19 de abril de 2024

Entrevistas: Lara Izaguirre

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Entrevistamos a la directora de Un otoño sin Berlín.

Este fin de semana se estrena Un otoño sin Berlín, una película de emociones, íntima, pequeña que tuvo su premiere en el Festival de San Sebastián con gran éxito por parte de crítica y público. La película se centra en una chica que vuelve a su pueblo natal para reencontrarse con su familia y con su primer amor, en un intento de recuperar el tiempo perdido con todos.

Para hablar sobre el proceso de creación de la película y sobre las emociones que se reflejan en ella, tuvimos el placer de entrevistar a su directora, la debutante Lara Izaguirre, y aquí os dejamos lo que nos contó.

– En el pressbook de la película dices que Un otoño sin Berlín surge de la necesidad de comunicar cosas importantes para ti de una forma inconsciente, ¿a qué cosas te refieres?

Lara Izaguirre: Yo quería hacer una película como las que a mí me gusta ver. No quería hacer una peli explicativa que lo contara todo, quería dar libertad al espectador para sentir, para vivir. Eso siempre lo he tenido en mente, eso y lo de no contar todo que ha sido una obsesión para mí e incluso ha sido como “el peligro”. Hay gente que está demasiado acostumbrada a que le cuenten todo en las películas y en una como la nuestra no puedes ser un espectador pasivo, tienes que ser muy activo y trabajarte tú la película. Eso es lo bonito. Los temas de los que se habla eran cuestiones de las que a mí me apetecía hablar porque eran importantes en mi vida en aquel momento, y con esa mezcla de la intención de no contarlo todo y de estos temas surgió Un otoño sin Berlín. La verdad es que tampoco tengo muy claro qué tenía yo en la cabeza para escribir esto (risas).

– ¿Pero el guión estaba cerrado o te iban surgiendo ideas a medida que rodabais?

L. I.: El eje central estaba claro desde que yo escribí el guión, aunque luego hicimos muchos ensayos con Tamar y con Irene durante dos meses en los que lo reconvertimos. En el rodaje, a nivel argumental no hubo muchos cambios salvo una cosita hacia el final que quitamos, pero no lo fuimos improvisando. Estaba muy claro pero sí dentro de cada escena había libertad para improvisar si lo veíamos necesario. Si no nos convencía o no nos lo estábamos creyendo, ahí si que cambiábamos lo que estaba escrito.

– Es una película muy de despedidas, de abrazos, muy emocional, ¿qué buscas transmitir a la hora de contar una historia?

L. I.: Hay una cosa que yo busco en el cine, sabiendo que el cine es todo mentira y que la verdad no existe, y es una gota de verdad, es decir, algo que cuando se dice o se ve te toca a ti en tu verdad, en tu realidad, te toca como persona. Yo buscaba eso, que hubiera algún momento en el que te olvidaras de que eres el espectador, de que es una película, que de repente yo, como Lara, o tú como tú misma estuvieras viviendo lo que aparece en pantalla como si formara parte de tu realidad. Hay algunos momentos que sí tienen ese punto de verdad en la película en los que puedes decir “si yo no he llorado como espectadora de lo que le pasa a los personajes, he llorado (o he reído) por sentir que era algo que yo he vivido”. Eso es lo que me conmueve en las películas y es algo que me pasa muy poquitas veces. Es el ir más allá de lo que significa ser un espectador.

Un otoño sin Berlín
Un otoño sin Berlín

– Como bien dices, también hay momentos que no son dramáticos y con los que sucede lo mismo que cuentas. Pensando por ejemplo en la escena en la que June está con su padre y con su hermano en el sofá, que es muy costumbrista.

L. I.: Sí, había gente en el equipo que me decía “me recuerda a mi familia”. Sucede algo que puede ser tomado como un chiste zafio pero en realidad es una rotura de hielo, es como hacer las paces entre padre e hija. Son cosas que delante de extraños pueden ser muy violentas pero en la confianza que te da la familia puede ser una cosa muy tierna, una relajación.

– Todos hemos salido sobrecogidos con la última escena de la película. Es impresionante como entre tú e Irene lográis en un plano fijo de varios minutos transmitir todo el cúmulo de emociones que ella está viviendo en ese momento.

