28 de marzo de 2024

Atlántida Film Fest: Prince Avalanche

Prince Avalanche (2) - Cinema ad hoc

Alegrías del incendio.

Antes de firmar encargos tan fallidos como El canguro, David Gordon Green acreditó ser uno de los cineastas independientes americanos más prometedores de su generación con una carrera ya trufada de títulos del calibre de All the Real Girls o Snow Angels, en los que hacía gala de un especial talento para contemplar la melancolía tras la derrota de unos seres imperfectos. Su capacidad encontró continuidad en los doce capítulos que dirigió para la serie Eastbound & Down, que acabaron por tener más de lo segundo que de lo primero. A comienzos de 2013, el Festival de Berlín resaltó su labor como director de Prince Avalanche, en la que parecía volver a territorios similares a los de sus trabajos iniciales. Al igual que ellos –aquí únicamente han visto la luz, y de forma limitada, sus tres comedias–, permanece de momento inédita en los cines españoles, ignorada por los inescrutables designios de la distribución a pesar del reconocimiento. La última edición del doméstico Atlántida Film Fest la rescata.

Prince Avalanche - Cinema ad hoc

Prince Avalanche presenta a dos personajes que en realidad son más: por un lado, Alvin (Paul Rudd), un romántico de corte solitario obsesionado con las meticulosas cartas que escribe a su novia; por otro, Lance (Emile Hirsch), un inseguro follarín que, además, es el hermano de la misma. El tercero, no menos importante y con un papel clave, es el devastado paisaje boscoso tejano cuyas carreteras deben volver a pintar tras un incendio que se lo llevó todo. La asimétrica relación de ambos con él y con su propia soledad prende la chispa que genera la profunda melancolía que emanan unas imágenes de bellísima composición.

Desde el primer momento, Gordon Green juega sus bazas con maestría. El bosque, desprovisto de su vida inicial pero de presencia igualmente imponente, no solamente se convierte en un escenario que retrotrae aventuras y amores pasados, sino en una excelsa metáfora de todo lo que han perdido y ganado los protagonistas en su camino existencial. La remata además la presencia física y espiritual de dos secundarios en el final de sus días, con cada uno de sus recuerdos y vivencias presentes aún en el amasijo de rescoldos que una vez fue su hogar. El descorazonador concepto de lo que fue y sigue existiendo en nuestro mundo pero ya no “es”, late en todos los habitantes de Prince Avalanche. La nostálgica ambientación ochentera, carente de subrayados, sirve a una pura armonía entre forma y fondo.

Prince Avalanche (3) - Cinema ad hoc

La idea de la soledad y las diferentes maneras de afrontarla de ambos personajes es el corazón de una película que apuesta por un caparazón de comedia del absurdo para esconder la irremediable tristeza de un drama sobre la amistad y la pérdida, que consigue dibujar una media sonrisa para nada reñida con el dolor. Al igual que Alvin y Lance, el director se sobrepone a sus limitaciones gracias al trabajo detallista y cuidado con el que afronta su odisea de la inacción, logrando superar la mera postal del escenario para otorgarle la condición de perenne observador fantasmagórico. Los amores perdidos, el fracaso y la superación del mismo a través de la camaradería o las historias intercambiadas al pie de una tienda de campaña guardan un alma especial, que recuerda a algunas de las primeras películas de Wes Anderson.

Pero no cabe el engaño: lo que Gordon Green construye supera la presión de tener referentes tan claros como los que de inmediato nos vienen a la cabeza y se presenta como una pequeña gema que el autor nos revela sin apenas hacer ruido, casi como se le cuenta un secreto a un amigo en un paraje inhóspito. Bien podríamos dedicar otro párrafo a su irregularidad, plagada de ciertos tics o de algunos excesos alejados del sólido y seguro armazón conceptual; pero (casi) todo se termina debiendo a la misma condición de intransferible catarsis que inunda cada uno de sus bellos fotogramas.

Prince Avalanche (4) - Cinema ad hoc

Green convierte así un material de partida sobre el papel tan trillado como el improbable choque vital entre dos seres frágiles –desconozco Either Way (Hafsteinn Gunnar Sigurðsson, 2011), la película islandesa en la que se basa– en otro de sus mínimos retratos melancólicos, construido con un mimo palpable y difícil de no querer a pesar de sus defectos. Algo tan sencillo y a la vez tan complejo, tan humano en definitiva, como eso.

Hasta aquí no hemos mencionado la magnífica música de Explosions in the Sky, parte del cielo de Texas, y David Wingo. Intencionadamente.

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