28 de marzo de 2024

Cannes 2013 (VIII)

CAH The immigrant

Marion Cotillard, Jeremy Renner y James Gray, tres estrellas para The Immigrant.

Se nota que esto se acaba, se siente en la sala de prensa donde empiezan a encontrarse huecos con más frecuencia o se puede pedir un expresso sin necesidad de esperar turno, se ve en nuestras caras que empiezan a reflejar el cansancio de los días largos y las noches cortas, algo que también se percibe en los pases de determinadas películas donde aparecen rostros de profunda concentración, que algún malintencionado confundiría con sueño, cuando uno mira hacia los lados. En fin, que Cannes 2013 agoniza pero aún no está muerto del todo, os ponemos las pruebas ya mismo.

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James Gray es un tipo que encanta por aquí, quizás porque es fácil detectar su sello personal en todos y cada uno de sus trabajos, un director eminentemente religioso (católico para más señas) y estilísticamente cercano a Francis Ford Coppola en cuanto a su forma de construir planos, etc. (lo cual es una virtud aunque algunos pensarán que estoy tirando de ironía vistos sus últimos trabajos). Quizá sea The Immigrant su película más coppoliana, la paleta y el tono del dúo Gray/Khondji retrotraen irremediablemente al de Coppola/Gordon Willis en la parte neoyorquina de esa obra maestra de todos los tiempos llamada El Padrino Parte II. Ya nos gustaría decir que las similitudes con la adaptación de la novela de Mario Puzo continúan en un guión sólido o en unas interpretaciones deslumbrantes, pero lo cierto es que no es así y que conste que no somos sospechosos al respecto, dada la adoración que sentimos por Two Lovers y por intérpretes como Joaquin Phoenix o Marion Cotillard, muy lejos ambos de su mejor nivel. La historia peca de convencional, de deja vu Kazaniano pero personalmente considero al conjunto más que salvado por esa dirección de Gray, clásica e innovadora a un tiempo. La acogida entre los compañeros ha sido fría generalmente, más por aquello de las expectativas creadas que por las propias carencias de la película, o eso es lo que me parece.

CAH The last days on Mars

Blinky fue un cortometraje en el que se combinaban los géneros de terror y de ciencia-ficción y que consiguió para su director, el irlandés Ruairi Robinson, una amplia repercusión crítica. Éste fue sin duda el paso clave para que Robinson diera su paso al largometraje con un producto en el que se mezclan de nuevo los mismos elementos (terror+scifi) en una historia que, en principio suena a manida (los miembros de una base internacional en el planeta rojo hallan una nueva y amenazante forma de vida poco antes de emprender su retorno a la tierra) pero que deriva en una senda poco recorrida, sí amigos, los zombies han llegado a nuestro vecino planetario. The Last Days on Mars viene avalada por el poder económico/mediático de Universal y, pese a contar con los típicos errores de un director primerizo (una dirección de actores francamente mejorable), supone una nueva esperanza y un nombre a seguir para los fanáticos de un género siempre hambriento de nuevos horizontes.

CAH Wakolda

Wakolda es una muñeca, su dueña Lilith también. Este juego de identidades confusas, de manejos que se repiten como en un eco es la baza más interesante del tercer largometraje de Lucía Puenzo, historia de las relaciones cruzadas entre el huido criminal de guerra Josef Mengele y una familia argentina en los años inmediatamente posteriores a la II Guerra Mundial. El film brilla en tanto se acerca al morboso juego del ratón y el gato que se establece entre Mengele (notable Àlex Brendemühl) y la pequeña Lilith, la niña de la familia aquejada de raquitismo que el carnicero de Auschwitz tratará con motivos espúreos, y pierde cuando se dispersa por bosques de subtramas y serendipias no demasiado bien hiladas. En general da la impresión que Puenzo trata de tocar demasiados palos y, por el camino, pierde de vista lo que debería haber sido su objetivo prioritario, y es que las escenas que comparten Brendemühl y la debutante Florencia Bado dotan a la cinta de una tensión dramática y de una carga de profundidad de las que, por desgracia, carece el resto del metraje. Otra vez será.

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