28 de marzo de 2024

Especial El hombre tranquilo

CAH El hombre tranquilo 4

Vengan con nosotros de viaje a Innisfree.

Con motivo del reestreno de la copia restaurada de la una de las obras maestras de John Ford, hemos querido rendir nuestro propio homenaje a la que nos parece una de las piezas clave del cine de todos los tiempos y es que siempre es motivo de alegría volver a cantar las mismas canciones a aquella vieja taberna junto a Sean Thornton, Will Danaher y Michaleen Oge Flynn.

Tierra mítica por Servadac

Tras años de desencuentros entre los herederos de John Wayne y los estudios Paramount Pictures, ambas partes se han unido finalmente para brindarnos el reestreno de una película inmortal: El hombre tranquilo.

Tras un exhaustivo trabajo de restauración, la obra maestra de John Ford está de nuevo lista para presentarse en sociedad. Me siento en la butaca. Ahí está el Technicolor resucitado. Al acabar, respiro emocionado y satisfecho: el paraíso de Ford no ha envejecido.

No se puede rodar con más acierto y elegancia una carrera de caballos. Ni captar mejor el paso de los hombres en la hierba o retratar más bellamente el movimiento. No hay nadie como Duke para prender un cigarrillo. El verde habla por la boca de Innisfree, igual que el amarillo en una tela de van Gogh o los azules insondables en los lienzos de Chagall.

Sean Thorton huye del mundo y cruza la frontera. El fuego de una cabellera guía sus pisadas. En un principio, no consigue comprender las reglas del lugar. Nadie permanece quieto en Innisfree pero la suma de todos los desplazamientos, de todas las idas y venidas, de todas las corrientes y veredas, es igual a cero. El tren que llega nunca ha de partir.

Ludopatía y alcoholismo son sencilla melodía, canción coral o esparcimiento. No hay enfermos mentales ni cirrosis y el dinero es sólo de latón, papel sin vida. No existe la violencia en Innisfree. Los golpes no hacen daño. La muerte es una cruz torcida al borde del camino.

John Ford toma los vicios, los suaviza, y crea un universo lleno de virtud. Divide en dos el alma de los hombres y se deshace de la parte más oscura. Extrae la luz de todas las miradas, se alía con el viento. Innisfree es feliz del mismo modo en que lo son nuestros recuerdos más preciados de la infancia.

Al fin, una advertencia: no trates de llegar hasta Innisfree fuera del cine. Y un consejo: evita cualquier juicio en clave moralista. ¿Qué sentido tiene atribuirle ideología temporal a aquello que, por su naturaleza, está fuera del tiempo?

CAH El hombre tranquilo 2

El retorno a las raíces por Alex P. Lascort

Los hombres tomaban sus pintas y cantaban en la taberna, los conflictos se dirimían a golpes, y la justicia dependía de la honestidad, la sinceridad y una suerte de derecho por tradición. Un panorama que muchos calificarían sin dudarlo de ley de la selva, de salvajismo atávico. Parte de razón se podría otorgar a dichos comentarios sino fuera porque con toda probabilidad provienen de gente con una óptica urbanocéntrica, o tan sencillo como decir que nunca vivieron en Innisfree.

Quién vea The Quiet Man con estos ojos prejuiciosos, con la mirada del que busca rudeza, violencia y machismo no verán realmente la película sino solo el barniz de aquello que buscaban ver.  La grandeza de esta obra de John Ford está precisamente en saber dotar de esa romántica aura anacrónica a una película sobre complejas relaciones humanas. Es lo contrario a la mirada microscópica; si miramos la lejanía de las estrellas vemos una composición perfecta de luces, galaxias e infinito, es solo al acercarnos que vemos agujeros negros y colisiones de supernovas. Esta es la composición ideal buscada, la que no reniega del conflicto, pero no quiere embrutecerlo en exceso. Es la mirada del tercer tiempo de un partido de Rugby; nos pegamos, nos batimos y nos hacemos  daño, pero después, cuando el conflicto está dirimido nos tomamos unas cervezas. ¿Machismo? Más bien honestidad.

