30 de abril de 2024

Macao (Josef von Sternberg, 1952)

«Todo el mundo está solo, preocupado y arrepentido. Todos buscan algo»

 

Frisco, NY, LA. Esas son las madrigueras. En su oscuridad traicionera, y mientras respira un aire viciado y nauseabundo, es donde el cine negro vive, alcanza la gloria. Callejones salteados por cubos de basura abollados, tugurios con colillas en el suelo que ya han alcanzado la mayoría de edad, clubs de alfombra roja donde hay señoritas que fuman y bares de carretera con luces de neón que han visto pasar un millón de ruedas. Como pez en el agua. Pero a veces, y como aquel día en el que Landa agarró su «poderosa» y se fue a Torremolinos, el noir se dio una vuelta por los sitios del mundo, con costa, preferiblemente, para conocer y saborear otras culturas…criminales. La Casa de Bamboo (House of Bamboo, 1955) de Samuel Fuller, Argel (Algiers, 1938) de John Cromwell o Estambul (Journey into Fear, 1943) de Norman Foster son ejemplos de vacaciones pagadas en primera línea de playa. Esta Macao, de Sternberg es una producción a medio camino entre un capricho del aviador y un intento de aprovechar el éxito del His Kind of Woman, de un año antes y protagonizada también por Rusell y Mitchum. La firma, de la RKO, propiedad del aviador. Evidentemente uno de los grandes atractivos de la película es Rusell, que expone un par argumentos incontestables; por cierto, también un descubrimiento del aviador. En definitiva, Macao es propiedad del aviador, Howard Hugues, con todas sus consecuencias, principalmente malas, pero también con algunas virtudes consecuencia inevitable del talento innato de algunos de los implicados en su realización. Nombres como Mitchum, Nicholas Ray, Grahame, Sternberg o Bendix, sinceramente, no pueden combinar en plato de mal gusto.

«Esto es Macao. Una fabulosa mancha en la superficie de la tierra junto a la costa sur de China. 35 millas en barco la separan de Hong Kong. Macao es una antigua colonia portuguesa. Atractiva y pintoresca. La encrucijada del lejano Oriente. Su población, una mezcla de todas las razas y nacionalidades es en su mayor parte China. Llamada El Montecarlo del  Oriente, Macao tiene dos caras. Una, tranquila y abierta la otra, velada y secreta. Aquí, millones en oro y diamantes cambian de manos constantemente. Parte, en las mesas de juego y misteriosamente durante la noche. Macao es el paraíso de los fugitivos porque más allá del llamado límite de las tres millas, acaba la autoridad internacional»

Lugar para almas perdidas. Tipos solitarios de dudosa reputación, cabaretistas sin éxito de media negra y falda corta, gánsteres exiliados por falta de calidad criminal y crupieres cuyas manos son menos importantes que sus curvas. Parece el lugar perfecto para el desembarco de Nick Cochran (Robert Mitchum) un veterano de guerra con un pasado tan oscuro como podrido. También para la llegada de Julie Benson (Jane Rusell), una morena de manual que vive huyendo hacia delante, buscando la propina más suculenta. Pero la isla al sur de Hong Kong vive tiempos convulsos: han asesinado a un agente en cubierto de la policía de Nueva York y la sangre aún está fresca en las maderas del puerto. El responsable es un tal Halloran (Brad Dexter) que, junto a la policía de la ex colonia portuguesa, controla a sus anchas los casinos del puerto.

Junto con Julie y Nick desembarca también Lawrence C. Trumble (William Bendix) un, en apariencia, comerciante que, evidentemente, también queda embelesado por las curvas de la morena. Volvamos a las curvas de la morena de nuevo: van adquiriendo el estatus de celestiales conforme la humedad «salubre para las plantas, insalubre para los humanos» hace que se pegue el lino al cuerpo. Para este momento, Julie y Nick ya han encendido el volcán y que terminen uno encima del otro es cuestión de tiempo. Julie encuentra trabajo como cantante para el The Quick Reward, club desde donde Halloran dirige la isla, otro que también queda boquiabierto. Y eso que cuenta en sus filas con Margie (Gloria Grahame) que, siendo sinceros, no es como la morena pero también se le pega magistralmente la ropa al cuerpo.

Es entonces cuando la confusión de identidades entra en escena. Halloran, tras asesinar al policía neoyorquino, y junto con su adlátere el Lt. Sebastian (Thomas Gomez), confunden a Nick con el probable policía que manden los States a vengar la muerte de uno de los suyos. Se ve así Nick involucrado en algo que, por esta vez, no iba con él. De cualquier modo, y nuevamente para no variar, Nick paga el pato: es secuestrado por Halloran quien, protegido por las leyes locales que llegan al límite de las tres millas marinas, espera sin problemas seguir con su imperio y liquidar al que ha venido a ponerlo en cuestión.

Retenido en el local del gánster, Nick entabla relación con la bonita crupier Margie (Gloria Grahame) quien, claro, ayuda a escapar al veterano; ellas son también débiles a la carne. En su huida descubre al comerciante Trumble como el policía al que todos esperaban, desenmascara a Halloran,  lo lleva al límite de las tres millas, ayuda a entregarlo a la policía y se queda con la morena sin olvidarnos que podía haber hecho también lo mismo con la rubia. A lo que no le da tiempo a Nick es a salvar la vida de Trumble que, al igual que su compañero, deja su sangre en los muelles, acuchillado a traición por uno de los asalariados orientales del boss. El final es una barca con ella en los brazos de él; lo esperado.

 

Dice Garci que Bogart es el tipo al que le ha pasado todo la noche anterior. Yo digo que Mitchum es el tipo al que todo le va a pasar la noche siguiente. Su vida parece que empieza a transcurrir plácidamente cuando, de nuevo, aparece la tormenta en su vida. Siempre en forma de mujer, claro. Unas veces para llevarle directamente al precipicio; otras lo mandan al infierno sin pasar por el purgatorio. Macao es Mitchum y Rusell, una pareja que el magnate Hughes intentó equiparar a Bogart-Bacall. Correcto, una inconsciencia. Porque buscar más allá de la aventura, de la actuación de ambos, de los detalles de Sternberg o de algunos diálogos y frases brillantes, daría la nada como resultado. Es el problema de un carácter dominador y egocéntrico manejando una película. Los caprichos del magnate, dueño de la RKO, lastraron considerablemente un film cuyo génesis poco tuvo que ver con su resultado final.

Las carnes de la Rusell fueron su obsesión y los escotes su religión. No quiso saber nada más fuera de este mayúsculo detalle: «quiero que el vestuario sea muy escotado, tanto como permita la censura, de modo que el público pueda echar un vistazo a las partes de Rusell que quiere ver cuando paga». Enorme. A esto tenemos que sumarle la poca convicción de Hughes en el trabajo del director austriaco que vio como su película quedaba en manos de la productora, y su dueño, quien encargaron el rodaje de escenas adicionales a Nicholas Ray,  desvirtuando sobremanera el espíritu con que Sternberg pretendía filmar la obra.

A todos los personajes de Macao les persigue su pasado. Todos huyen hacia delante. Son, y como se decía en Out of the Past, de 1947, hojas secas que el viento arrastra de alcantarilla en alcantarilla. «No sé si es una persona o un lugar, pero sigo buscando», afirma Julie. Esa actitud desenfadada de los personajes, abandonados a su suerte, contrasta perfectamente con ese clima que sí es capaz de construir Sternberg, – ya lo había hecho antes maravillosamente en El Expreso de Shanghai, de 1932 y El Embrujo de Shanghai de 1941- lleno de claroscuros, de siluetas que se desplazan entre unos muelles húmedos, sombríos, en los que no sabes por qué  costal te llegara la siguiente puñalada. Pocas cosas caben más en Macao, infinitamente peor que Las Fronteras del Crimen (His Kind of Woman, 1952) de John Farrowl, un año antes, y de un éxito que el aviador quiso aprovechar para formar su pareja para la eternidad. Nadie duda hoy en día de la capacidad de seducción de Rusell en la pantalla y concretamente en esta película, es brutal, con dos razones raramente vistas con tanta firmeza, pero que queda muy lejos de parejas míticas que todos recordamos con nombres y apellidos. La película, por supuesto, también.

 

Los protagonistas:

El bueno: Lawrence C. Trumble (William Bendix)

El monumento: Julie Benson (Jane Rusell)

El malo: Halloran (Brad Dexter)

El ganador: Nick Cochran (Robert Mitchum)

 

Frases para la historia:

Nick Cochran (Robert Mitchum): «es mi terrible atractivo. Nunca falla, excepto con las mujeres»

Julie Benson (Jane Rusell): «Trabajé en los clubs nocturnos de Miami. Primero haciendo fotos y luego vendiendo cigarrillos. Ya sabe, medias negras muy altas y faldita corta»

 Julie Benson (Jane Rusell): «Todo el mundo está solo, preocupado y arrepentido. Todos buscan algo»

 

Ficha en FA: http://www.filmaffinity.com/es/film345413.html

Ficha en IMDB: http://www.imdb.com/title/tt0044863/

3 comentario en “Macao (Josef von Sternberg, 1952)

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