28 de marzo de 2024

Críticas: Renoir

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La familia Renoir dibuja su vida en la pantalla.

En una de las secuencias de la película, el pintor Pierre-Auguste Renoir se enfrenta a una de sus creaciones pidiéndoles a sus modelos que cambien de postura. Ellas tratan de acatar la orden ayudadas por su hijo Jean, el cineasta. Sin embargo, en un arrebato, Renoir les exige que floten como las mujeres de los cuadros de Courbet que se exhiben en el Museo del Louvre. Gilles Bourdos, el director de esta admirable película,  parece que también se acoge a ese principio de flotación para presentar Renoir: lánguida, pausada, sosegada y sinuosa. Bourdos retrata con su cámara la historia de esta familia de artistas  en la última etapa vital del pintor acechado por la artrosis, dolido por la pérdida de su mujer y desalentado por la marcha de su hijo Jean al frente de la Primera Guerra Mundial.

Presentada en la Sección oficial Un certain Regard del Festival de Cannes en 2012, Renoir es un film en el que las relaciones familiares priman sobre las virtudes de la obra del pintor, donde se respiran sus cuadros pero no se aferra a las composiciones dejando que éstas se perciban a través de la luz y los colores, de sus modelos, de los temas (la naturaleza, las escenas cotidianas) y de la pulsión artística de sus protagonistas.

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Uno de los grandes aciertos de este film parte del interés de su director Gilles Bourdos en tratar de adaptar el lenguaje pictórico al cinematográfico alejándose del tableau vivant. Pocas veces se verá al pintor pintar y jamás al cineasta rodar. Movimientos de cámara que flotan en la naturaleza al compás del latido del pintor: captura la esencia del impresionismo a través de la fotografía y coquetea con su trazo a través de puntuales desenfoques en los que se revela la paleta de color. Planos largos con travellings sosegados, la medida del tiempo se dilata en un hogar donde parece haberse creado un oasis en el que la familia y su cotidianeidad giran en torno al padre Renoir apegado a su arte y a la naturaleza rindiéndoles el respeto que merece como patriarca. Y es en ese punto, en lo formal, en el que Bourdos homenajea al cineasta mediante el cine, no siempre a propósito del suyo pero sí sin perder su pista: como fondo, Bourdos sigue al padre a través de la luz con paletas de ocres, azules, rojos y verdes que inundan los encuadres. Como forma, sigue al hijo en su danza con la cámara acompañados por la evocadora y atmosférica banda sonora de Alexandre Desplat y con un montaje que decanta sutilmente la balanza del pintor al cineasta durante la segunda mitad de la película: si en la primera parte la naturaleza y la luz se asocian directamente al pintor, en la segunda el cine cobra mayor importancia: nacen algunos primeros planos remarcables, la tecnología irrumpe en lo natural con la llegada de los amigos de Renoir en moto serpenteando la carretera mediante la imagen acelerada, Renoir experimentando un vuelo en avioneta que lo devolverá a las filas del frente francés como piloto, el movimiento se contrapone a la fijación pictórica… Pequeños detalles que estimulan el visionado de una película que a priori podría suscitar la sospecha de ser un biopic sin mayor interés pero que su puesta en escena seduce y cautiva provocando que se llegue al final sin que uno se haya dado cuenta.

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Además de todo esto, habría que añadir el buen hacer del trío protagonista con Michel Bouquet a la cabeza interpretando al pintor Renoir o más bien siendo el pintor. Su recreación del artista es pasmosa, emocionante y veraz. Les sigue la musa, Andrée Heuschling (Christa Theret), bella, sensual y rebelde y Jean Renoir (Vincent Rottiers) inseguro y perdido abrumado por la figura de su padre e indeciso con el camino a seguir en su vida. Su relación con Andrée y las aspiraciones de esta por convertirse en actriz será determinante para que el hijo Renoir decida al fin dedicarse al mundo del cine.

Sin grandes arrebatos pasionales, sin evocar la figura del creador de modo hiperbólico o paroxístico, Renoir es una película para dejarse llevar, en algunos momentos emocionar pero, sobre todo, mirar.

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