En realidad esta dualidad lejos-cerca no deja de estar presente en toda la película. El bucólico paisaje irlandés contra el atormentado pasado interior de Sean Thorton. (los tonos oscuros de la escena contrastan poderosamente con el verde luminoso irlandés del metraje) La cercanía del amor contra la dificultad de obtenerlo, Wayne contra Victor McLaglen o lo que es la mismo la apariencia de pulcritud contra la apariencia de brutalidad. Y al final lo que queda de esta lucha marxista de los elementos es la síntesis hegeliana, que no deja de ser otra cosa que la continua dualidad nunca resuelta del alma humana.

Por ello The Quiet Man es la imagen de la celebración de la vuelta a las raíces y la cara de espanto que supone echarlas definitivamente (en este sentido la fotografía de boda es explícita hasta decir basta). Un tratado que se basa en el espejismo de la sencillez y de las buenas intenciones pero que esconde todo un mundo de complejidades filosóficas. Un film que obliga a reflexionar sobre qué hacer con todas aquellas cosas oscuras que se ocultan tras los velos de la belleza y que, para mayor grandeza cinéfila, se atreve a dar una respuesta a tal pregunta: acéptalas, solo así las luces brillarán más, solo así las praderas de Innisfree serán más verdes, inmortales.

CAH El hombre tranquilo

Isle of Innisfree por Martín Cuesta

(…) But dreams don’t last
Though dreams are not forgotten
And soon I’m back
To stern reality
But though they pave
The footways here with gold dust
I still would choose
My Isle of Innisfree.

Si tuviéramos la ocasión de viajar en el tiempo y preguntar a John Ford acerca de la elección de la canción que abre este texto, compuesta por el poeta y cantautor irlandés Dick Farrelly, como leit motiv sustentador del relato de El hombre tranquilo lo más probable es que nos despidiera con cajas destempladas o que nos contestara algo así como “Porque me gusta”. Basta echarle un vistazo superficial al libro de John Bogdanovich Dirigido por John Ford para apreciar la resistencia del genial autor a que su trabajo pudiera ser valorado metafóricamente, sus películas eran lo que eran, o así nos lo quería hacer creer, en su caso esta cualidad encaja con el resto de su personalidad, la de tipo que usa la coraza de la rudeza para esconder una sensibilidad extrema.

Nosotros, discúlpenos Sr. Ford, no podemos creer que una canción en la que se habla del retorno al lugar de la infancia, que refleja la amargura del exiliado, construyendo a golpe de verso el mito de un paisaje apenas rememorado pueda ser casual, porque eso, precisamente, es El hombre tranquilo, eso es Innisfree. Un relato fílmico que dibuja un paisaje sólo posible en la imaginación del viajero que sueña con recuperar aquello que dejo atrás, su hogar y por extensión su infancia. Al igual que el resto de entornos legendarios, el Brigadoon de los páramos escoceses o el escondido valle tibetano de Shangri-La, Innisfree ha triunfado en su pugna con la muerte y vivirá para siempre porque su dominio no pertenece a la geografía humana.

Resulta pues absurdo, ya quedó claro en el magnífico documental de Jose Luis Guerín (Innisfree, 1990), ir a la búsqueda de nuestra pequeña villa irlandesa esperando encontrar la felicidad en sus verdes praderas y es que puede que lo que nos completa no esté en el hallazgo de nuestro paraíso propio sino en las mismas ganas de encontrarlo o cómo decía el poeta cretense Konstantin Kavafis en su obra Ítaca (otro lugar soñado por un viajero forzado al exilio), entender, ya al final del viaje, que es lo que realmente significan las Ítacas.

Juraría que yo venía aquí a hablar de El hombre tranquilo, aunque bueno, tal vez lo haya hecho en realidad.

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