18 de abril de 2024

Críticas: Una aventura extraordinaria

Antes de que existieran las redes sociales virtuales, hubo un hecho real que comunicó a todo el mundo en un trending topic ecologista.

No sé si Una aventura extraordinaria es realmente una película extraordinaria… ni siquiera sé si es una aventura. Sus primeros compases pueden anunciar una propuesta familiar y tierna sobre las tradiciones esquimales y el paso y contacto del hombre ‘civilizado’ que cambió su forma de ver el mundo. Ese arranque nos orienta sobre la tradición y el contacto ancestral entre los hombres y las ballenas (¿o las ballenas y los hombres?). Poco importa porque la única carne comestible no está ni en las ballenas protagonistas (son digitales o muñecos del Parque de Atracciones) ni mucho menos en las carnes lozanas de esa presentadora que consume mil calorías cada cuatro meses. No, aquí la única carne para llevarse al paladar se encuentra en que Una aventura extraordinaria es una película sumamente interesante en nuestros tiempos de redes sociales que agilizan el día a día y la información a golpe de trending topic. ¿Cómo se gestaban en tiempos en los que Internet era un proyecto? La televisión era la comunicación más directa, pero en EEUU las noticias de impacto eran filtradas por las grandes cadenas nacionales desde las locales. Desde ahí llegaban a un amplio público, e incluso a grandes compañías si existían intereses comerciales o la mismísima Casa Blanca si posibilitaban fines políticos. La historia de Fred (Pedro), Wilma y Bam-Bam durante 1988 es esa historia sobre fines y personas, sobre fines y sin delfines. El chiste es malo pero esta película es peor.

¿Es la historia de un niño, de un reportero, de ambos o de todos? El niño nativo tiene que conectar con las tradiciones de su pueblo y esa cultura que puede perderse por culpa de un walkman y cintas de los Guns N’ Roses. ¿Malas influencias para las generaciones futuras? Desde luego el grupo de Axl Rose acabó fatal, pero la película del director de Qué les pasa a los hombres creo que acaba peor. El problema principal de la cinta de Ken Kwapis es que se forma sobre una gran historia coral con todos los implicados reales. Tiene la decencia, eso sí, y tal y como parece ser la moda por lo que también mostraba Intocable de Olivier Nakache y Eric Toledano, de mostrar al final imágenes de archivo que en algunos casos difieren soberanamente de la ficción establecida. Yo, si hubiera sido ellos, me hubiera callado como la protagonista de Pretty Woman. En el caso del coronel de la Guardia Nacional de Alaska, que interpreta Dermot Mulroney, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia o mera vergüenza ajena.

La propuesta podría definirse como una redefinición de la inefable ¡Liberad a Willy! mediante la recreación de un suceso real que unió al mundo para salvar a una familia de ballenas que quedaron atrapadas bajo el hielo en 1988 y que hizo que la guerra fría quedara descongelada por un bien y fin común. Todos los intereses se pusieron de acuerdo para salir beneficiados de esa conjunción y el fin propio se hizo universal. Yo siempre pongo el mismo ejemplo para estas películas: Aaron Sorkin. En EEUU deberían sacar una ley para que este tipo de libretos llevaran únicamente su firma. El problema del guión de Una aventura extraordinaria es que viene de los responsables de los guiones de Cariño estoy hecho un perro, El príncipe y yo y Mamá a la fuerza. Creo que sobran las palabras porque está todo escrito. Las historias dentro de la ficción que han impuesto a ese reparto coral no van más allá del cliché y la absoluta complacencia perruna… perdón, ‘ballenuna’.

Resumiría la propuesta en tres factores, a modo de capas de hielo, que imposibilitan a mi juicio que el público pueda emocionarse:

1.- Los cromas y decorados risibles y visibles. Hacen echar de menos a Piratas de Telecinco.

2.- El doble de Ronald Reagan mostrado desde el escorzo y peluquín. Con Nicolas Cage nos hubiéramos reído… ¿menos? Cuando llama a ‘Gorby’ se me saltaron las lágrimas, de risa, claro.

3.- En el momento de mayor clímax diplomático, se reúnen en una sala para debatir la intervención del eterno enemigo en el salvamento: la ayudante ejecutiva del Gabinete de la Casa Blanca, el coronel de la Guardia Nacional de Alaska, la directora de Greenpeace en Anchorage, el reportero televisivo estrella, un magnate del petróleo que está poniendo la pasta y medios necesarios… ¡y el niño esquimal! ¿El niño esquimal? ¡Y escuchando su walkman y pasando de todos ellos! ¿Pero qué hace ahí? ¡Pero qué hace ahí! ¿¡Pero qué hace ahí!?

Creo sinceramente que esa última secuencia define la nula credibilidad de algo que en teoría está basado en hechos reales, pero rellenados con alevosía y mala fe de sentimientos y adornos irreales. Además, crea en el espectador pro-demócrata sentimientos contrarios. ¿Si esas ballenas hubieran sido devoradas vivas por los esquimales (seguro que las cazaron tres meses después) George Bush padre no hubiera sido presidente de los EEUU?  La ballena en la noche me confunde. Hay que recordar, además, que en 1988 el director estrenaba El misterio de la pirámide de oro con Cyndi Lauper y Jeff Goldblum, donde una peluquera y un funcionario de un museo con poderes parten a hacer una misión humanitaria llena de peligros en los Andes… tampoco en esa película nada era lo que parecía, aunque creo que es más creíble que Una aventura extraordinaria.

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