio de este texto, quería ir virgen al visionado, quería descubrir por mi mismo si su interpretación, la película, el todo, me hacía querer investigarla y conocer mucho más en profundidad a la excéntrica patinadora Tonya Harding. Luego vinieron los reconocimientos, las críticas, las veneraciones, los alabos y comenzó el hype. La película fue la primera finalista en un certamen tan importante y reconocido como el de Toronto y Alisson Janney, la madre de Tonya Harding en la ficción alcanzó todos los premios de la temporada en Estados Unidos, incluido el Globo de oro a la mejor actriz de reparto, a sólo un paso del Oscar que si no hay sorpresa alzará merecidamente el próximo 4 de marzo.

Olvídense de biopics al uso; olvídense de los triunfalismos y de los héroes americanos, al menos como nos los presenta Clint Eastwood últimamente, y accedan a la vida de una mujer cuya única obsesión diaria fue convertirse en la mejor patinadora de la historia; con una ausencia total de empatía hacia los demás e imposibilidad de relacionarse con nadie de una forma lógica, sensible y llana, por una madre inquisidora, anuladora y repulsiva, que llega a ser graciosa por su estupidez y su inhumanidad.

Esto no es Soñando soñando, triunfé patinando. Por cierto vaya título para la traducción en nuestro país de Ice Princess (Princesa de hielo, traducción literal), ni tampoco es un culebrón de Antena 3 los domingos por la tarde. Pero ese era el riesgo: convertir la historia de Tonya en otro cuento sobre la superación, el éxito y el heroicismo americano, con el deporte como punta de lanza. PeroTonya era excéntrica, impulsiva, imprevisible, manipuladora, mezquina, cabezona y quisquillosa. Así al menos es como la presenta Craig Gillespie, el director de la película. Y si Margot Robbie se adapta a todas estas características a la perfección, lo de Alisson Janney en el papel de su madre es para enmarcarlo, un papel complicado porque tiene todos los defectos de Tonya pero elevados al cubo, y lo más probable era que se sobreactuara pero no sólo no rebasa ese límite sino que está sutil y tranquila a pesar de tener un personaje que es puro nervio. Así es que por supuesto que Alisson Janney merece ese oscar, sin entrar a analizar al resto de contrincantes. Ella, en su papel, merece nominación y premio.

Volvamos a su director Craig Gillespie porque junto con las actuaciones de estas dos monstruas me ha generado unas ganas locas de conocer más sobre Tonya Harding. He leído entrevistas, visto vídeos y la mímesis es real y fascinante. Ese es el poder evocador del cine. La nostalgia perpetua a los recuerdos existentes o creados. Gillespie se dio a conocer hace años con su segunda película, que fue un pequeño gran éxito del cine independiente en Estados Unidos: Lars y una chica de verdad, una tierna película protagonizada por Ryan Gosling y una muñeca que data de 2008.

Volviendo a Yo, Tonya, además de descubrir personajes interesantes con afán de superación, de poder investigar en la vida real sobre lo que realmente ocurrió, Gillespie se adentra en la historia de una manera muy distinta a como se suele hacer con un biopìc. Aquí nada es un cuento de hadas y la mezcla de géneros se hace constante. Nos acercamos a Tonya al principio a través de las entrevistas reales que fueron la base documental de la película y, por ello, el género elegido es el documental. En un estilo casi documental se nos presenta la vida de ella y de sus padres, un drama continuo (atención a esa desgarradora escena en la que ella prefiere irse con su padre, cuando su madre le echa de casa); pasamos a la comedia con un humor muy personal encabezado por la excentricidad de una madre, que parece Dios porque está en todas partes, incluso en su primera cita con un hombre; pasamos al thriller con esa truculenta historia de las lesiones a una rival; pasamos a la película histórica o judicial con escenas que recrean sus visitas al juzgado; drama deportivo con esas competiciones que parecían ser el único objetivo vital de Tonya; el drama romántico con las idas y venidas de su infantil matrimonio con su primer novio, que la colmó de besos al principio y después de golpes…

En definitiva, Yo Tonya es un disfrute de principio a fin con el patinaje sobre hielo como telón de fondo pero con la posibilidad de descubrir a una mujer inigualable y diferente. Yo Jorge, ella Tonya. Os animo a que la descubráis porque lo merece.

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