28 de marzo de 2024

Críticas: Lobos de Arga

Después de meses recorriendo numerosos festivales (inter)nacionales sale la luna llena en nuestra cartelera para que la cinta de Juan Martínez Moreno pueda despedazar a carcajadas a los espectadores.

¿Cómo y con qué se estable la escala en cualquier comparación? En el caso de Lobos de Arga podríamos tender a mirar hacía lo más cercano o lejano para analizar el éxito de la propuesta en festivales internacionales que ha alcanzado. No es que con una filmografía compuesta por Dos tipos duros y Un buen hombre Juan Martínez Moreno dé demasiadas pistas sobre una comedia de terror rural con hombres lobo, ni tampoco existen experiencias anteriores salvo en nuestra cinematografía más underground y cutre. Precisamente Lobos de Arga es una superproducción con sus cinco millones de euros de presupuesto frente a los poco más de dos mil que costó en el 93 La matanza caníbal de los garrulos lisérgicos. Lejos quedan la deleznable Una de zombis y esa contrastada obra maestra en Chiquitistán titulada Brácula: Condemor II. Más cerca tenemos [•REC]³ Génesis, donde Paco Plaza halló un perfecto equilibrio, por momentos, entre comedia y terror. Pero ninguna de las anteriores está protagonizada por hombres lobo e inmediatamente nuestro subconsciente nos dirige (auto-propulsado al pensar mínimamente en Luna, el misterio de Calenda) a uno de los emblemas del cine de fanterror patrio: Paul Naschy.

Si Lobos de Arga propone una simbiosis del terror y la comedia la suma de sus productoras parece premonitoria a tal fin. Telespan 2000 ‘renovó’ la comedia patria con Pagafantas y lanzó definitivamente tanto a Borja Cobeaga como a Gorka Otxoa. Vaca Films es una de las productoras responsables de Celda 211, la película que demostró que se puede hacer cine de género competente, recaudar millones de euros y arrasar en los Goya. De la suma de ambas ha surgido un proyecto en cierta medida renovador que pretende aunar al John Landis de Un hombre lobo americano en Londres y al Edgar Wright de Zombies Party. Tal auto-declarada fusión de especies cinematográficas ha dado como resultado un telón de fondo inusual como homenaje tanto a Naschy como a Jess Franco. Al conjunto se le suma su vocación de comedia con tres actores fundamentales para entender parte de las esencias del género patrio: Gorka Otxoa, Carlos Areces y Secun de la Rosa parecen hacer acto de presencia cuando se trata tanto de la carcajada catódica como cinematográfica. Y, por último, el papel en blanco lo propone la España negra dibujada en un pueblo gallego donde parece que no ha pasado el tiempo… como la maldición que sigue varada en el mismo.

Y con los ingredientes anteriores y con la sensación de escribir un guión como reto personal, más allá de que pudiera plasmarse, Juan Martínez Moreno trazó una comedia de terror con trasfondo rural y homenaje a líneas clásicas. Tal vez por eso se agradezca la práctica extinción de los efectos generados por ordenador dando protagonismo al maquillaje y al terror palpable. Pero la impresión es que fallan demasiadas cosas en Lobos de Arga: la película no está a la altura de los contraplanos narrativos, cómicos y dramáticos que plantea. Es cierto que resulta un funcional entretenimiento con sus escarceos y zarpazos de humor negro, pero tanto Landis como Dante o Wright hubieran pedido más noches de luna llena antes de cerrar con sus garras el guión. Se echan en falta menos clichés rurales y más contrapuntos hacía el choque de lo nuevo y lo viejo que plantea su argumento. ¿Le hubiera venido mejor una novia resentida que llegase para recuperar a su perro en vez de una abuela todo-terreno? ¿Tendríamos más carcajadas con una novia oveja para el personaje de Carlos Areces asediada por una horda de hombres lobo que desean devorarla? ¿Se habría sentido más original con personajes sorprendentes que se escaparan del cliché como el que interpreta Luis Zahera? ¿Ganaría hondura dramática y existencial si Carlos Areces nos hubiera mostrado su culo? ¿Sería Lobos de Arga la misma con un cambio de sexo y aumento de edad para el hijo maldito de la marquesa? Tal vez, al igual que esas viñetas que forman los títulos de crédito inaugurales, la ausencia de respuestas sea redundante y previsible para el conjunto.

En este punto final volvemos a plantear aquello de cómo y con qué se estable la escala en cualquier comparación. Lobos de Arga no tiene nada que hacer frente a sus múltiples referencias, pero si la comparamos con la reciente serie Luna, el misterio de Calenda el baremo se dispara cual termómetro en el desierto. Volveremos a ese otro cliché del sufrido espectador patrio lleno de reparos provocados por lamentos pasados… aquel que se alza cada luna llena para aullar y despedazar esa maldición con forma de estrenos nacionales. Regresaremos a esa frase hecha y tal vez recuperemos nuestra forma no sin antes soltar desde el interior de nuestros afilados dientes: «Para ser española… no está tan mal…».

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