18 de abril de 2024

Entrevistas: La isla mínima

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Entrevistamos al director y los actores de La isla mínima.

Recién llegados del Festival de San Sebastián, donde La isla mínima se ha estrenado con un considerable éxito de crítica y público, su director Alberto Rodríguez y tres de sus principales protagonistas, Raúl Arévalo, Javier Gutiérrez y Nerea Barros, han presentado esta mañana en Madrid la película a los medios. En una entrevista conjunta con los compañeros de Cineralia y Fusion Freak, los cuatro han compartido con nosotros muchos de los entresijos del difícil rodaje de la película que tuvo lugar en el paraje natural de las Marismas del Guadalquivir.

Comenzamos con el director de la película Alberto Rodríguez:

– Acabáis de estrenar la película en el Festival de San Sebastián, ¿qué tal acogida ha tenido?

Alberto Rodríguez: Pues siento que el objetivo se ha cumplido que era que la película se hiciera visible para el público, que es realmente lo que necesitamos, que el día 26 la película haga buena taquilla. Creo que de todas las películas que he hecho, esta es la que más se ha hecho pensando en el espectador, para que el espectador la disfrute o la sufra en este caso. De San Sebastián vengo contento por eso, también por la acogida de la crítica y por la del público que fue fantástica y son de esas cosas que se sienten en primera persona y es muy bonito.

– Hay detalles de la trama que pueden recordar a casos reales de chicas asesinadas, me ha venido a la cabeza mientras la veía el caso de las niñas de Alcácer, ¿te has fijado en algún caso real a la hora de escribir este guión?

A. R.: No. De hecho para la parte del crimen utilizamos más la inspiración en una novela de Roberto Bolaño que se llama 2666. Usamos este referente porque la novela habla de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez y en cierto modo yo creo que la mujer está sobrevolando el discurso entero de la película. Ten en cuenta que en esos años, una mujer para sacarse el pasaporte o para abrir una cuenta en un banco tenía que pedirle permiso a su marido.

– Se habla también de la comparación con una serie actual, pero quería saber cuáles han sido tus referencias artísticas aparte de la novela de Bolaño.

A. R.: La influencia fundamental quizá sea Conspiración de silencio de John Sturges con Spencer Tracy, que es un hombre que va a un pueblo a averiguar donde está su amigo que empieza como una investigación criminal y por debajo está hablando de racismo. Pero esta mañana me he estado acordando de que, toda la parte en la que Juan va a contarle a los padres qué ha ocurrido y demás, tiene mucho que ver con una película que se llama El cebo de Ladislao Vadja, en la que hay un momento en el que el inspector tiene que ir a comunicarle a los padres lo que ha sucedido. Hay muchísimas influencias porque soy buen lector de novela negra, aparte de la referencia de 2666 de Bolaño, que es muy improbable que alguien la cace dentro de esta película.

– ¿Por qué eliges las Marismas como ambientación para la película?

A. R.: La película es un poco extraña, es decir, el devenir de cómo se crea la historia porque empezamos por las fotos. Fuimos a una exposición de fotografía de un fotógrafo sevillano que se llama Atín Aya, que se había dedicado a recorrer las Marismas durante los años 90. Las Marismas son enormes pero cuando se mecaniza el campo, la gente que vivía ahí se fue marchando a pueblos más grandes, lo que fotografió él fue a la gente que se había quedado allí varada, en la nada. La exposición fue tan impresionante que cuando salimos de allí, yo iba con el director de fotografía Álex Catalán, estábamos seguros de que en ese espacio había que contar algo.

– Háblanos de esos planos aéreos tan impresionantes que hay en la película, ¿tienen un sentido metafórico?

A. R.: El plano genérico es una introducción a la película, y en cierto modo sí es una metáfora porque los genéricos tienen que ser así. La Marisma es una cosa muy difícil de contar desde abajo, tú llegas allí y lo que ves es un horizonte plano que llega casi hasta el infinito. No hay árboles porque con la sal no crecen y lo que ves es una planicie infinita, pero sin embargo desde arriba había una forma laberíntica que es muy difícil de explicar desde abajo. Todo esto además tenía una lectura no sólo física sino también metafórica que nos venía bien introducirla desde el principio.

Grupo 7, tu anterior película, también es un thriller policiaco que se ambienta a finales de los 80/principios de los 90. La isla mínima sucede en 1980, ¿crees que este pasado reciente es una época propicia para este tipo de género?

