24 de abril de 2024

Críticas: Las amistades peligrosas

CAH / Las amistades peligrosas

Uno de los estrenos de la semana es Cumbres borrascosas, eclipsada por [•REC]³ Génesis, Ira de Titanes y Lorax. Nosotros hemos preferido decantarnos por la primera y hacer de otra adaptación de un gran clásico literario nuestra película de la semana.

Hay muchos modos de matar el aburrimiento. A unos les da por jugar al dominó, a otros por caminar sobre cristales, otros prefieren dar un sencillo paseo y los hay que gustan de tirarse rodando por una cuesta tras un enorme queso. Los protagonistas de Las amistades peligrosas (1988), la marquesa de Merteuil y el vizconde de Valmont, sublimemente interpretados por Glenn Close y John Malkovich, ocupan su inabarcable tiempo libre dando rienda suelta a sus maquinaciones perversas. Tanta ociosidad no sólo influye en la actitud de ellos dos, sino también en la del resto de una decadente aristocracia que se entrega a las pasiones como si no hubiera mañana.

CAH / Las amistades peligrosas

En este virtuoso drama de época dirigido por un Stephen Frears en estado de gracia todo funciona: el tono, la puesta en escena, el timing narrativo, la banda sonora… y también, oh, milagro, su condición de adaptación cinematográfica. Las más grandes obras literarias tienen algo más que difícil de aprehender e igual de complicado de trasvasar a otro arte: aquí se logra en la medida de lo posible. Frears, con la inestimable ayuda del guionista Christopher Hampton, lleva a la gran pantalla la imponente novela de Choderlos de Laclos con fidelidad, pero, eso sí, realizando las debidas modificaciones para armar satisfactoriamente una adaptación al medio audiovisual.

El siglo XVIII era una época en la que la reputación dominaba los actos del reputado y lo obligaba a ser como le dictaba esa fama que lo precedía. Era, asimismo, un tiempo en el que las convenciones morales-sociales y el deseo o el implacable amor chocaban y se asfixiaban mutuamente. Esto en el siglo XVIII. ¿Ha cambiado algo? En parte, seguramente, ya que nos enfrentamos a otras circunstancias y el tablero ha ido siendo modificado. Sin embargo, no hay que dejarse engañar por el aspecto. En cierto momento dice, y lleva razón, la tía del vizconde de Valmont, Madame de Rosmonde (quien ya está de vuelta de todo y se dedica a practicar el estoicismo frente a los avatares de la vida): «lo único que me sorprende es lo poco que cambia el mundo». Es por esto por lo que grandes obras como la de Choderlos de Laclos se mantienen vigente y conmueven al hombre de hoy y de siempre. En la actualidad tenemos aviones, videoconsolas, internet, más libertades (no profundicemos, de todos modos), más conocimientos, etcétera, etcétera, pero los sentimientos de fondo y las relaciones sociales en abstracto siguen siendo iguales. En otras palabras: los universales nos ofrecen conexión directa con cualquier época.

CAH / Las amistades peligrosas

Heidegger hablaba de la vida como juego y exclusivamente juego. Lo hacía en términos metafísicos, claro. En Las amistades peligrosas hay una corporeización de dicha idea en un asunto sensiblemente más explícito y (sólo) en primera instancia particular. Los dos caprichosos protagonistas se dan en cuerpo y alma a perversos planes, de venganza ella y de posesión él. La cinta llega a alcanzar en ciertos instantes el arrebato emocional gracias al admirable modo en que Frears dispone ese juego sofisticado y determinante, aunque infantil, de vidas adultas en plena ebullición. Destacan como elementos esenciales de la partida la respetabilidad, la virtud, el vicio, el deseo, el flechazo, el engaño, la vanidad y, como bien analizaba Jean Renoir en La regla del juego (1939), unas normas que no se pueden (o quizá sólo no se deben) romper. Durante todo el relato, la marquesa mueve los hilos del vizconde y también así maneja los de los demás personajes implicados en la partida. Por su parte, el vizconde se pone las botas, sin compasión ni remordimientos, con toda (o casi toda) mujer a la que se acerca. Sin embargo, nadie es impermeable y un juego peligroso puede, por definición, conducirnos hacia lo que no deseábamos o lo que quizá en el fondo andábamos buscando desesperadamente.

4 comentario en “Críticas: Las amistades peligrosas

  1. Muy buen trabajo, como siempre 😉

    Es algo tonto dejar comentarios de este estilo, pero la peli no la he visto, así que… sólo queda dejar el rastro baboso de mi paso.

  2. Gran crítica, Cristian. Me gusta el último párrafo mucho. Eso sí, es el XVIII, no el XIX. 😛 Después de la revolución los aristócratas hacían lo mismo pero se andaban con más cuidado.

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