19 de abril de 2024

Críticas: The Amazing Spider-Man

El 6 de julio se estrena The Amazing Spider-Man de Marc Webb con Andrew Garfield y Emma Stone. Mientras tanto, en Cinema ad hoc ya puedes leer nuestra crítica arácnida extendida cual tela ¿irrompible?

Flashback. Spider-Man (2002) fue una cinta que llegó en un momento delicado para el pueblo americano doblegado moralmente tras el 11-S. EEUU necesitaba un héroe, Michael Moore no entraba dentro de los cánones de belleza por (des)proporción circunspecta, Blade es negro, el estilo Obama permanecía por aquel entonces como una distopía y Las Supernenas eran mujeres. ¡Mujeres! Otra distopía aún mayor… La teoría de encontrarse en el lugar y momento indicado cobró forma de telaraña. No sólo Sam Raimi fue catapultado al gran público, sino que la trilogía que propuso fue (y sigue siendo) la más taquillera de superhéroes de todos los tiempos. Tan sólo ese primer bocado arácnido ha sido superado en el boxoffice norteamericano por El caballero oscuro y Los vengadores. Raimi, consciente del interés que seguía teniendo el estudio por explotar el traje del hombre araña, no paró de mostrar primeros planos de Tobey Maguire en Spider-Man 3 para asociar su imagen a Peter Parker y evitar más secuelas… Su siguiente película se titulaba Arrástrame al infierno y era un back-to-basic. ¿Todavía no le ha quedado claro la ironía de todo el asunto?

De vuelta al presente. La telaraña que despliega The Amazing Spider-Man es impecable e implacable: dudo que ninguna víctima se resista a quedar atrapada allí entre sus cientos de efectos milimétricos y los tambaleos que propone su eficiente entretenimiento. Otra cuestión es que nos preguntemos si era necesario tejer una telaraña cuando la anterior que yacía en el mismo sitio sigue todavía marcando una notable sombra. De verdad, ¿era necesaria The Amazing Spider-Man? ¿Era necesario un reboot cuando tal vez no exista nada que ‘rebootear’? El arco visual que propone esta vez el mainstream conlleva un elaborado plan y reestructuración de la percepción del proyecto y enfoque hacía un target que tal vez fuera apartado por la trilogía de Raimi. Aunque no sé si a veces nos ponernos paranoicos, sobre todo después de que Lionsgate estudia seguir rentabilizando La saga Crepúsculo con un reboot cuando todavía no se ha estrenado su última parte… Definamos, finalmente, The Amazing Spider-Man como la película de superhéroes que anhelaban las generaciones de potteries, twilighters y tributes. De la actual generación MTV, del consumismo inmediato y del trending topic intrascendente y emocional con fecha de caducidad.

Es cierto que The Amazing Spider-Man cuenta con todo un aliciente fundamental: el traje hace al hombre. Con excepciones sin máscara o el vigente y perpetuo Tony Stark, claro. Spider-Man es un traje desvinculado realmente de su entidad corpórea por mucho que insistiera Raimi en tal atracción. Un detalle que podría explicar el fiasco que supuso Superman Returns. Muchas generaciones han asimilado a Christopher Reeve como el auténtico Superman, que además se convirtió en otro tipo de héroe hasta el día de su muerte. Una considerable masa social hubiera admitido a Tom Welling por una continuación lógica y evolución sobre Smallville. Con Man of Steel, de Zack Snyder y todos los cerebros creativos que hay detrás como David S. Goyer o Christopher Nolan, se confirmará o desmitificará tal teoría. Spider-Man parece más un legado que una entidad física, un traje que hace al héroe y no a la inversa. The Amazing Spider-Man huele a éxito mastodóntico.

El cambio de roles es obvio respecto a lo ofrecido anteriormente. Volvemos al instituto pero no hay sensación de que nos queramos mover allí. Aunque Andrew Garfield y Emma Stone cumplen 24, este año parece más proclive a esa regresión a los 17 que propone la cinta de Marc Webb. Se evitan, en cierta manera, los efectos de Sensación de vivir, aunque Andrew Garfield por mucho que quiera nunca será un nerd y Emma Stone tampoco esa empollona buenorra con la beca del siglo precisamente en la corporación que se interpone en el camino de Parker. Es cierto que es economía narrativa para empacar lo máximo posible el prólogo y centrarse en la acción posterior. Como si la concepción inicial del primer acto de la película fuera un piloto ágil que compactara todos los elementos emocionales y grandilocuentes.