A. R.: Bueno, son dos momentos muy distintos. 1980 es un año tan tenso que acaba con un golpe de Estado dos meses después, fue un año dificilísimo con una crisis económica brutal, con gente que se estaba marchando del país, con discusiones sobre el territorio nacional, es decir, había muchas cosas abiertas, incluso la ley del aborto estaba en ese momento intentando ser sacada adelante. Una de las cosas que hacía atractiva la película es que todo se parecía mucho a lo que sucede en el tiempo actual.

– ¿Fue un reto para ti cambiar los registros interpretativos de Raúl Arévalo y de Javier Gutiérrez?

A. R.: No, yo sabía que no era un reto porque los conocía a los dos. Sabía que Javi había hecho un papel dramático en teatro maravilloso y Raúl ha hecho trabajos dramáticos también y sabía que me iba a entender bien con él porque le conocía personalmente. Lo fundamental fue que cuando los dos se unieron había mucha química entre ellos. Por otra parte, buscaba actores que se apoyaran mucho entre ellos, que se convirtieran casi en hermanos porque iban a sufrir de lo lindo y porque iba a haber muchos actores con papeles pequeños que iban a estar saliendo y entrando de la película, con lo cual ellos iban a tener que ayudar muchas veces a los que venían. Y se han portado con una generosidad de la que sus compañeros no se pueden quejar.

– ¿Ellos dos ya estaban en tus planes desde el principio o fue una elección a través de casting?

A. R.: No, ni yo ni Rafael Cobos cuando escribimos tenemos claro quién va a hacer la película. Es un poco como la literatura, cuando escribimos lo que vemos es una cosa difusa que no termina de definirse y es luego con las directoras de casting a las que le contamos la historia cuando se van definiendo los actores que van a interpretar a los personajes. En este caso, sí había varios personajes que tenían que ser muy reconocibles y estar muy presentes para el espectador porque no tienen papeles largos, no están mucho tiempo en pantalla, pero están sobrevolando la historia desde que empieza hasta el final que son Jesús Castro, que sólo con la primera vez ya se queda grabado en la pantalla, Manolo Solo, el periodista, Nerea Barros y Antonio de la Torre. El resto fue una elección de actores menos conocidos para el gran público porque creíamos que era bueno para la película que el público tuviera la misma sensación que tienen ellos, que todo les es completamente ajeno y desconocido.

– ¿Ha sido muy complicado rodar escenas de acción en Las Marismas?

A. R.: Ha sido durísimo por todo. Por el calor, que empezamos con 42º y luego había frío de hasta -2º, ellos además tenían que simular que seguía siendo verano con lo que a veces estaban en manga corta mientras el equipo estaba con los plumas. Los insectos, que a Javi en concreto le tenían frito, las mareas, la logística, lo difícil que es moverse de un sitio a otro… Y luego las partes de acción, por ejemplo el día de Javi metido en el agua tengo que reconocer que fue muy generoso por su parte no decir en un momento determinado “no hago ni una más”, porque técnicamente era complicado, se tenía que hundir en el fango, casi no podía ni moverse, le hicimos todo tipo de barbaridades. El coordinador de acción se lo puso muy fácil y les ayudó mucho.

– En todas tus películas tienes los mismos colaboradores: Álex Catalán para la fotografía, Julio de la Rosa con la música, Rafael Cobos co-guionista, ¿es un equipo perfecto?

A. R.: El único que sólo ha hecho cuatro es Julio, pero sí. Nosotros somos un grupo de amigos que siempre nos ha gustado mucho esto pero que por desgracia, cuando todo empezó no trabajábamos en esto. Álex y yo trabajábamos en la tele, Julio tenía un grupo de rock, Rafael daba clases a chavales. Somos los mismos desde el principio, haciendo una película entre todos y hemos conseguido mantener el equipo. También lo hemos conseguido mantener por otro que es el productor ejecutivo José Antonio Félez que es el primero que apuesta por este equipo y nos deja crecer.

– Has hecho con este 6 largometrajes, 2 comedias seguidas, 2 dramas seguidos y 2 thrillers seguidos, ¿qué toca después?

A. R.: (risas) ¡Sacáis unas cosas! Yo no me había dado cuenta de eso (risas). Es verdad. Pues no sé lo que toca pero lo que estoy preparando es una película sobre Francisco Paesa, que es un personaje muy ligado a los servicios secretos del Estado español, que fue responsable de la captura y la entrega de Roldán. Creo que es una comedia, pero no te sé decir, igual son las tres a la vez: comedia, drama y thriller.

