14 de septiembre de 2024

Crítica: Alien Romulus – Regreso a la fórmula.

Alien Romulus

Regreso a la fórmula.

Siete años después de su última aparición en la gran pantalla los xenomorfos vuelven de la mano de Fede Álvarez en Alien: Romulus, una secuela al relato original con apariencia de reboot.

Para alegría o decepción de los fans el director uruguayo ha planteado la cinta como un homenaje. La historia, que comienza tratando de expandir su universo, pronto retorna a los más convencionales motivos de la saga. Pasa de explorar el colonizador y ultra-capitalista dominio de la omnipresente corporación Weyland-Yutani, así como sus devastadores efectos en los trabajadores de sus colonias, a repetir los tropos más comunes de un universo de ficción que contaba ya con seis entregas.

Cailee Spaeny (Priscilla, Civil War) se encarga de recoger el testigo de la icónica Ripley de Sigourney Weaver en esta entrega. Su personaje, Rain Carradine, desea escapar de la colonia minera en la que lleva toda su vida; un inhóspito y caótico lugar en el que no penetra jamás la luz del sol. Junto a ella, su fiel androide Andy (David Jonsson en una polifacética interpretación que nos recuerda la mayúscula importancia de los sintéticos en toda película de Alien) trata de ayudarla a buscar un futuro mejor en un planeta a 9 años de distancia. Negados los permisos para trasladarse y ante la imposibilidad de viajar en una nave durante tanto tiempo su suerte cambia cuando un grupo de amigos detecta en la órbita del planeta los restos de una estación espacial abandonada. En su interior las cápsulas de criogenización necesarias para dormir durante los 9 años que dura el viaje. En su desesperación, deciden ir a buscarlas con las desoladoras consecuencias que todo fan de Alien puede imaginar.

Alien Romulus

A este prólogo repleto de contexto social y caracterización de personajes, conscientemente alejado de las ínfulas filosóficas de las últimas entregas dirigidas por Ridley Scott, le sigue el más rutinario de los desarrollos xenomórficos. Al abrigo de un estupendo diseño de producción, gran iluminación, cuidado sonido y exuberantes planos, Fede Álvarez pasa por todos y cada uno de los lugares comunes de una película de Alien, por un lado con cierto ingenio en la construcción de emocionantes secuencias de acción pero por otro con una nada disimulada admiración, cuando no un excesivo respeto por el material original.

Álvarez llena la estación espacial con abrazacaras, hace flotar a los xenomorfos en gravedad cero, exuda talento a la hora de afrontar el momento en el que un pecho tiene que reventar y, sobre todo, afronta los momentos más violentos con trabajado gore. Su película tiene el mismo control de la tensión sonora que su entretenida No respires y la misma brutalidad que su remake de Posesión infernal. Ahora bien, al igual que ocurre con este último, Alien: Romulus no es capaz de ser más que todo aquello que le precede. Su director, a pesar de haber hecho sus incursiones tanto en el universo de Evil Dead como en el de La matanza de texas (produce y escribe la última entrega), no ha conseguido ser más que ingenioso; es decir, no ha innovado, algo que incluso Jean-Pierre Jeunet hizo en la peor entrega de la saga (Alien: Resurrección) y que James Cameron ya había conseguido cuando convirtió una película de terror espacial en una cinta de acción.

Alien Romulus

El director uruguayo es mucho más un ferviente admirador que un rebelde itinerante. Prueba de ello son las múltiples conexiones y homenajes que inundan la película, desde frases icónicas, pasando por planos e incluso secuencias enteras calcadas, hasta un acto de nigromancia digital cuya utilización, ya común en cines y series hoy día, tal vez deberíamos replantearnos. Todo ello subsanable o soportable de no ser porque Álvarez, con una nada desdeñable factura, cree controlar a la perfección la tensión y el horror, primando la espectacularidad; olvidando el minimalismo de la primera entrega y la efectividad de su terror, todavía inalcanzable.

En resumen, Alien: Romulus es una película entretenida de acción y tensión satisfactoria que, quizá, es demasiado deudora de lo que la precede y que por falta originalidad en la trama genera más una sensación de déjà vu que otra cosa. Su caso se asemeja mucho al de Star Wars: El despertar de la fuerza, que más que buscar nuevas formas de contar lo mismo pretende contar otra cosa de la misma forma, por lo que gustará a los que busquen más de lo mismo, decepcionará a aquellos que admiraban los (a veces cuestionables) esfuerzos de Ridley Scott por llevar la saga a otros lugares y dejará indiferente a todo el que nunca se haya sentido estremecido por el xenomorfo.

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