24 de abril de 2024

Críticas: Rare Exports

Ya están aquí las películas navideñas. Desde el país de Santa Claus nos llega esta historia gamberra, ganadora del festival de Sitges 2010.

En estos días que las fiestas navideñas están próximas y la gente empieza a sentir la imperiosa necesidad de estar contentos y felices, aún con la que esta cayendo, suelen llegar a nuestra cartelera películas de temática navideña que suelen coincidir en no ser aptas para diabéticos y en las que números musicales con villancicos se mezclan con estereotipadas historias de niños huérfanos de sonrisa profiláctica.

Gracias a Dios, siempre existe gente que odia la Navidad y la forma comercial en la que ha ido derivando con el paso de los años. Jalmari Helander es uno de ellos, y en Rare Exports: un cuento gamberro de Navidad nos brinda un más que entretenido cuento antinavideño. La historia, una precuela del primer y segundo corto del director (que conviene no ver antes de la película, peligro de spoilers), cuenta la verdadera leyenda de Santa Claus, un ser despiadado que busca a los niños malos de todo el planeta para llevárselos en sacos. La historia del viejo bonachón que nos trae regalos cada 25 de diciembre, parece ser cosa de la coca-cola. Nada que ver con la realidad.

La película empieza extraordinariamente, metida de lleno en el terror. Todo comienza de forma magistral sin olvidar ninguno de los parámetros del género. Esto, unido a un ritmo gélido, y a la introducción más que trabajada del supuesto Santa Claus, dibujado como un ser salvaje cuyos instintos solo son despertados por la cercanía de algún niño desobediente o el inequívoco olor de las galletitas de jengibre, hace de la primera parte de  Rare Exports una experiencia muy disfrutable para cualquier amante del canguelo. Poco a poco, según los personajes adultos van cogiendo protagonismo a partir del peculiar regalo que reciben los habitantes del pueblo el día de Navidad, Helander deja el terror atrás para adentrarse en la aventura al más puro estilo Spielberg, aunque con bastante más mala baba. Lo que empieza siendo la prima navideña de Déjame entrar (Tomas Alfredson, 2008) acaba siendo la hermana gamberra de Los Goonies (Richard Donner, 1985), más adecuada para las fiestas y un público más infantil, pero que le dejan  a uno preguntándose que hubiera sido de ella si hubiera seguido por el camino del terror.

De todos modos la película cumple con creces en el apartado del entretenimiento, gracias sobre todo a un humor negro acidísimo que consigue sacar más de una carcajada y un reparto muy correcto que sale airoso de esta gamberrada. Habrá que ver por dónde nos sale Helander en próximos trabajos.

En definitiva, una buena opción para las navidades para aquellos que odian todo aquello que tenga que ver con polvorones, panderetas y señores con pijamas rojos patrocinados por marcas de refrescos.

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