13 de febrero de 2025

Crítica: Joker Folie à deux – Juicio a Arthur Fleck

Joker Folie à deux
Joker Folie à deux

Juicio a Arthur Fleck

Joker está de vuelta. El Travis Bickle de hacendado, el Rupert Pupkin del todo a cien, un villano en quien se vio a un líder proletario, voz de los incomprendidos cuyo rostro circense se convirtió en el símbolo de los desheredados y que llevó su cruzada a lomos de un león de oro desde Venecia hasta Hollywood, reventando taquillas a su paso. Todd Phillips y Joaquin Phoenix vuelven a unir fuerzas (esta vez con la inestimable ayuda de Lady Gaga) para continuar la historia de este cómico fracasado atrapado entre la alucinación y la fantasía.

Hace cinco años, cuando la esperada primera entrega de esta revisión “madura” del legendario villano de DC se proyectó por primera vez se vaticinó el final del cine de superhéroes. Se llegó a decir incluso que este triste inadaptado que fantasea con abordar a besos a su vecina, cuya rabia contenida produce muerte, vapuleado constantemente por la gente que le rodea, a quienes tan solo quiere responder con un arma o restregar su éxito imaginario por la cara, era el héroe que necesitábamos. Joker se convirtió en el símbolo de algunos espectadores a los que les encoleriza que las mujeres no les hagan caso, incomprendidos que pasan más tiempo en su imaginación que en el mundo real, deseosos de ser vistos a la fuerza  y a los que ahora inspiraba un payaso armado con un revólver.

Joker fue una burda mezcla entre Taxi Driver y El rey de la comedia, aunque sin el talento narrativo de Scorsese, lastrada por las intenciones de ser algo más que una película de personaje de cómic pero obligada a conectar su universo con el del caballero oscuro. Sufría los bandazos de un guion plano y desenfocado que no consiguió recoger por falta de comprensión o inteligencia los rasgos más contradictorios y humanos de los antihéroes interpretados por Robert De Niro, quien también participó en la película. Tenía, eso sí, la comprometida interpretación de Joaquin Phoenix y la ominosa música de Hildur Guðnadóttir, curiosamente los únicos Premios Oscar que se llevó el largometraje. Sabiendo esto, es hasta cierto punto irónico que fuese precisamente la música aquello que se coló en un sueño de Joaquin Phoenix. Su aventura onírica dio la clave a Phillips para esta secuela: Joker debía cantar.

En la cinta original ya veíamos bailar a Arthur Fleck. Lo mismo le daba que fuese con una sección de cuerda o a ritmo de rock n’ roll; en las míticas escaleras que llevaban a su humilde piso o en un baño público. La música brotaba de su interior en los momentos más liberadores para él, así que aparece en Joker Folie à deux para romper a través de su imaginación los barrotes de la penitenciaría en la que lo encontramos, triste y desolado. Todo cambia, sin embargo, cuando cruza miradas con Lee (Lady Gaga) una atractiva mitómana de potente voz contralto que lo seduce cual sirena y que será responsable de los altibajos emocionales del personaje.

Joker Folie à deux
Joker Folie à deux

Joker está enamorado, con el cruce de miradas se siente visto y con un intercambio de palabras valorado. Recupera su sentido del humor y vuelve a contar chistes a los guardias, en especial a Blendan Gleeson, que no pierde oportunidad de partirse la caja sin dejar de lado su principal afición: golpear a nuestro antihéroe. Arthur Fleck se encuentra machacado y por tanto Joker enterrado. Tan solo Lee parece querer conocer a su álter ego. Lo ha visto en una película que han hecho sobre él. Y eso es contraproducente, ya que la estrategia de su abogada (Catherine Keener) para librarle de la pena de muerte pasa por arrebatar la responsabilidad homicida a Fleck y endosársela al Joker.

