30 de abril de 2024

Críticas: La tortuga roja

LA TORTUGA ROJA - Foto 4

La grandeza de lo sencillo.

Diez años de gestación han hecho falta para que el famoso estudio japonés de animación Studio Ghibli presentara su primera coproducción extranjera: La tortuga roja. Como si fuera una advertencia al respecto, aunque también podría leerse como guiño al color referido en el título de la película, el sello del estudio con Totoro de perfil sustituye su habitual fondo azul por uno rojo. A este sello se suman el de Why not productions, al que la cinta debe su nacionalidad francesa, y el de la distribuidora Wild Bunch, que sirve en parte para explicar la presencia de la película en festivales de cine como el de Cannes, donde fue galardonada con el premio especial del Jurado “Una cierta mirada”.

La convergencia de la cultura y visión europea y asiática se materializa en la conjunción de las que pueden entenderse como las dos sensibilidades a partir de las cuales toma forma el proyecto fílmico: por una parte la de su director, el holandés Michael Dudok de Wit y, por otra, la de su director artístico, el japonés Isao Takahata, uno de los padres fundadores del Studio Ghibli. Dudok de Wit aporta esa estética animada cercana al cómic francobelga y mantiene, entre otras cosas, el minimalismo de la puesta en escena de su cortometraje animado Father and Daughter (2000), que fue precisamente el que despertó el interés de Hayao Miyazaki (otro de los padres fundadores del estudio de animación japonés), mientras que de Isao Takahata (El cuento de la princesa Kaguya) y, en definitiva, del Studio Ghibli, se puede percibir una cierta influencia temática en el tratamiento de la naturaleza como algo mágico, tan propio de las películas del estudio nipón.

LA TORTUGA ROJA - Foto 7

Sin embargo, tratar de separar la esfera de acción de cada uno de los artistas no tendría ningún sentido, pues es evidente que el estilo de Dudok de Wit encaja perfectamente dentro de los cánones del Studio Ghibli. De hecho podría trazarse una línea que uniera La tortuga roja de Dudok de Wit con El cuento de la princesa Kaguya de Takahata: pues ambas películas comparten no solo la adopción de la fábula o el cuento como vehículo discursivo, sino también un tratamiento muy peculiar de la imagen, en el que cada plano se eleva a la categoría de cuadro y lo hace a través no de la espectacularidad o del trabajo minucioso sobre el detalle, sino mediante la más absoluta sencillez. Una sencillez en la propuesta formal que podría obedecer, en las dos películas, a una vuelta a los orígenes del cine de animación vinculado con su propia condición de relato atávico.

No obstante, Dudok de Wit todavía se atreve a ir un paso más allá de Takahata, pues La tortuga roja no solo renuncia a cualquier artificialidad de la imagen (igual que El cuento de la princesa Kaguya), sino que también se desprende de todo diálogo. La fábula de La tortuga roja, que aborda a través de un genuino uso de la elipsis todo el viaje vital de un náufrago, no cede ni por un momento ante la tentativa de verbalizar. Todo el peso recae de esta forma sobre la fantástica puesta en escena, la historia se narra por completo a través de las imágenes y los trabajados efectos sonoros; únicamente la evidencia de la banda sonora parece desentonar por algún momento en una película que hace válida aquella sentencia de que “menos es más”.

LA TORTUGA ROJA - Foto 5

A partir de lo anecdótico, Dudok de Wit aborda los grandes temas vitales de una forma tan sencilla y maravillosa como las imágenes que construyen su relato. Con toda seguridad una de las mejores películas del año, no solo de animación. La coexistencia de las miradas tradicionalmente occidentales y orientales que tanto enriquecen el relato bien podría entenderse como representadas de forma metafórica a través de las figuras del náufrago y la tortuga roja del título, más concretamente a partir del encuentro entre ambas, que también podría suponer el encuentro entre lo terrenal y lo espiritual, el hombre y la naturaleza, lo irracional y lo racional… y todas aquellas lecturas tan enriquecedoras y posibles que desanclan La tortuga roja de lo anecdótico para convertir cada una de sus imágenes en versos de un maravilloso poema.

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