Crítica de El show de Truman, película dirigida en 1998 por Peter Weir, escrita por Andrew Niccol y con Jim Carrey, Laura Linney y Ed Harris como protagonistas.
Crítica con spoilers
Si hace unos días me tocó alabar la vertiente más histriónica de Jim Carrey, hoy me toca hacerlo con la más dramática. Aunque en El show de Truman, el actor mezcle ambas y encuentre un equilibrio que hacen que su trabajo sea genial, algo imprescindible teniendo en cuenta que casi todo el peso de la película recae sobre los hombros del canadiense. No quería menospreciar el otro día, cuando escribí la crítica de Un loco a domicilio, el trabajo más serio de Carrey o aquel en el que sin olvidar la comedia, hace un tipo de cine que no deja atrás los recursos dramáticos (adoro tanto Man on the Moon como la película que nos ocupa).
El Show de Truman es, hoy en día, una película tremendamente actual. Lamentablemente, mucho más de lo que fue en 1998 y ya es decir. Desde el cambio del siglo, hemos visto como esta trama aparentemente disparatada que habla, sobre todo, de la perdida de libertad de un individuo, se ha convertido en el pan de cada día de varias personas que, como el personaje de Ed Harris en la película, juegan a ser dioses con las vidas de otras personas y en la que todo les vale por una audiencia millonaria. Lo peor es que nosotros se lo permitimos, podríamos vernos reflejados en todos esos espectadores que ven El show de Truman (me refiero al show dentro de la película, no a la película), aborregados ante lo que Christof (Ed Harris), manipulando la vida de Truman, les muestra.
También vemos como aunque no se le justifica, tampoco Andrew Niccol ni Peter Weir se dedican a demonizar a su personaje, se le ve como un hombre más bien enamorado y fascinado por su criatura, no olvida que está ante un programa de televisión pero tampoco que él ha estado ahí durante toda la vida de Truman pese a no tener una cámara dentro de su cerebro, como bien le recuerda Truman al final.
Se le podrán achacar algunas cosas pero, en mi opinión, sus fallos son perdonables o algunas cosas son las típicas cosas sin demasiada importancia que se suelen sacar para machacar cualquier película. “Que si Truman no se entera de todo el pastel antes viendo la torpeza con la que se mueven a su alrededor” me parece algo intrascendente. Tiene otros defectos, que sí me parecen tal, pero que no terminan por importarme demasiado.
A cambio tenemos un guión escrito por Andrew Niccol, director y guionista de películas como Gattaca, El señor de la guerra o la recientemente estrenada In Time, que se encarga de mostrar la evolución psicológica del personaje, apoyado por el trabajo de Carrey, desde su principal deseo -irse a Honolulu-, su temor -el mar- o todo lo que está pasando en muy pocos días. Y no es poco teniendo en cuenta que está rodeado de un plató gigante y que todas las personas a su alrededor son actores incluyendo a su madre, su mujer y su mejor amigo.
No me querría olvidar de elogiar a Peter Weir, ya que cuando se habla de El show de Truman casi siempre se menciona la interpretación de Jim Carrey o el guión. Su trabajo no es fácil y tiene que apoyarse en un actor que fácilmente podría haberse pasado, pero él sabe controlarlo y sacarle un gran provecho al escenario que, creo, Niccol no podría haber conseguido por sí solo. La creación de este mundo no podría haber sido mejor si no fuera por él (introduzca aquí una pulla hacia Avatar de James Cameron o hacia mí por mencionar Avatar sin venir a cuento). También destaca por su trabajo con las relaciones entre personajes. Weir quizá no sea considerado uno de los grandes pero es un director muy respetable con algunas obras grandes en su filmografía.
Y como tampoco es justo quedarse solo con eso, hay que mencionar que en el terreno de interpretaciones tampoco Carrey está solo. Ya hemos mencionado a Ed Harris, que está maravilloso como el creador de ese mundo, pero Laura Linney está divertidísima en el papel de arpía así como Noah Emmerich, como supuesto mejor amigo de Truman, está más que bien recitando los textos que le van diciendo.
Había quedado un poco en mi olvido después de ser una película que allá en los 90 me encantara, pero tras volverla a ver me ha gustado mucho y lo que es mejor, está creciendo aún más dentro de mi cabeza. No creo que pueda decir mucho más de ella salvo una cosa: «por si no nos vemos luego, buenos días, buenas tardes y buenas noches».
Ya es un clásico de los noventa.
Oscar ya para Jim Carrey
olelelel