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Nerea Barros tiene un papel pequeño en La isla mínima, pero muy importante y con una carga emocional muy fuerte, el de una madre que pierde a sus dos hijas.

– ¿Qué tal llevas la promoción? ¿Cómo ha ido vuestro paso por el Festival de San Sebastián?

Nerea Barros: Pues ahora mismo un poco drestroy, como si hubiera estado de marcha un mes (risas), pero feliz, emocionada…no tengo palabras, de verdad. Ha sido un sueño hecho realidad, ni aunque quisieras hacer un sueño perfecto te saldría tan bien. El festival es increíble, yo lo había vivido ya, lo vivo cada dos años porque para mí es una cita ineludible donde voy a ver cine que no puedo ver por desgracia en cines comerciales, y me empapo y a veces salgo como mareada de ver tantas pelis. Tener un festival como ese en este país es un privilegio. Pero de repente he ido con una película que admiro, de la que estoy muy orgullosa y he tenido mucha suerte de participar, con la que nos medios nos estáis tratando tan bien…no sabes lo que significa eso, ir a defender tu peli y que nos tratéis tan bien desde el minuto uno, yo estoy que no me lo creo. Y el público en Donosti…el sábado fue el día grande y fue espectacular entrar y salir del Kursaal y que te den las gracias. Yo les daba las gracias a ellos, tú no haces películas para regodearte en tu ego, haces cosas para que lleguen a la gente, para transmitir, para modificarlos en sus asientos y cuando eso ocurre es espectacular.

– Tu personaje lleva la pena por dentro y lo transmites muy bien, ¿te basaste en algún personaje o en alguna experiencia?

N. B.: Sólo he tenido que mirar en los ojos de mi madre. Todas y cada una tenemos referentes de mujeres, de heroínas que luchan contra cielo y tierra, que no tienen nada y que detrás de las paredes de una casa levantan una familia. Yo en Galicia he visto a esas madres que labraban la tierra y que llevaban a sus hijos a la espalda y que tenían muros de hormigón delante y poquito a poco los iban derrumbando aun siendo machacadas para poder darle un futuro mejor a sus hijos. Me he basado en toda esa observación partiendo desde luego desde mi madre que es una jabata y ha tenido una vida increíble.

– ¿Cómo te metes en un papel que por tu edad no has vivido ni por época ni por situación?

N. B.: Pues era un reto muy complicado. Yo estaba acojonada por dónde estaba, primero por Alberto Rodríguez, Antonio de la Torre, Javier Gutiérrez…son grandes actores y, aunque llevo mucho tiempo trabajando, hace poco que me vine a Madrid y a este nivel tenía muchos miedos. Quería cumplir expectativas y es muy complicado. Yo trabajo desde dentro, de observar el mundo y la gente que me rodea, empatizar con sus sentimientos y a partir de ahí, de entender que no hay nada más doloroso que lo que le pasa a esta mujer, que le quitan parte de ella y tiene que seguir viviendo aunque sea imposible. Antonio y el director me han ayudado mucho a meterme en la piel de este personaje. Antonio y yo hablábamos mucho sobre nuestros personajes, él sí es padre y en ese sentido me decía que no quería ni pensarlo desde su perspectiva porque se bloqueaba. Yo, aunque no tenga hijos, entiendo perfectamente ese dolor. Lógicamente sólo una madre puede saber lo que es ser una madre, pero lo entiendo y sé por donde transita ese sentimiento, y desde ahí he intentado componer a Rocío, entendiendo también de dónde viene y cómo ha llegado hasta ahí, y cómo sus sentimientos van yendo y viniendo.

– Los actores con los que más compartes plano son Antonio de la Torre y Javier Gutiérrez. Nos has hablado de cómo trabajaste con Antonio, ¿cómo trabajaste con Javier?

N. B.: Con Antonio como digo he hablado mucho y lo bueno de hablar mucho de nuestros personajes es que una mirada lo dice todo. Antonio trabaja desde la entraña, yo desde siempre le he admirado mucho y cuando me dijeron que trabajaba con él me volví loca. A Javier no lo conocía tanto, sabía que eran grandes actores él y Raúl pero he alucinado con ellos. Javier es grandísimo, lo tenemos asociado a un tipo de papel cómico y no os creéis las miradas que te echa. Con Antonio, me miraba y saltaban chispas. Con Javier, me miraba y saltaban chispas también, yo andaba con los pelos de punta todo el día que para un actor es la piel la que te dice “es por ahí”. Es durísimo pero es maravilloso. Ha sido un privilegio, para una actriz como yo que he venido hace dos años a Madrid desde Galicia y que he trabajado desde los quince años, que la crisis ha afectado muchísimo a la cultura en este país y más en provincias, ha sido una suerte. Me llamaron de El tiempo entre costuras, El príncipe y ahora La isla mínima con estos actores, estoy que no me lo creo. Es lo maravilloso de esta carrera, que cada día es una aventura nueva.

– ¿Cómo llegaste a La isla mínima?

N. B.: Por un casting de dos personas maravillosas que son Eva Leira y Yolanda Serrano. Lo bueno es que no me dijeron para qué era, no me comentaron nada, sólo me dieron dos separatas de dos secuencias, hice el casting y dos meses después me dieron la noticia de que me habían cogido y de la confianza de Alberto. Ellas le hicieron la propuesta y pensó que yo no era sevillana, que me faltaba cuerpo, que era muy joven, pero al minuto de ensayos ya me estaba dando su confianza. Y yo a sus pies, es un director increíble. No es que yo esté bien, o que estén bien Raúl o Javier, todos los actores de esta peli están impresionantes y eso no es casualidad, es algo que hay por detrás que es la dirección. Yo he podido con este personaje tan duro, y he podido quitármelo y ponérmelo cada vez a las siete de la mañana. Yo llegaba allí y todos tenían una sensibilidad brutal, y como me trataron como a una princesa entre todos, te distraías y te salías de esa atmósfera tan dura de la peli. Yo llevaba siempre en el móvil las fotos de Atin Aya, que me las enseñó Alberto cuando me explicó mi personaje, que son impresionantes. Las miradas de las fotos dan la experiencia, lo vivido aparece por su mirada, esa composición de sus caras, de ese peso de vivir en ese sitio y de sufrir esa vida está ahí, y eso es lo que tuve que ir avivando para encontrar el peso de esta mujer con esas condiciones de vida.

– Has trabajado en teatro, en televisión y en cine, ¿qué te aporta cada uno de estos medios?

N. B.: El teatro a mí me ha dado todo lo que soy ahora mismo como actriz, el estar encima de un escenario con el público enfrente es algo que no te lo da otra cosa. Lo que me ha dado son muchísimas tablas y entender lo que hay que darle al público, que tu objetivo número uno es ese público. Te abre la mente, te pone al límite, en el escenario no hay “corten”, da igual como estés si estás enferma tienes que tirar. Es la realidad de esta profesión. La televisión también me ha dado muchísimo, las series son otra manera de grabar, otros códigos, vas mucho más rápido pero tienes que estar igual de bien que en una peli en la que ruedas dos secuencias por día, ¿y cómo haces para estar igual de bien? Pues gestionándote y llegando a casa y ver en lo que has fallado y qué tienes que mejorar. Son personajes en los que puedes dar el 100% y puedes cambiar cosas y darles la vuelta, y eso es un privilegio porque llegas a más público mucho más rápido. Para mí esta carrera es aprender continuamente, va en paralelo a mi vida personal, cómo yo me plantee cuestiones y evolucione en mi vida personal así evoluciono como creadora. Cuanto más curre más buena voy a ser. Y el cine…la cámara me parece algo extraordinario, que por la mirada puedas hablar, cosa que en el teatro no ocurre. El objetivo coge la esencia de lo que estás dando y lo pone en una pantalla grande. Al contrario que las cámaras de fotos las llevo fatal porque no soy capaz de posar y me siento idiota, delante de una cámara de vídeo se me ponen los pelos de punta, me encanta.

– Es evidente la pasión que sientes por tu profesión, ¿siempre has querido ser actriz?

N. B.: Sí, desde pequeña. Mis padres se reían muchísimo porque me ponía una bata de mi madre, que no era ni bonita, era marrón, súper desgastada, con bolitas…y unos tacones rojos de los 80 de “chúpame la punta”, e iba así por la casa hablando sola o con los espejos. Me decía mi madre que siempre he tenido un mundo interior, era una niña que estaba a mi rollo todo el día y encantada de la vida, construyendo cosas que te van colocando en la sociedad. Mi trabajo es destruir todas las barreras mentales absurdas que se van construyendo y volver a esa inocencia y a esa verdad de cuando eres pequeña. Siempre he tenido una necesidad de contar y de expresar con mi cuerpo y mi piel las cosas que siento. También tuve unos padres increíblemente maravillosos que han tenido una vida muy dura pero han sido muy inocentes, y eso me ha hecho encontrar la vida real continuamente. Nunca me han dejado que se me fuera la cabeza, son personas de campo, yo soy una macarra del monte del norte.

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Los dos absolutos protagonistas de la película, también han tenido un rato para charlar con nosotros y contarnos cómo se han sentido al empuñar una pistola y cambiar de registro para meterse en la piel de dos policías. Empezando por Raúl Arévalo y siguiendo por último por Javier Gutiérrez.

– Javier Gutiérrez y tú nunca habíais coincidido en una película, ¿qué tal el trabajo juntos?

Raúl Arévalo: Javi y yo somos amigos desde hace mucho pero nunca habíamos trabajado juntos. Cuando estás rodando en Madrid está muy bien porque dicen “corten” y te vas con tu pareja, a tu casa, pero allí estábamos puerta con puerta. Compartíamos, nos íbamos a cenar, el día que terminábamos más tarde nos tomábamos una copa…esto hace que estés inmerso todavía más en el proyecto y en la película y más concentrado. Fue muy intenso, antes éramos amigos y ahora somos como hermanos. Yo nunca he tenido compañeros actores con los que me haya llevado mal, alguno me ha caído mejor que otro pero con compañeros con los que haya tenido más relación en las pelis no he tenido esa mala suerte de llevarme mal. En una película así, dos meses, todo el tiempo con Javi si nos lleváramos mal, qué jodido sería.

– ¿El rodaje fue muy duro con tanta escena de acción?

R. A.: Sí, Javi y yo lo pasamos mal porque en el cine cuando hace calor tienes que rodar como si hiciera frío y al contrario. Lo que no nos esperábamos es que fuera tan duro y tan intenso y a nivel climatológico aquello era duro. Grabábamos entre octubre y noviembre y por el día hacía un calor que no tenía sentido pero por la noche bajaban las temperaturas a -3º o -4º y la gente del equipo iba con plumas, con orejeras o con guantes de nieve, y nosotros con glicerina a modo de sudor y mojados haciendo que teníamos calor. Te tiritaban los dientes y había que cortar y ponerse un abrigo, y esto dificultaba mucho la interpretación. Y luego las escenas de acción, que tampoco hay tantas pero la que hay de la carrera que en la película son 20 o 30 segundos tardamos en grabarla 2 días porque era muy complicado por planos y teníamos que hacerlo con botines y en un terreno que se llama piel de elefante, que es una tierra muy dura, y nos lesionamos los dos. Yo me hice una sobrecarga en el cuadriceps y Javi una tendinitis que tuvimos que llamar para que viniera un fisioterapeuta desde Sevilla, o sea, muy triste (risas).

– ¿Te ha gustado protagonizar una película de estas características?

R. A.: Más que un drama o una comedia, lo que más me divierte es hacer una película de policías, un cine tan negro como este que nunca había hecho y me encantó. Hay una persecución en coche que Alberto no quería que fuera espectacular en cuanto a los planos y todo está hecho desde dentro del coche, pero tuve que hacerlo de verdad. Venían de verdad tractores en sentido contrario, estaba todo coreografiado pero siempre tenía la tensión de “que no se me vaya el volante”, porque era de noche, la carretera estaba cortada pero había cunetas por las que había agua. Tenía walkies por los que me decía “un poquito más fuerte”, con lo que interpretación ahí hay poca, es la cara mía del acojone de no salirme de la carretera. Es que además por esos caminos, la gente de producción llevaba piedras por si se caían al agua para tener una piedra con la que golpear el cristal y poder salir, o sea que daba una seguridad estar ahí (risas). En el cine pocas cosas pasan para lo que podía pasar.

– Dices que te apetecía hacer una película de policías. En esta sois una pareja de ellos, ¿habéis tenido alguna inspiración de parejas de policías?

R. A.: No nos fijamos en nadie en concreto ni tuvimos muchas referencias, porque cuando ves películas americanas son referentes americanos y esto es muy español, pero tuvimos un asesor que consiguió Javi que era policía en activo en aquella época. Era más como mi personaje, más progre, que rechazaba a gente como el personaje de Javi y lo que nos hizo ver es que la realidad a veces no es tan estética para el cine. Era un tío tan normal que le preguntábamos cómo cogía la pistola y no era como en las películas, entonces Alberto decía que lo respetáramos pero que estéticamente por ejemplo subiéramos un poco la pistola de lo que el policía nos decía, pero es que son personas normales. Ahora me he enganchado en la tele a un programa que se llama Policías en acción, que no puedo parar de verlo, y te das cuenta de que hay todo tipo de policías pero que cuando hablan con el delincuente, al ser personas normales, su día a día, su cotidianeidad, hace que les salga todo más natural. Si yo tuviera que interpretarles seguramente haría de poli duro y eso fue lo difícil, hacer que se creyera que éramos policías.

– Esa cara, ese rictus que tienes es toda la película, es como si el personaje escondiera algo, ¿puede ser?

R. A.: Es verdad, parezco Clint Eastwood en toda la película. Bueno, hay un momento en el que sonrío al final (risas). Todos los personajes esconden algo y Alberto tenía muy claro que esto formaba parte de ello. Al principio yo le decía que era demasiado, es la inseguridad del actor en los ensayos, pero como él es tan amante del cine negro y de la novela negra, es parte de un estilo de cine. Unos policías hablarían más otros menos, unos serían más herméticos otros menos, pero la idea era que todo lo que rodea a estos personajes tuviera mucha vida. Cada personaje te lo crees, parece gente que ha cogido de la calle y la ha puesto ahí a actuar, pero quería que nosotros mantuviéramos, aun siendo creíbles, esa cosa del cine clásico negro de policías duros y herméticos aunque luego se les vea que no son tan duros como se muestra.

– ¿Te ha sido complicado cambiar de registro?

R. A.: Cuando un director es tan bueno, luego ya está el talento de uno que a veces te sale mejor o a veces peor, es fácil. No es una cuestión de que una comedia, un drama o un thriller sea más fácil o no, es que depende de cómo sea el director. De repente secuencias en las que vas con un arma bajo la lluvia, ahora mismo lo rodamos aquí con mi móvil poniendo esa misma cara y dices “¿qué haces, tonto?”, y ahí con la fotografía de Álex Catalán parezco Matt Damon bajo la lluvia. Hace mucho todo lo que te rodea y cómo está rodado.

– La película se estrena este viernes, ¿crees que le perjudica o que le favorece estar tan cerca del estreno de otro thriller español como es El niño?

R. A.: No tiene que ver, luego se estrena Torrente la semana siguiente. No es tanto la competencia de las películas, y qué bien que estemos hablando de películas españolas, si fuera una americana diría “qué putada”, pero en este sentido todo es bueno para nosotros, pero lo que me pregunto de verdad es si el público va a ir al cine a verla aunque haya tenido tan buena acogida por parte de la crítica. Si hace un 10% de lo que ha hecho El niño te puedes dar con un canto en los dientes. Sin entrar en comparativas, lo que uno quiere es que la gente vaya para que se sigan haciendo películas, para que Alberto siga haciendo películas. Desde fuera ves el cartel y ves el trailer y es atractivo, pero al final hace falta que se mueva bien la película y que la gente vaya a verla y funcione. Ojalá.

– ¿Os han hecho mucho la pregunta incómoda sobre si la película se parece a True Detective?

R. A.: ¡Es que recuerda muchísimo! Fue muy gracioso porque cuando estábamos rodando la peli, yo que no conocía esa zona decía “parece Mississippi, esto no parece España”, y cuando Alberto estaba montando la peli, yo que soy muy friki de las series me veo la nueva serie de la HBO True Detective. Y cuando veo el trailer digo “¿perdona…?” Veo a dos policías que llegan a un pueblo que es en un paraje muy parecido, que si la peli transcurriera en Madrid, todavía, pero ahí… Se lo mandé a Alberto y…bueno, Alberto todavía no ha querido ver la serie. Ha visto escenas, dice que cuando termine todo esto la verá, pero no la quiere ver para que no le condicione. Luego la serie va por otro lado y los personajes son diferentes pero es inevitable, no es que ninguna de las dos sea súper original en cuanto a dos policías que investigan algo, pero que salgan a la vez, que te recuerde un poco la trama, lo que es alucinante es la similitud de los parajes. Es verdad que una es muy americana y refleja muy bien toda la atmósfera sureña, pero esta también curiosamente refleja la del sur de España, y por ahí coinciden. Lo chungo sería que fuera mala True Detective y nos compararan (risas).

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– Javier, ¿Cómo has trabajado ese cambio de registro que tienes en La isla mínima con respecto a otros trabajos tuyos?

Javier Gutiérrez: Pues muy gratificante, ha sido muy placentero tener la oportunidad de trabajar con Alberto Rodríguez, un director que ama a los actores, que es muy concienzudo, muy perfeccionista y muy detallista con el trabajo del actor, con mucho respeto y mucho amor por su trabajo. Todo eso al lado de un guión muy potente, muy sólido hace que todo sea mucho más sencillo. Aunque a mí, sí es cierto que se me conoce más por la televisión porque he hecho una serie muy conocida como es Águila Roja, con un personaje que lleva toda el peso de la comedia, pues también he hecho muchas cosas dramáticas en teatro quizá no tan conocidas para el gran público. En ese sentido creo que este es un personaje que igual va a sorprender o le va a llamar la atención a mucha gente que sólo me haya visto en comedia.

– La dualidad de la personalidad de los personajes de Raúl y el tuyo, pero a la vez tan complementaria, ¿crees que es lo que le da más veracidad a la historia?

J. G.: Yo creo que lo que dota de verosimilitud a la historia es toda la historia en sí. Es un guión muy bueno con unos personajes que ya sobre el papel tienen mucha miga y están dotados de mucha verdad. A veces es difícil encontrarse líneas tan bien escritas, tan a favor de lo que uno dice que la primera vez que lo dices por tu boca suena ya a verdad. Sobre todo, el colocar a estos dos marcianos con ese Chrysler de esa época que parece una nave espacial en mitad de un lugar tan inhóspito. Desde esos espacios, desde esas Marismas inabarcables que fotografía Álex Catalán, todo es mucho más sencillo además con esas ropas de los años 80. Hacer películas de época es muy divertido para los actores y, aunque ha sido una peli dura, luego se ve el resultado en pantalla y todo acompaña. Es una película que entra por los sentidos, muy sensorial, que te envuelve en esa atmósfera desasosegante de la foto de Catalán a la música de Julio de la Rosa, a cómo construye el relato Alberto, a cómo guía al espectador porque yo creo que el espectador se convierte en un investigador más y en lugar de un dúo pasa a ser un trío, es algo admirable y que creo que engancha y engulle al espectador y no lo deja tranquilo hasta que acaba la proyección.

– ¿En quién te has inspirado para tu papel?

J. G.: Sobre todo trabajamos con referencias que nos dio Alberto, desde películas a lecturas obligadas para conocer bien sobre el terreno lo que íbamos a rodar, y también hemos trabajado con policías en activo y otros retirados que para mí fue muy esclarecedor y muy aleccionador porque, no es que no me viese en el papel pero tenemos en el imaginario al policía americano que es casi un superhéroe, y pensaba “¿cómo podemos hacer que esto cuaje y sea verdad y sea auténtico?”. Me di cuenta de que los policías son tíos normales, de carne y hueso, que lloran, que sufren, que lo pasan mal, que se emborrachan, que pueden ser desde nuestro padre a un vecino, un amigo, y trabajar con ellos mano a mano, coger una pistola, contarte vivencias, comer con ellos y verles tan cercanos, hacen que el trabajo desde ahí sea más fácil. De hecho me basé en uno de los policías, me fijé mucho en esa persona.

– Aparte de policía, tu personaje tiene un pasado oscuro de miembro de seguridad del régimen franquista, ¿cómo te enfrentas a esa complejidad del personaje?

J. G.: Eso es un regalo. Cuando Alberto y Rafael Cobos escriben los personajes, tanto el mío como el de Raúl, no los escriben de una sola pieza. Hay muchas esquinas, muchos recovecos, son como una cebolla con muchas capas y para un actor eso es oro puro, el poder investigar. Yo creo que mi personaje comienza siendo una cosa, como casi todo en la peli, y acaba siendo otra. Su auténtico camino hacia la redención que hace que el espectador también viaje con él, y lo que parecía una cosa es otra, y una cosa muy importante que Alberto y yo queríamos era dotarle de humanidad y que el espectador empatizase con el personaje. Creo que eso es algo que se ha logrado. Hay muchas cosas que pasan por la mirada, por la cabeza y por el estómago de Juan: la ira, el miedo, el asco, la violencia, la soledad…muchas cosas que hacen ese personaje muy atractivo para el actor y creo que para el espectador.

