25 de abril de 2024

Críticas: Foxcatcher

Foxcatcher (Steve Carell) - Cinema ad hoc

El declive del imperio americano.

En la secuencia que inicia Foxcatcher, el luchador Mark Schultz se dirige a un patio de niños en edad escolar para mostrarles el fruto de su éxito en los Juegos Olímpicos de 1984 y animarles a que sigan su camino. En ese momento se palpa un vacío entre el impostado discurso de Schultz, elegido para representar el socorrido papel de héroe de una nación, y una platea que lo absorbe entre la curiosidad y el desconcierto. Estos primeros instantes suponen ya una declaración de intenciones por parte de Bennett Miller, que retoma la voluntad de mostrar el lúgubre reverso de la pulsión colectiva que provoca el deporte –ya presente en su anterior Moneyball–, a la vez que anticipa un elemento clave en la obra: la representación.

Nos encontramos a finales de la década de los ochenta, se escuchan los estertores de la Guerra Fría y Estados Unidos necesita exaltar el sentimiento patriótico a través de logros deportivos. A falta de un año para las Olimpiadas de Seúl, Mark es contactado por el millonario John Du Pont para que intente, de su mano, repetir logro. La razón de la instantánea conexión entre ambos es su coincidencia en los motivos que guían hacia el éxito, que podrían verse como resumen de la caduca mentalidad colectiva de una nación, pero también el grueso manto de decadencia personal que atosiga a los dos. Lanzada hacia sus objetivos por una dirección detallista en su clasicismo y unas interpretaciones memorables, Foxcatcher intenta plasmar la grisura de una época y una mentalidad siempre colindantes con el fracaso, una idea que se palpa en la misma puesta en escena pero resulta a todas luces inasumible.

Foxcatcher (Channing Tatum) - Cinema ad hoc

Miller elabora para ello un estudio psicológico que toma como base un triángulo del que apenas se desprende, teniendo el resto de personajes una posición meramente funcional e incluso desdibujada. A la sombría relación entre Mark y Du Pont se suma Dave, el hermano también luchador del primero, sobre cuya presencia planea la sombra de una competitividad feroz que el excéntrico millonario pretende transformar en aliento victorioso. El guión, escrito a tres manos, muestra con paso férreo las traumáticas hendiduras del trío, pero no puede evitar achacar por momentos la falta de concisión en algunos aspectos o un retrato del personaje de Mark Ruffalo algo descompensado teniendo en cuenta la imponente presencia de sus compañeros; unos Steve Carell y Channing Tatum pletóricos que bajo kilos de maquillaje y de matices brindan los mejores trabajos de sus respectivas carreras.

En cualquier caso, las mencionadas lagunas no son impedimentos para que Miller logre sobreponerse a las exigencias del consabido rótulo que reza “basado en hechos reales” al comienzo de la película, guiando poco a poco el relato hacia un discurso ya sintetizado con maestría en la citada escena inicial. Aunque su talento encuentre aquí no pocas desigualdades, de él se deduce una capacidad para mostrar con sutileza el lado menos complaciente de la sociedad norteamericana sólo al alcance de unos pocos, además de aprovechar con suma inteligencia las posibilidades del material que toma como punto de partida. Podría afirmarse, sin faltar a la verdad, que Foxcatcher desmonta la posible epicidad presente en la primera parte de su narración para extraer el jugo más amargo del mismo en unos compases postreros que restan cualquier magnitud a los encuentros físicos, pero su alcance no se queda ahí.

Foxcatcher (Mark Ruffalo) - Cinema ad hoc

Cuando un demacrado John Du Pont observa en la turbia quietud de su mansión el documental que muestra sus supuestos logros, sobre un material convenientemente montado para aleccionar sobre ellos; el proceso inverso que sigue Miller ve también la luz: las mismas imágenes, observadas durante las dos horas anteriores, no transmitían sino podredumbre. De ahí que el terrible resorte argumental –real– ejecutado por la mente de Du Pont salte en ese instante: se trata de la distancia entre la mimética representación que han desarrollado todos los personajes y su destino verdadero, el que termina con Schultz ejerciendo el mismo reclamo de héroe nacional en un escenario muy distinto al que había contemplado sus batallas anteriores.

Puede afirmarse sin rodeos que, finalmente, Miller logra ejecutar la enésima versión de esa poética del perdedor que con tanta insistencia parece estar explorando el cine norteamericano reciente. Si bien cierto regodeo en su férreo clasicismo impide que hablemos de una película brillante, Foxcatcher confirma la existencia de un talento capaz de brindar una obra magistral en un futuro a medio plazo. Y que no necesita del guión de un Aaron Sorkin para demostrar sus grandes aptitudes.

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