Carlos (que no Charlize) Therón dirige la segunda parte de Fuga de cerebros, y si esta broma les ha parecido mala, es que todavía no han visto la película.
Es una verdadera pena que todo lo que había ganado, a priori, esta segunda parte, se quede en bastante menos de lo esperado (que tampoco era mucho, aunque sí mejor que su precedente). En primer lugar sustituir al impersonal González Molina y reemplazarlo por el debutante Carlos Therón no podía ser ninguna mala noticia: por poco que Therón hiciese, ya destacaría más que el anterior director de la saga. Tampoco se antojaba un mal cambio el de Mario Casas, que en la primera parte demostró ser bastante limitadito como actor cómico (por no decir otra cosa), por Adrián Lastra, que ya sorprendió a propios y extraños en la reciente Primos. El tercer y mejor cambio era ambientarla esta vez en Harvard, puesto que si en Fuga de cerebros el humor no funcionaba en un contexto (el británico) idóneo para dar rienda suelta a una comicidad más absurda, quizá éste sí era el contexto adecuado teniendo en cuenta hacía donde le es más fácil dirigirse a la comedia española (no tanto por referentes, si no más bien por expropiación de fórmulas USA que funcionen –véase Spanish Movie tras el éxito de las Scary Movie’s y sucedáneos baratos-).
Como decía, pues, resulta bastante lastimoso desaprovechar así un material que pese a no ir a sentar un precedente o un punto de inflexión en la comedia española, como mínimo sí podría haber resultado un pasatiempos divertido a ratos y ameno la mayoría del tiempo. El problema es que tras una presentación realmente floja, que nos hace torcer la cabeza dos años atrás y preguntarnos si realmente ha cambiado mucho la cosa, Fuga de cerebros 2 logra destapar el tarro de las esencias en su parte intermedia, para terminar aniquilando cualquier posibilidad de resultar como mínimo salvable. Todo ello, debido a un guión que se empeña vez tras otra en repetir errores pasados y recurrir en su último tramo a exactamente los mismos puntos de inflexión que el material primigenio: no hay sorpresa, no hay un ápice de frescura y, en consecuencia, tampoco hay demasiadas posibilidades de que el espectador, tras lograr abastraerse con un ecuador que a ratos logra rayar a un muy buen nivel, terminen el visionado con un sabor de boca agradable, puesto que nunca lo ha sido estirar el cliché y todavía menos si ya se había empleado anteriormente con tanto descaro.
No obstante, sí cabe destacar el trabajo de Therón tras las cámaras, que sabe manejar a sus actores mucho mejor de lo que lo hacía el anterior director de la ¿saga?, y que controla a la perfección los tics de algunos secundarios (básicamente, los que repiten) que en el primer volumen lastraban el desarrollo, pero aquí incluso mejoran sus prestaciones y no saturan al respetable, incluso por momentos ganándose su simpatía. En materia actoral, también Lastra mejora el personaje de Mario Casas, y pese a arrancar un pelín apagadito se va destapando a medida que avanza el metraje, así como una Paula Prendes que no se sabe si sorprende más por su personaje que por su propio desparpajo e incluso Paco Tous (sí, el prota de Los hombres de Paco) al que le cae un papel en forma de caramelo que le viene al actor que ni pintado. Aun así, no sólo los aciertos son a nivel interpretativo, sino que el director maneja mucho mejor los recursos y se aleja de la plana dirección de la primera parte, logrando secuencias realmente conseguidas como la cena de Lastra con los padres de Prendes, así como un aspecto visual bastante más atrayente.
Como desgraciadamente no es oro todo lo que reluce, los implicados en la faceta guionística, que repetían hacen de lo que podría haber sido una interesante propuesta, un hastiante cúmulo de tópicos y de escenas que ya habíamos visto, desaprovechando incluso otras que podrían haber sido oro puro (como la última), y ni siquiera regalando una buena línea de guión a Hasselhoff, que incluso está más simpático en la aparición de unos créditos que servidor ni se quedó a ver. Total, para que uno de los invitados especiales (el Langui) tuviera su minuto de gloria ya le podrían haber regalado una mejor aparición, no terminar con un anodino rap que remata una faena a eludir. Vamos, que si lo que quieren es una buena (y divertida) comedia, habrá que seguir esperando a que Cobeaga y Sánchez Arévalo nos saquen las castañas del fuego, y a otra cosa.