Phillips promete más creatividad de la que puede ofrecer al comenzar esta secuela con una secuencia de animación clásica titulada “El Joker y su sombra”. En ella se muestra a Fleck dándose de mamporros con su propia sombra (o álter ego), quien lo posee para cometer maldades y desaparece cuando las consecuencias de la ley asoman. Es una manera bastante burda de establecer el eje alrededor del que gira el juicio público que vertebra la película. También es una ocasión desperdiciada de seguir las tesis de Carl Jung.

Enfrentar a su protagonista con lo peor de sí mismo a través de su misantropía hubiese aportado densidad al asunto. En su lugar, se alimenta un binomio maniqueo. ¿Es Fleck simplemente un pobre desequilibrado?, ¿Es Joker el verdadero asesino? Suena bien para eludir responsabilidades, pero viendo la cinta pareciera que ni Joaquin Phoenix lo sabe. ¿No se estará juzgando en realidad a la película original? Algo me dice que inconscientemente sí, y que quizás son Phillips y el guionista Scott Silver quienes se enfrentan a su propia sombra.

Zazie Beetz replica su papel de la primera entrega como vecina real y novia imaginaria de Fleck para emitir un testimonio ante la corte sobre la película del Joker: “es horrible”. Fleck, que no la ha visto, se gira hacia Lee: “¿en serio, es horrible?”. Ella lo niega como lo harían todos los que quedaron fascinados con este funambulista del horror. En lugar de juzgar, lo invita a cantar y danzar cada tanto para que su versión más macabra regrese.

Pasean por la pantalla los paraguas de Cherburgo bajo la lluvia de Gotham, traquetean los zapatos de payaso en un número de claqué y se escuchan a cappella y entre dientes unos versos robados a Judy Garland (quizá lo más valioso de un musical por lo demás bastante convencional). Phoenix canta que “ya no está solo” a ritmo de Stevie Wonder y desea con todo su corazón construir una montaña junto a su amada como antaño Anthony Newly, Sammy Davis Jr. y ahora, Lady Gaga, cuyo último disco (“Harlequin”) ya está a la venta.

Lawrence Sher, director de fotografía de la película, ha declarado haberse inspirado en el malogrado musical de Francis Ford Coppola Corazonada. Pero ojalá sus imágenes resonaran tanto. Lo cierto es que los números musicales que atraviesan la película y que sabíamos que estarían (noticia que mandó a los acólitos de don risas directos a la llorería) no llegan en ningún momento a acercarse ni mínimamente a la genialidad de los grandes clásicos.

Tampoco aportan nada más que el epitafio a cada secuencia hablada. Por no hacer, ni siquiera compiten con números contemporáneos (La la land o el remake de West Side Story los doblan en calidad y buen gusto). Simplemente oscilan entre referencias a películas mejores y estallidos de violencia localizados, estos últimos con el objeto de invocar al Joker más gamberro. De otra manera, quedaría un drama judicial bastante serio.

Joker Folie à deux
Joker Folie à deux

Phillips pone en juego temas como la culpa, la responsabilidad, la justicia, la necesidad de amor… deja de lado la lucha de clases para hacernos sentir piedad y no admiración por este personaje que no para de fumar haciendo contorsionismo. Pero si ha tenido la desfachatez de convertir una película de superhéroes (se me olvidó que era una hasta que apareció Harvey Dent) en un drama judicial y además dotarla de números musicales no solo debería haber tratado de imitar la fotografía de Coppola. Antes bien, tendría que haber seguido el ejemplo del director de Megalópolis y estrellarse con todo contra un capricho de doscientos millones de dólares. Quizás es mucho pedir.

Cuando piensas en retrospectiva, ves la ambición en Folie à deux; ves la matizada interpretación de Phoenix y los logros musicales de Gaga; ves también cómo Fleck sufre las consecuencias de sus actos, algo que lleva a un sorpresivo y tajante final que excede por mucho el nivel del resto de la cinta. Pero también ves un proyecto que hubiese necesitado de un tratamiento musical más cercano a Annette que a los grandes musicales de la Metro.

Ahora bien, eso es una vez reposada la cinta. Cuando estás en la sala simplemente la soportas como algo tan plano y difuso como la película original. Como algo que no te hace mucha gracia, pero que puede que a los demás tampoco.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *