Bande de filles.
Dos de las constantes en el cine de Laurent Cantet se repiten en la última película del director que nos llega con dos años de retraso, aun habiéndose presentado en el Festival de San Sebastián. La primera, que se repite desde su tercera película Hacia el sur (la cuarta si tenemos en cuenta su debut para televisión con Isla Sanguinaires), la de adaptar obras de la literatura contemporánea, y en segundo lugar la de abordar en cada una de sus películas conflictos sociales que van desde el desempleo al sistema educativo francés, pasando por el racismo y la marginación. En Foxfire Cantet reúne de nuevo ambos aspectos adaptando la novela Puro Fuego que la novelista Joyce Carol Oates escribió en 1993, en la que no falta el toque de denuncia social hacia el modo de vida americano de los años 50.
Narrada por uno de los personajes protagonistas, Maddy, varios años después de que sucedieran los hechos que se describen en la película, Foxfire retrata la vida de un grupo de chicas de un pequeño pueblo de Estados Unidos que decide rebelarse contra el machismo imperante en la sociedad de aquellos años en los que el modelo de feminidad era Doris Day. Maddy y su mejor amiga Legs, a años luz de mujeres de ese tipo, fundan la sociedad secreta femenina Foxfire con la única intención de vengarse de los hombres y de la impunidad de sus actos degradantes para con ellas. A medida que sus actos de venganza se van radicalizando, y mayor es la repercusión que tienen, más chicas solicitan entrar en la banda creándose así una especie de hermandad con sus propias reglas.
A pesar de que la película transita por todos los problemas sociales existentes en los años 50, muchos de ellos aun de rabiosa actualidad, como pueden ser el la ya mencionada sociedad falocrática, los conflictos raciales, el capitalismo feroz que desoye las reivindicaciones sindicales, e incluso una leve intuición de la homosexualidad femenina, pasa por ellos con una superficialidad sorprendente en el director de filmes con tanta carga social como Recursos Humanos o La Clase. Más bien los utiliza como meras excusas para contar las andanzas de este grupo de chicas, cuya rebeldía tampoco queda sin embargo definida de una manera clara. “Querer hacer el mal por el mal” es la percepción de los adultos sobre ellas de la que se queja Maddy casi al principio de la película al recordar sus supuestas transgresiones, una queja que nos invita a pensar que nos espera una historia plagada de frustraciones, de marginación y de la pérdida de la inocencia. Pero no. Salvo los incidentes sexistas iniciales que sufren algunas de las chicas, no vemos en el resto ningún motivo real que las aliente a formar parte de una sociedad como Foxfire más allá del simple encaje social que todo adolescente necesita. Ni siquiera podemos pensar en ellas como unas “rebeldes sin causa” puesto que causa tienen, pero una causa que se desarrolla torpe e incoherentemente durante la mayor parte de su metraje, al que por cierto le sobrarían bastantes minutos.
No se le puede negar a Foxfire una cuidadísima ambientación de la época en la que transcurre, y que contrasta con el naturalismo que emplea a la hora de rodar, y tampoco el buen hacer de Cantet a la hora de dirigir actores, en este caso actrices, sin ningún bagaje profesional anterior como ya lo hiciera en la magistral La Clase. Pero todo esto se torna insuficiente ante una historia sin alma, sin emoción y casi sin sentido como termina siendo. Al margen de un final de lo más absurdo, toda la segunda parte de la película es una insistente repetición del proceder de las chicas para buscar dinero con el que mantenerse. Así, sin más. Sin una evolución de sus personajes, sin una motivación clara por parte de ninguna de ellas, sin que a lo largo de casi dos horas hayamos visto algún delito que se pueda considerar como tal y por tanto justifique esa necesidad de las chicas de vivir como proscritas, y por supuesto sin tener claro hacia dónde nos quiere llevar la historia.
El resultado es por tanto bastante irregular y a todas luces decepcionante, más aun teniendo en cuenta la trayectoria de Cantet. Todo el ritmo y el interés que imprime a sus anteriores películas, unido al compromiso del que hacen gala y a su completa definición de los personajes, brillan por su ausencia en una película que nunca termina de cautivar ni tan siquiera con las más que notables interpretaciones de sus protagonistas. Foxfire se queda así en un estiradísimo boceto del retrato de la América de los años 50 que podría haber sido.