– Tu personaje tiene una conexión especial con el de Nerea, sobre todo a través de las miradas, ¿cómo os habéis compenetrado ella y tú y con el resto de actores?

J. G.: Bueno, ya en los ensayos hubo una conexión muy especial con todos. Alberto quiso ensayar toda la peli, cosa poco frecuente, incluso personajes que tienen una sola secuencia vienen a ensayar con los actores. Eso ha hecho que todo sea más fácil a la hora de rodar, y en el caso de Raúl y de Nerea ha habido una química muy particular. A Raúl ya le conocía, a Nerea no pero hubo una conexión muy potente que luego se ve en pantalla. También, sin desvelar nada, hay una cosa que le pasa a mi personaje que hace que enganche muy fácilmente con el personaje de Nerea y que hace que dé un giro que sorprenda al espectador por el cariz que toma el personaje de Juan. Por otra parte, Raúl yo creo que es el mejor actor de su generación, es un tipo muy despierto, muy inteligente, muy listo y que se mueve como pez en el agua en la comedia, en el drama, tiene un físico imponente y va a hacer cosas muy buenas, porque de hecho ya las está haciendo. Ha sido un regalo trabajar con él.

– Nos ha contado Raúl que habéis tenido problemas físicos al hacer las escenas de acción…

J. G.: (risas) Sí, que no somos precisamente Bruce Willis y Tom Cruise. Es que ha sido un rodaje muy duro, pero para que luego se vea todo eso en pantalla no lo puedes hacer desde la comodidad más absoluta, el actor tiene que pasarlo mal para que el espectador se lo pase bien. Sí ha sido muy duro con insectos, hay un momento en el que yo me meto en un río lleno de barro que ni me quisieron contar lo que había ahí porque primero entraron unos especialistas para hacerme un poco de camino y luego entrar yo, trombas de agua, carreras por los lucios, que son lenguas de tierra. Ha sido una película que nos ha puesto al límite casi diario. Las secuencias de acción han sido divertidas porque a mí me hace gracia verme con una pistola persiguiendo al malo y a la vez me lo creo. Santiago Segura decía que le daban miedo los actores españoles con una pistola, que siempre piensas que se te va a disparar o se te va a caer al suelo, que vas a meter la pata con esas cosas que tan bien saben hacer los americanos, pero creo que aquí pasamos con nota el examen porque realmente se ve a dos tipos que saben manejar armas y que se mueven bien en sus trajes de investigadores. Yo estoy muy orgulloso de la peli y de nuestro trabajo y, como decía antes, es un regalo tanto para Raúl como para mí.

– ¿Qué tal el paso por San Sebastián?

J. G.: Bien, muy bien. La peli está en San Sebastián a concurso y más allá de los premios, que estas cosas siempre son difíciles, el objetivo era hacer ruido, que la peli se conozca y que a una semana del estreno la gente escuche hablar de ella y tenga ganas de ver La isla mínima. Hemos salido reforzados con unas críticas buenísimas y un Kursaal lleno el día de pago del público y con mucho interés por parte de la prensa. Venimos encantados del festival.

– Has trabajado en teatro, cine, televisión y en géneros distintos, ¿dónde y cómo te sientes más cómodo?

J. G.: Me siento cómodo cuando un personaje está bien escrito, cuando estoy bien dirigido, cuando la historia invita a que uno se sienta agusto y cómodo. No siempre se pueden elegir los proyectos, ya sabemos cómo está el cine en este país, y el teatro y la cultura en general, y dentro de lo que se me ofrece voy picando pero cuando te ofrecen un personaje como este, pocas veces a uno se le presenta la oportunidad y espero que a partir de esta peli se abran otras invitaciones a hacer otro tipo de cine. Me gusta mucho el cine, la tele la disfruto mucho también aunque es harina de otro costal porque es la inmediatez más absoluta, y el teatro es un lugar maravilloso, es el hábitat natural del actor y ahí no hay trampa ni cartón.

– ¿Cuáles son tus próximos proyectos?

J. G.: Pues ahora estoy haciendo una gira de teatro, una versión moderna de Macbeth, Los Macbez, con Carmen Machi dirigidos por Andrés Lima, y estoy rodando El desconocido, la primera película de Daniel de la Torre, un thriller con Luis Tosar que está quedando muy bien. Estoy abonado a los thrillers (risas). ¡A ver si voy a dejar de ser un actor de comedia y voy a hacer sólo suspense! No estaría mal.

 

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