30 de abril de 2024

D’A Film Festival 2019: Crónica cinco

Nueva crónica del D’A 2019.

La edición de este año del D’A contó también con algunas piezas de corte reivindicativo. Es el caso de What You Gonna Do When the World’s on Fire?, un conmovedor documental rodado en un riguroso blanco y negro que narra la historia de una comunidad afroamericana de América del Norte durante la ola de asesinatos que se produjeron durante el verano de 2017. Como no podía ser de otra forma, su director, Roberto Minervini, desata todo tipo de reacciones con un montaje que se recrea en un discurso populista, que explora las raíces más primitivas de la comunidad afroamericana. En un intento de preservar su identidad (incluso de imponerla), el colectivo se une para festejar lo que los hace diferentes, haciendo especial hincapié en la transmisión de tradiciones de generación en generación. En este caldo de cultivo tan especial, Minervini nos sumerge en tres historias diferentes pero conectadas entre sí por un único propósito: el poder negro. O al menos así lo gritan los miembros del New Black Panther, un grupo de activistas que luchan por los derechos de los afroamericanos. Todo ello resultaría efectivo si no fuera porque Minervini se pasa de rosca y termina cayendo en la hiperbolización, retratando a un grupo étnico como supremacista capaz de enarbolar consignas tan radicales como sectarias. No obstante, esto no impide que disfrutemos de la fotografía que encierran los personajes de What You Gonna Do When the World’s on Fire?, ni tampoco sus ganas de hacer justicia.

Diane

Diane es quizá una de las cintas más modestas de la parrilla. Después de triunfar en el pasado Tribeca Film Festival, la interpretación de Mary Kay Place es suficiente para mantener al espectador en vilo durante el tiempo que dura la cinta. Kent Jones, que viene de dirigir varios documentales como Hitchcock/Truffaut, se estrena en el drama con una historia moralista sobre una madre coraje en la recta final de la vida. Diane (Mary Kay Place) es una mujer modélica que combina su activismo social con el cuidado de un hijo insoportable que tiene problemas con las drogas. Pese a que da lo mejor de sí, Diane se siente impotente y la vida le gana constantemente la partida. Sus más allegados mueren, su hijo recae una y otra vez en las drogas y rechaza su ayuda, y su prima está postrada en una cama aquejada de cáncer cervical. Pero eso no importa porque Diane sabe sacar fuerzas de flaqueza y esbozar una sonrisa o encontrar una solución. Asistir a este proceso de autoconocimiento por parte de Jones resulta interesante pero no basta para sobrecogernos o resultar novedoso en modo alguno. La interpretación de Place conmueve y sabe transmitir con una simple mirada esa congoja interna, ese desconcierto ante el devenir de la vida. El placer de tomarse un margarita mientras escuchas tu canción favorita. En el fondo la vida es eso, esos pequeños momentos que dotan de sentido a todo lo demás.

Asako I & II

Otra de las cintas que pasó sin pena ni gloria por el D’A fue Asako I & II, una nueva propuesta nipona sin más pretensión que la de engatusar al espectador con su apuesta por la comedia de enredos. Basada en la novela de Sachiko Tanaka, la cinta narra la historia de Asako (Erika Karata), una joven de Osaka que se enamora perdidamente de Baku (Masahiro Higashide), un alma libre. Un buen día, Baku desparece, dejando a Asako totalmente devastada. En Tokyo conocerá a Ryohei, un joven que sospechosamente guarda un poderoso parecido con su anterior amor. A partir de aquí, el resultado es predecible: un cúmulo de despropósitos que terminarán en el clásico desenlace de película en el que la protagonista deberá escoger entre los dos hombres. Lo que atrapa de la propuesta de Hamaguchi es el pintoresco paisaje de la urbe japonesa, tan hipnótica y exótica, como siempre, y el verdadero talento interpretativo de Masahiro Higashide, capaz de dar vida a dos personajes tan opuestos como son Baku y Ryohei.

El toque LGTB lo puso Nina de Olga Chajdas, un drama polaco sobre una pareja en crisis incapaz de tener hijos que un buen día contrata a la joven Magda (Eliza Rycembel) como vientre de alquiler. Entre ambas surge una poderosa atracción que desembocará en un tórrido romance, tan imprevisible como inverosímil. Con resonancias de La vie d’Adele o Weekend, Chajdas parte de una prometedora premisa pero rápidamente se deja seducir por los neones y la sensualidad del baile, sobrecargando la cinta de escenas sin sentido. Todo ello reforzado por los clásicos clichés del mundo lesbico por el que Chajdas se interesa pero en el que no termina de profundizar, intentando salvar la película con giros de guión inesperados hacia el final de la historia. No obstante, merece la pena destacar la interpretación de Rycembel, que parece tomar el testigo de Kristen Stewart en Personal Shopper para componer una suerte de chica boyfriend capaz de encandilar a cualquier mujer heterosexual. El resultado, sin embargo, no termina de cuajar.

Nina

Fourteen ha sido sin lugar a duda la gran decepción del festival. Un drama ligero sin el menor interés, poblado de conversaciones banales en un intento de emular a la genial pluma de Lena Dunham y cuyo resultado es el de un Girls descafeinado. El drama dirigido por Dan Sallitt cuenta la historia de una tóxica relación entre dos amigas, Mara (Tallie Medel) y Jo (Norma Kuhling), a lo largo de los años. Jo tiene problemas psicológicos y es muy inestable emocionalmente, Mara es su mejor amiga y cuida de ella desde que eran pequeñas, devoción que le ha comportado sacrificar algunas de sus relaciones por el camino. La película fluye en ese despertar de Mara y la ruptura con su yo más dependiente, fruto, a saber, de sus visibles problemas de autoestima. La película no podía ser más anodina si no fuera porque todos, en cierto modo, nos hemos sentido Mara alguna vez y logramos, por los pelos, empatizar con su frustración.

Fourteen

Ganadora del Premio Talents y el de la Crítica de esta edición, Familia sumergida ha sido sin lugar a dudas la sorpresa de esta edición. Un delicioso drama protagonizado por Mercedes Morán que narra la historia de Marcela, una mujer que debe lidiar con la reciente muerte de su hermana y la compleja vida familiar que esta ausencia provoca. María Alche se estrena en el largometraje con una ópera prima que ganó el Premio Horizontes Latinos en el Festival de San Sebastián y que explora de manera fresca los agujeros que provoca el duelo y como este es capaz de revivir recuerdos y demonios del pasado. La interpretación de Morán es sublime, casi tanto como la de Place en Diane, ambas madres coraje con la difícil tarea de cuidar de los demás cuando ellas mismas son las primeras que necesitan auxilio. Familia sumergida, como su propio nombre indica, nos invita a ser testigos privilegiados de lo oculto, de lo que se esconde tras las cortinas. De esos sentimientos callados, de los besos robados y de los planes que terminan en eso, en planes. Es un verdadero grito de madurez, una obra que consolida a María Alche, con su corta trayectoria cinematográfica, como una de las promesas del cine argentino actual.

Familia sumergida

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