El dibujo dramático es más oscuro pero el humor brilla por su ausencia: salvo un par de líneas de diálogos, los dientes de ratón que luce Martin Sheen y su foto cuando tenía 30 como homenaje (una retrato de Charlie Sheen sí que hubiera roto corazones), el genial cameo de Stan Lee o la reivindicación del Bubble Shooter para goce de Fátima Báñez. Lo importante de The Amazing Spider-Man es su enfoque conmovedor y fatalista sobre la vida de Peter Parker. Parece que se ha aunado el desaliento de vida de Harry Potter (sin padres, con seres cercanos víctimas de su lucha y ‘elegido’ para derrotar el mal) con el romanticismo teenager de Crepúsculo. Hábilmente su destino es marcado en la ausencia de sus progenitores desde la secuencia que abre el filme: un juego del escondite perpetuo con la figura de una araña disecada como elemento unificador de la conversión futura del personaje. Esa potenciación de su romanticismo y oscuridad existencial es claramente una telaraña lanzada al gran público, una atrapante lección de marketing suprema: tanto las sufridas adolescentes que se preparan para quedarse huérfanas tras la marcha de Bella Swan y Edward Cullen y que encontrarán aquí un nuevo filón, como los de jóvenes emos que sentirán en sus propias pieles los sentimientos de culpabilidad y pérdida del protagonista y como adolescentes necesitados de acción y emocionantes secuencias con las que sus gafas en 3D queden eternamente adheridas.

Tal vez después de (500) días juntos se esperaba otro tipo de originalidad en los planteamientos románticos. La ficción sentimental probablemente funcione porque el romance ha traspasado la pantalla. Otra cuestión es la tela de araña que se teje en forma de conspiración detrás de la figura de Peter Parker y cuya debilidad y kriptonita parece erigirse en el precio de los secretos que mantiene. No es que escuchemos esa frase ya de manual en toda película de superhéroes novatos (¡que se lo cuenten a los protagonistas de Chronicle!): «Un gran poder conlleva una gran responsabilidad». No dicen lo mismo, pero parece que han utilizado las mismas palabras en diferente orden. Realmente el cambio divergente no es que Parker haya dejado la cámara de fotos por el skate y si utiliza una huele más a guiño que a un elemento argumental propio. Lo que realmente denota el filme es que las nuevas tecnologías son el nuevo orden: móviles e Internet son tan funcionales y salvadores como un traje de superhéroe en estos días.

Puede que algunos griten «Lagarto, Lagarto». Puede que los adolescentes necesiten un héroe… adolescente. Puede que el juego de palabras que más se va a escuchar este verano sea sobre la palabra ‘amazing’. Puede que Nueva York no sea Tokyo aunque últimamente, como hemos visto en Los vengadores, lo parezca. Puede que un gran lagarto quiera arrasarlo… pero seguramente, con tantas dosis de romance, hubiera sido mejor una ‘lagartona’ que le quiere levantar el novio a la rubia. Eso sí, después del fiasco de villano, Hollywood debería poner un cartel a sus puertas: «Se buscan buenos villanos. Razón, aquí».

3 comentario en “Críticas: The Amazing Spider-Man

  1. Definitivamente el sorprendente hombre araña es una excelente película, me encantan los efectos especiales, y las locaciones que tiene para un niño a de ser genial ver estas escenas.

  2. La química de la pareja de protagonistas es excelente, sin duda la cinta va dirigida para la nueva generación de jóvenes amantes de historia románticas pero con acción. The Amazing Spider-Man es una correcta propuesta basada en el popular personaje de Marvel Comics. Una cinta divertida, con vertiginosas escenas de acción y con muy buenas interpretaciones. Una película que, a diferencia de la primera cinta, por ejemplo, no se aleja demasiado del relato principal. Buena, para disfrutar y, aunque muchos no quieran, comparar.

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