28 de marzo de 2024

Críticas: El amigo de mi hermana

Nueva ración de indie de la mano de Lynn Shelton, quien firma esta agradable comedia romántica a tres bandas.

Sin ninguna imagen que lo acompañe, el diálogo rompe la incomodidad de la pantalla en negro. A través de primeros planos, una cámara nerviosa pasea por fotografías y rostros de una serie de personajes que parecen estar reunidos celebrando algo. Están hablando de alguien y lo están haciendo en pasado. Las fotografías ponen rostro a esa ausencia. Uno de ellos aún no ha dicho nada, se mantiene al margen, de pie, separado del grupo, como si aquello no fuera con él. El de la fotografía es Tom, alguien que murió hace un año, y el que se mantiene al margen es Jack (Mark Duplass), su hermano, quien todavía no ha podido superar la muerte de aquél. Su vida está hecha un desastre y ha rechazado un, a priori, buen trabajo. Después de un violento discurso que sorprende por completo a los allí reunidos, Iris (Emily Blunt), su mejor amiga y ex novia de su fallecido hermano, le propone tomarse un buen tiempo de reflexión en una solitaria casa que el padre de esta tiene en una privilegiada y tranquila isla, alejada del mundanal ruido. Pero al llegar allí descubre que la hermana de Iris, Hannah (Rosemarie DeWitt), ha tenido la misma idea, deprimida por la rotura de una relación de 7 años.

Este es el punto de partida de la tercera película de Lynn Shelton tras Humpday (Ídem, Lynn Shelton, 2009), cinta que le valió el Premio Especial del Jurado en el Festival de Sundance del año 2009 y también los premios a la mejor dirección y al dúo protagonista en el Festival de Gijón de ese mismo año. Abordando un minimalista relato a tres bandas, Shelton planea sobre las relaciones humanas, lo fraternal, el deseo reprimido y los silencios tras las palabras, ejes centrales de una película que, por otro lado, vuelve a certificar aquello que algunos afirman cuando se refieren a gran parte del cine indie norteamericano actual: la etiqueta indie ha pasado a ser un género en sí mismo. Mucho de él surgido, además, bajo las protectoras alas de las grandes majors, lo que obligaría a replantearse lo «independiente» como concepto.

El amigo de mi hermana exhibe sin disimulo esa etiqueta, adentrándose en los terrenos de la comedia romántica de falso sabor agridulce, y muchos de los ingredientes de la receta indie están bien presentes aquí. Desde cierto aire progre, pasando por unos tonos agradables que llevan de la mano al espectador desde la comedia hasta el drama, colmando absolutamente todas las expectativas que cualquier entregado receptor pudiera plantearse mientras procesa los acontecimientos que desfilan ante sus ojos; hasta llegar a una selección musical de tono amable y melancólico. Una meticulosa operación perfectamente medida y calculada para contentar a aquella platea que suele frecuentar menos los grandes multisalas.

Desconozco la obra anterior de Shelton por lo que no sé si en las imágenes de El amigo de mi hermana habrá constantes que nos permitan afirmar si estamos hablando de una autora. Sin embargo, por mucho que la película se sustente bajo el pilar maestro de un trío de actores en estado de gracia, los cuales exhiben una naturalidad abrumadora (y aquí, justo es reconocerlo, parte del mérito lo tiene también la directora); por mucho que la cinta haga gala de cierta humildad y una agradecida falta de pretensiones; por mucho que haya una cierta frescura en los diálogos o porque la ajustada duración de la película, ciertamente, conviertan la experiencia en un paseo agradable, el revisitar tantos lugares comunes y la acusada previsibilidad de la propuesta lastran mucho un conjunto plagado de rémoras de las cuales resulta casi imposible despegarse. Una nula capacidad de sorpresa que se manifiesta en sus giros de guión, ya sean desde ebrias relaciones sexuales con predecibles resultados, rupturas finales de la concepción familiar tradicional e incluso ese guiño al espectador con el (in)esperado corte a negro final. Es el precio a pagar por guiar los pasos del espectador, dándole todo lo que mayoritariamente quiere.

Como podría manifestar el mismo inicio de la película (en lo que parece una declaración de intenciones), Shelton deja que sea el diálogo y los actores los que refuercen el discurso de la película, confiando menos en la capacidad expresiva de la imagen. La directora se decanta aquí por una puesta en escena poco arriesgada con una planificación audiovisual tendente al abuso del plano/contraplano e incluso del plano general, lo que termina por provocar cierto hastío. El montaje paralelo final, donde los personajes deberán reubicarse existencialmente, y toda la sensiblería (que no sensibilidad) almibarada que se va adueñando del metraje, acaban por apuntillar una película que lucha incansablemente para que el espectador acabe con un buen sabor de boca. No lo logra porque esa sensación a prefabricado nunca nos abandona y porque precisamente en esa lucha es donde están sus mayores desaciertos. No se puede contentar a todo el mundo y al final todo resulta tan progre como también conservador…

Un pensamiento en “Críticas: El amigo de mi hermana

  1. Interesante critica, considero que Mark Duplass es un actor muy multifacético a quien ahora veremos en la producción de HBO titulada Togetherness una vez comprobando que puede ir del personaje ingenuo al sarcástico hombre de familia

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