Cálculos románticos

La relevancia social y marcada presencia en festivales y galardones de su primera película hacia inevitable, por muchos recelos que aquella nos despertase a algunos, que el segundo trabajo tras las cámaras de Celine Song viniese acompañado de mucha expectación. Sin embargo, no pocos arquearían su ceja ante la noticia de que esta venía acompañada del apoyo de una major como Sony y de la presencia de actores de tendencia mediática, lo cual podría indicar una domesticación por los mecanismos del mainstream hollywoodiense y una correspondiente pérdida de su esencia. Habiendo podido verla y pensado, este redactor puede confirmar que esta Materialistas, refrescante estreno veraniego para compensar la atrofia del blockbuster de franquicia, preserva la sensibilidad y personalidad estética de Vidas pasadas a la vez que propone una cerebral deconstrucción de la comedia romántica desde una posición muy crítica con la capitalización romántica de nuestra realidad contemporánea. El balance general de la propuesta es agridulce, pero los objetivos del recorrido son en cualquier caso dignos de un instante de reflexión.

Desde sus primeros compases, Song lleva a cabo un concienzudo trabajo de inmersión en las dinámicas de una micro-esfera social con un vocabulario muy específico. No se trata de mirar a los pijos treintañeros pijos desde una distanciada y altanera condescendencia burlona, sino de situarnos entre ellos para vivir sus anhelos desde sus angustias y prismas marcados por la domesticación capitalista del entorno emocional. El amor es para la empresa donde trabaja nuestra protagonista un negocio, y la unión de dos personas obedece a un conjunto de cálculos, potencial y conveniencias de clase y sector laboral. El guion logra trufar el recorrido narrativo de un puñado de conversaciones reveladoras que encapsulan una deshumanizada visión del mundo, donde el potencial económico y el poder adquisitivo son lo único que justifican un proyecto sentimental. El título escogido para el largometraje no puede ser más pertinente, y mas allá de sus aciertos, este queda como un documento sociológico que estremecerá revisar en algún momento del futuro, esperemos, menos cruel y mas humanista que el nuestro.

Materialistas

En este ecosistema de protocolos empresariales, la elección de Dakota Johnson y su registro interpretativo a la par dulce, contenido y severo se muestran como el mayor acierto de la película. Su construcción de personaje se labra desde sus interacciones con clientes y amigos, los cuales dibujan una severidad y autoexigencia que la condenan a la soledad y a la negación de sus placeres reales: lo que deseamos frente a lo que se espera que deseemos, lo que conviene que deseemos. Su controlada apariencia y profuso discurso verbal ocultan inseguridad y falta de piedad consigo misma, abriendo también otra sugerente vía de reflexión: la desesperada necesidad de terapia de una generación vacía de referentes y certezas, y las contradicciones y soledades de una clase alta de nuevo cuño que ha perdido la habilidad de relacionarse, enterrada bajo un inclemente culto al trabajo.

Así como la descripción de los desencuentros y mezquindades del entorno de las citas concertadas y mediadas se halla cargada de filo y dureza, el conflicto sentimental del trío protagonista pierde gradualmente todo su magnetismo conforme el desarrollo aboga por la convencionalidad. La dureza de la crítica que afloraba en sus inicios deviene condescendencia blanda con unos escenarios neoyorquinos validados por el imaginario cinematográfico, sin escapar de una romantización de la precariedad tan hipócrita como perniciosa. Un reencuentro amoroso predecible toma el foco en detrimento de un cargo de conciencia frente a las problemáticas de unos clientes mal atendidos que se antojaba mucho más interesante. Pero claro, también más resbaladizo, y este filme, como tantos de nuestro tiempo, prefiere deslizar sobre la superficie de las cosas.

Materialistas

En su afán de revestir de una solemnidad artie las comedias románticas de los años 90 y 2000, Materialistas acusa una marcada pérdida de la personalidad, frescura y capacidad de subversión de aquellas. El filme carece de todo sentido del humor, y su capacidad de entristecer se halla igualmente ensordinada por un tono plano y unas músicas y acabados visuales tan cuquis como inofensivos y despersonalizados. Y así como la protagonista se desvela como un gran personaje, el filme no consigue equilibrar su química con sus partenaires masculinos, desde un Pedro Pascal caricaturizado a un Chris Evans cuyos esfuerzos no logran suplir el error que supuso su casting, mermando a las características de su personaje las evidentes cualidades físicas del intérprete.

Elegante, calculada y fatalista, Materialistas se acomoda en una crítica acolchada que palidece frente al imaginario al que se adhiere. Su posicionamiento con los antipáticos postulados vitales de sus personajes es igualmente cobarde, y su puesta en escena resulta tan refinada como inane, inexpresiva en su selección de encuadres. Pero pocos pecados mayores podemos encontrar en un viaje romántico que la incapacidad de emocionar.

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