28 de marzo de 2024

San Sebastián 2014: Día 2

Stille hjerte

Día 2 en San Sebastián, nadie pudo evitarlo.

«Cine para abuelas», diría el clásico, antes de rematar la opinión cinéfila (?) con un «y para cenar pescao», en esa nueva (???) escuela de crítica minimalista (o molecular) capaz de joder la carrera de Ryan Gosling y Zhang Yimou en la misma frase que se glosa el atún en papillote mientras se contempla el ocaso sobre el cielo de la Croisette con un vodka de arándanos en la diestra. Justifiquemos este prólogo dedicado: hoy la jornada aquí en San Sebastián comenzaba con el director danés Bille August (ganador del Oscar a la mejor película extranjera de 1988 con Pelle, el conquistador). Un tipo especializado en adaptar «grandes obras de la literatura contemporánea» (ejem), con ese estilo impersonal y rendido al antecedente literario, como si la evaporación de la mirada autoral o del riesgo narrativo fueran la condición sine qua non del clasicismo (algo radicalmente falso, por cierto). La cosa va de Grandes relatos, si me siguen, como esos que podían ver las tardes de los domingos incrustados en el sofá, incapacitados por los vapores de la resaca. Así es este Stille hjerte, una película tan vista y tan poco arriesgada que juraría que en la sala se percibía el olor a decrépito, que a todos se nos puso la cara sepia, al menos un ratito. Todo esto, ya malo de por sí, nos parece peor incluso si el país es Dinamarca, donde hace 16 años ya Thomas Vinterberg revelaba los trapos sucios de la alta burguesía en la notable Festen, para que ahora venga August a decirnos que el colmo de la osadía es fumarse un porro en familia. En fin, drama light, más por el cómo que por el qué, para que los corazones no sufran y con todos los planos (evidentemente) en su sitio. Cine de la nada o la nada hecha cine, algo más odioso incluso que apostar y perder, no jugar.

Une nouvelle amie
Une nouvelle amie

En la punta opuesta del rincón de universo cinéfilo que ocupa Bille August, separado por constelaciones de intención, nebulosas de estilo, parsecs de originalidad, se encuentra François Ozon. El ganador de la Concha de oro de 2012 con En la casa, retoma su puñado de obsesiones y les otorga nueva forma. El resultado se llama Una nueva amiga y, otra vez en el autor galo, la búsqueda de la propia identidad sexual, afectiva, social ante un entorno aglutinador es quien domina la escena. El espíritu juguetón de Ozon sobrevuela todo el metraje, creando permutaciones en cascada con ligueros, penes, pelucas y pechos femeninos como elementos mutantes. El tono es mucho más ligero que el que utilizaba para hablar de la prostitución como sistema de aprendizaje vital en Jeune et jolie o el de la perversidad inherente a la educación en Dans la maison. Todo es liviano, y así, hasta en los escasos momentos de aparente tragedia, se vislumbra el guiño tras la pose, la promesa de que todo acabará bien porque todo debe acabar bien, o quizás que lo que vemos no es más que el eco de una puesta en escena, la representación de unos principios determinados y sus personajes meros guiñoles sin vida propia más allá de la regalada por su creador. Como unos Arlequín y Colombina del travestismo, corazón de trapo y golpes que no duelen, unos sumamente atractivos Anaïs Demoustier y Romain Duris recorren un camino que desemboca donde lo hacían los cuentos clásicos, bueno, más o menos, y es que ya saben… los tiempos están cambiando.

Autómata
Autómata

Hay un momento clave de Autómata, quizás EL momento clave, en el que unos seres, no diremos quiénes o en qué circunstancias, presentan una gran recopilación de pequeñas piezas, tomadas aquí y allá, con las que pretenden crear una nueva vida. No sabemos si Gabe Ibáñez incluyó dicho plano en un momento de especial honestidad, como una suerte de guiño al espectador atento en el que agradecer la generosa confluencia de referencias que pueblan su metraje, tanta que en algunos momentos su film parece una colección de cromos y poses, una oda al cortapega, un «póngame 200 gramos de Blade Runner y cuarto y mitad de Leone», un vídeo en reproducción continua del Manual del realizador de ciencia ficción noob. La verdad es que el interés generado por el juego cinéfilo de ir pillando los, ejem, homenajes dura lo que dura, luego sólo queda el desierto del aburrimiento y la sobreactuación, el páramo de los gritos y los diálogos acartonados, el erial de los fallos de continuidad y el montaje chapucero. De verdad que nos gustaría que todo esto fuera porque al director madrileño le va lo de ser autoreferencial e irónico pero incluso creerlo, aunque fuera un poco, sería una tarea ardua para el más enfermizo de los optimistas. Reflexionar sobre la naturaleza propia parece imposible cuando todo el espacio lo ocupa lo ajeno, cuando cualquier apariencia de mensaje queda enmudecida por los alaridos. Lo que viene siendo un espanto.

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