Paul Rudd y Emile Hirsch, los chicos de la nueva peli de David Gordon Green, el poeta del cine.
“En la realidad cotidiana, ningún acontecimiento esta dotado de un sentido determinado a priori (existe lo que llama una “ambigüedad inmanente a lo real»). El cine tiene una vocación ontológica de reproducir lo real respetando al máximo esta característica esencial; el cine debe, pues, producir representaciones dotadas de la misma ambigüedad, o al menos intentarlo. Es preciso que lo imaginario tenga sobre la pantalla la densidad espacial de lo real. El montaje sólo se puede utilizar en sus límites precisos (…) Cuando lo esencial de una situación depende de una presencia simultánea de dos o más factores de la acción, el montaje está prohibido”. Teoría del montaje prohibido (Le montage interdit) del gran André Bazin.
El primer pase del día en el Berlinale Palast, que como viene siendo habitual está dentro de la Sección oficial, fue el largometraje bosnio Epizoda u Zivotu bereca Zeljeza (An episode in the life on an iron picker) de Danis Tanovic, que dio su salto a la fama con la inolvidable En tierra de nadie (2001). Se trata de la historia, basada en hechos reales, de una familia en la pobreza que se gana la vida con la venta de hierro, entre otras chapuzas a las que se dedica Nazif, el padre y cabeza de familia. Un día al volver a su casa, se encontrará con que Senada, su mujer, se encuentra enferma. Tras ir al hospital, les dirán que la tienen que realizar una operación que vale una cantidad de dinero desorbitante para ellos, y tratarán de conseguir esa suma por todos los medios.
Cuando Tanovic se dedica a ser observacional y contemplativo respecto a sus personajes consigue potenciar el efecto de verosimilitud y tono documental que pretende transmitir, sobre todo los planos de las hijas de Senada y Nazif desprenden mucho más ese significado cuando ellas juguetean, llegando incluso a mirar a cámara. Sin embargo, este aparente distanciamiento respecto a la manipulación cinematográfica no se mantiene siempre e intercede en la acción a través del montaje de manera equivocada, restando mucha verosimilitud a lo que tenemos en pantalla. Aquí es donde aplicamos nuestra cita inicial de André Bazin. En la escena en la que el doctor les da su diagnóstico, Tanovic fragmenta la escena en varios planos y los convierte en ficción, un recurso en el que anteriormente no había caído, algo en lo que volverá a incurrir en varios momentos y que consideramos un error de coherencia narrativa. Como muy bien explica el teórico francés, es esencial que la acción la sigamos viendo a tiempo real para que cobre mayor veracidad. Si bien es cierto que no podemos aplicarla en todos los casos y circunstancias como casi preponderaba Bazin, esta vez sí nos sirve para explicar muy bien una carencia narrativa. Otro de sus problemas es que un tanto maniqueo en su descripción de los personajes: por un lado, la comunidad de vecinos en las que vive la familia son todos buenísimos y siempre se ayudan en todo; por otro lado, los médicos son el demonio. Su estilo documental le lleva a hacer uso del sonido directo y cámara en mano, concretamente está grabada con la Canon 5D, la cámara con la que se ruedan nueve de cada diez cortometrajes en España y cuya estética nos cansa bastante, aunque en este caso ha conseguido llevarla a un terreno un poco más personal.
Tras la bosnia vino Prince Avalanche de David Gordon Green, que ya se ha convertido en una de nuestras favoritas de la Sección oficial, aunque dudamos mucho que pueda alzarse con el Oso de Oro. La que sí vemos claramente candidata a llevarse algún premio es a su pareja protagonista, Paul Rudd y Emile Hirsch, que realizan una gran actuación y que, dada la enorme escasez de películas con protagonistas masculinos, les hace tener aún más opciones.
Prince Avalanche es el remake del largometraje islandés Á Annan Veg (Either Away) dirigido por Hafsteinn Gunnar Sigurðsson. Contextualizada a finales de los años 80, Alvin y Lance se dedican a pintar las líneas descontinúas de una carretera situada en una zona montañosa que ha sido gravemente dañada por incendios. Más allá de la afinidad de sus paradójicos caracteres, también les une un lazo familiar: son cuñados, Alvin escribe cartas de amor a la hermana de Lance dado que llevan sin verse mucho tiempo. Estamos aquí ante una obra prototípica del cine independiente estadounidense de los últimos años, es muy «Sundance» para entendernos contiene los siguientes ingredientes comunes: actores conocidos pero no estrellas, tono amable con un aire muy fresco y cierta ingenuidad, sencillez en su narración formal y también en la conceptual. La banda sonora a cargo del grupo de post rock Explosions in the Sky también funciona a la perfección. Las pequeñeces de su día a día y sus absurdas discusiones son las que hacen que te enternezcas con estos dos grandes perdedores de la vida.
Y pasado el mediodía, volvimos a la sala que se ha convertido ya en todo un mito: el Kino 7 de los Cinemaxx. La racha de películas vistas allí, todas ellas en torno a las tres del mediodía, ha sido ésta: The Necessary Death of Charlie Contryman, Vic et Flo ont vu un ours y Layla Fourie, es decir, aquéllas que más nos han hecho sufrir. Y cómo no cabía esperar de otra manera, también debemos sumar a nuestra particular lista negra Night Train to Lisbon de Billie August, director de Pelle El Conquistador o La casa de los Espíritus, entre otras. Desconocemos si cuando aceptó el proyecto había leído el guión, en realidad no podemos siquiera asegurar si ha existido en algún momento algo a lo que pudiéramos definir como tal. Imaginamos que, al igual que a nosotros, le engañó el elenco: Jeremy Irons, Jack Houston (Richard Harrow en Boardwalk Empire), Christopher Lee, Charlotte Rampling, Mélanie Laurent, Bruno Ganz y August Dhiel. ¿Puede equivocarse tanta gente a la hora de elegir un proyecto? Correcto, es posible, y hay más culpables además, los que la hayan seleccionado e igual no vieron.
Raimund Gregorius es un profesor suizo que abandona su trabajo tras evitar que una mujer se suicide tirándose de un puente, llevándola posteriormente hasta su instituto. Viaja a Lisboa siguiéndola para darle el abrigo rojo que olvidó en el aula y también con la esperanza de localizar a cierto personaje: Amadeu, un doctor y poeta que luchó contra el dictador portugués Antonio de Oliveira Salazar. Las motivaciones para tal búsqueda nos son desconocidas, lo cual no es un problema, lo malo viene cuando terminada la película uno es incapaz de entender cual ha sido la progresión del personaje, que le ha aportado esa experiencia por la que ha olvidado toda su vida. El film está estructurado de manera muy sencilla: Irons se entrevista con personajes a los que llega siempre de manera forzadísima y de ahí pasamos a un flashback donde la persona relata una serie de escenas en torno a su relación con Amadeu. Más allá de las cuestiones irritantes de siempre como la música intentando maquillar toda la narración, hay un tema que suscita bastante gracia: todo el mundo habla en inglés, una licencia dramática que en estos tiempos que corren comienza a ser muy molesta. Al igual que sucedía en War Horse de Steven Spielberg, el uso de la lengua anglosajona es inherente a varios países europeos, en este caso Suiza, Portugal y España, con distintos acentos, eso sí. Está el inglés suizo, el inglés portugués (que no tiene precio) y no podía falta el spanglish, of course. Tal vez August pretendiera hacerle la competencia a José Luis Garci, pero ni siquiera logra superarle, en cuestiones idiomáticas Holmes y Watson: Madrid Days consigue ser incluso más lamentable. Lo sentimos, August, pero no podemos ponerte ni esa medalla.