Las agolfadas chicas Disney en el photocall de Spring Breakers.
Resulta que Harmony Korine, aquel disperso tipo que causó tanto revuelo con la peripátetica Gummo (miau!), sigue con ganas de fiesta 15 años después del gaticidio así que ha cogido a las estrellas Disney Selena Gómez y Vanessa Hudgens y ha decidido que sean las golfillas de un James Franco con dientes de oro, gafas de sol y camisa hortera, el resultado se llama Spring Breakers y ha sido la sensación del día en Venecia. Pero no sólo de princesas descarriadas vive el hombre, junto al Hors catégorie de Korine se presentaban la última peli del italiano Marco Bellochio, Bella addormentata, con un debate moral sobre la eutanasia al estilo Mar adentro y la penúltima (siempre la penúltima) de Manoel de Oliveira que puede hacer lo que quiera. Veamos como han sido recibidas por nuestros insignes cronistas patrios:
– La película estadounidense Spring breakers, dirigida por Harmony Korine, sí tiene contrastada capacidad para atacarte los nervios. Posee el espíritu de un porno para ancianos rijosos, protagonizada por cuatro descerebradas lolitas que deciden vivir peligrosamente durante unas vacaciones de primavera. El demencial argumento solo es un pretexto para la repetición hasta la náusea de imágenes de adolescentes meneando lúbricamente su anatomía y chupando todo tipo de objetos alargados simulando felaciones. Todo ello filmado con la estética de los peores videoclips y sin que en ningún momento deje de atronarte la música house. Alguien ha debido de encontrar esta cretinez como el colmo de la modernidad experimental en una trama transgresora que dinamita las convenciones sobre la adolescencia. Los friquis estarán encantados.
– Bellocchio recurre a la intensidad emocional para narrar esos dramas, pero la espesura trágica está descrita con lenguaje banal, con la factura estética de un concienciado telefilme. Bella addormentata no es ni de lejos lo peor que ha exhibido una Mostra con afición a las idioteces autorales, pero constata la incapacidad de Bellocchio para lograr un cine atractivo con esos argumentos importantes por los que siente eterna vocación.
– Y no me quedan calificativos para describir la última y tediosa ocurrencia de Manoel de Oliveira, ese venerado director de 104 años que firma O gebo e a sombra. (…) Celebro que el maestro me aclare el argumento de su película ya que a mí me resulta imposible entender nada de lo que me está hablando. Pero si normalmente su lenguaje para no contar nada se distingue por el estatismo, aquí ha superado todos sus límites.
– El guionista de la totémica Kids y director de lo menos reverenciada Gummo andaba desaparecido desde que en 2009 presentará la violenta rareza Trash humpers. Pues bien, vuelve y lo hace a pleno pulmón. Olvídense de las idealizaciones torpes y pedestres de la adolescencia tipo Tengo ganas de ti o El club Disney. De repente, esa edad incierta entre el vacío y la desesperación, entre la infancia y la edad adulta, se antoja el terreno perfecto para construir una brutal y muy divertida invitación al caos. No hay moralismos, ni mensajes. Todo es carne cruda. La idea es construir una simple comedia alrededor de todas las mentiras que alimentan el universo de los 15 años. Se trata, si se quiere, de una película menor, «un poema pop» (como lo llamó el propio director), un cuento de hadas sin moraleja, arrojado a la pantalla con la única intención del entretenimiento, la risa y el alboroto. Y ahí su acierto. Todo lo que se ve es tan perfectamente irreal, tan desquiciadamente divertido, que acaba por ser la única realidad posible. Tan triste.
– La estrategia del director, fiel a toda su obra, consiste en convertir la cámara en bisturí con el que diseccionar cada uno de los argumentos, cada una de las posturas, cada una de las motivaciones. Y así hasta alcanzar el punto exacto en el que es posible volver a pensarlo todo de nuevo. La brillantez y complejidad del planteamiento avanza a la vez (y aquí el problema) que se detienen las ideas. Bellocchio, siempre a prudente distancia, termina por no encontrar el argumento del drama, la clave de bóveda, que hace que la historia deje de ser algo ajeno que discurre por la pantalla para transformarse en parte de la retina del espectador. Se diría que, tan preocupado de no caer en la trampa del melodrama, al final acaba por mantenerse demasiado lejos. Las razones sin pasión acaban por ser menos razones. El resultado, de cualquier forma, es una gran película que hubiese necesitado algo más de riesgo para hacer daño de verdad, para doler, para importar.
– La jornada se completó con la última película de Manoel de Oliveira, a un paso de cumplir los 104 años, (…) la cinta es prácticamente un único plano fijo de hora y media a vueltas con el absurdo de vivir (tal cual).
– En realidad, si aún no se hubiera inventado la palabra «gilipollez», lo de Korine sería un buen detonante para el invento: se centra en las peripecias de cuatro jovencitas durante las vacaciones entre drogas, alcohol, sexo multitudinario, música para sordos y centenares de «pepitos piscina» en las playas de Miami. Con esfuerzo consigue uno entender las bobadas que dicen, mientras que la cámara te golpea por dentro las sienes y la fiesta es constante y sonante… Probablemente, el argumento quiere decir que la juventud es un virus que hay que pasar, a ser posible en bikini.
– La competición se adornó también con lo último de Marco Bellocchio, Bella adormentata, hecha muy al modo Bellocchio que tanto pega en la sobremesa. Bellocchio se centra en las dudas de un senador sobre votar en conciencia y en contra de su partido político, y en una serie de flecos de la historia mayormente absurdos.
– Lo de Oliveira, O Gebo e a sombra, es un no arrancar: el cineasta portugués se clava él y su cámara, no corta el plano ni para el turno de comer, sus actores van de corrido… No malgasta ni un euro ni un esfuerzo… A su edad, hacer una película ya es un milagro, y si encima está escrita con gusto y con sentido de su cultura y tiempo, pues dos milagros.
– En Springbreakers, Harmony Korine hace un retrato bastante aproximado de esas vacaciones de primavera inventadas como rito de iniciación para que los estudiantes revienten su producción hormonal, y, de paso, aprovecha para que las jovencitas Selena Gómez (Disney Channel) y Vanessa Hudgens (High School Musical) redefinan sus carreras haciéndose el harakiri ante sus virginales fans. Springbreakers es un cuento de hadas que testa sus límites, que reinventa sus estereotipos.
– La bella durmiente trata sobre la eutanasia, probablemente el único tema polémico que a Bellocchio le quedaba por quemar. Siempre fue un perro rabioso que muerde antes de preguntar, y por eso puede sorprender que La bella durmiente sea tan pudorosa o, por decirlo de un modo más gráfico, sufra tanto para mojarse. La virtud de la película es que no plantea una sola tesis, sino muchas, y es el espectador quien debe escoger la que conecte más con su sistema de valores.
– Es admirable que, a los 104 años, Manoel de Oliveira siga en activo. Eso sí, no siempre está a la altura de su genio: en Gebo y la sombra, fuera de concurso en la Mostra, da la impresión de que la rigidez de su método –plano fijo, encuadre idéntico para un determinado emplazamiento de cámara– tiene más de pereza que de decisión de puesta en escena. Su adaptación de la obra homónima de Raul Brandao es puro teatro filmado. Si no fuera por la excepcionalidad de los actores y la pertinencia del texto dudaríamos de si Gebo y la sombra no la ha filmado Garci.
Bonus track: Teaser de Spring Breakers.