L. I.: El hecho de decidir rodarla así, con ese plano fijo, también refuerza esa sensación de estar sintiendo lo que siente ella, porque al ser en tiempo real no tiene trampa. Vas con ella y entiendes todo por lo que está pasando. Fue un atrevimiento por mi parte el plantearlo así, por parte de Irene también, pero creo que ha sido la mejor decisión.

– ¿Tenías ya en mente a Irene Escolar como protagonista desde el principio?

L. I.: No. Cuando escribí el guión lo hice casi como ejercicio para mí, no pensaba que jamás grabaría la película, entonces no me imaginaba a nadie para el papel. Cuando ya surgió la oportunidad de hacerla ya empecé a mirar actores. Ella estaba en la lista, y de hecho fue la primera con la que quedé y me convenció…bueno, nos convencimos mutuamente porque por su parte, por la de Tamar y por la de todos también, es una apuesta meterse con una primera directora. Yo les necesitaba a ellos más que ellos a mí y apostaron al 100% por la película y yo por ellos. Fue muy fácil trabajar con ellos.

– Has dicho antes que ensayasteis durante dos meses, ¿cómo fue ese trabajo previo?

L. I.: Sí, hicimos un trabajo de verano con ellos y era muy divertido pero había días que le dedicábamos 7 horas y sólo hacíamos una escena. Normalmente en cine no se ensaya tanto. La ignorancia de ser novata en esto a veces te lleva a cosas muy buenas, porque yo no sabía que no se ensayaba en cine, al contrario. Pensaba que si quieres que las cosas salgan bien, claramente tienes que ensayar. Irene viene del mundo del teatro y Tamar está empezando también ahora, así que les encantaba la idea de poder participar en construir esos personajes desde dentro y el compartir lo que estaban pasando. En el rodaje fue mucho más fácil transmitirlo todo por eso. A veces entre los directores y los actores se hace muy difícil tratar de entender lo que quiere uno o lo que quiere el otro, y encima en esta película que es tan ambigua mucho más, por eso el trabajo previo fue tan importante. Cada escena de esta es como una trampa mortal: está lo que dicen, lo que quieren decir, lo que quieren de verdad,…y si eso no estaba claro yo me hubiera muerto.

– ¿Tenías ya previsto desde el principio el planteamiento circular de la película, el comenzarla y terminarla de manera similar?

L. I.: Sí. Yo creo que la vida no se basa en un principio y un final, es como una vuelta que vas haciendo y ese planteamiento me parecía muy bonito. Aunque sea similar, no es igual el principio que el final, ella no es la misma y por eso tampoco está rodada igual. Empezamos con imágenes muy cortas encima de los títulos de crédito y con música, estamos cortando las emociones, no sabemos quién es esa chica todavía. Me parecía muy bonito hacerlo así utilizando las herramientas que te da el cine.

Un otoño sin Berlín
Un otoño sin Berlín

– Hablando de herramientas, háblame de la decisión de utilizar la cámara en mano y de rodar con un formato 4:3.

L. I.: En cuanto al formato, yo quería estar muy centrada en los personajes y el 4:3 te quita paisaje y oxígeno, y me parecía una forma muy bonita de reflejar el mundo en el que viven en el que no hay mucha esperanza, no hay mucho aire en esa casa. El formato me ayudaba a contar eso. El uso de la cámara en mano me parecía la forma más natural de estar con los personajes. No quería tampoco pasarme y que fuera una cámara en mano violenta, aunque en algún momento lo es para reforzar algunas situaciones, pero quería estar dentro. Quería que el espectador se sintiera dentro de la película. A mí personalmente la cámara estática me aleja de los personajes como espectadora porque sé que ahí está la mano del director. Para esta historia me parecía lo más adecuado.

– Salvando las distancias, aquí la utilizas para sentir las emociones de los personajes al igual que hiciera Fernando Franco en La herida, aunque sin acercarte tanto como él.

L. I.: Sí, sí. En ese sentido tienen mucho que ver. Entra dentro de ese tipo de cine. Yo creo que La herida es todavía mucho más realista, más cruda en imágenes, más “fea” para jugar precisamente con eso, y la nuestra ha querido alejarse un poco de esa fealdad de la realidad y hacerla un poco más bonito, pero tampoco demasiado. No quería que se pasase de bonito para que ningún plano llamara la atención en ese sentido, pero ya estábamos llegando a sitios muy íntimos y quería darle un poco de paz al espectador. No quería agravar la crudeza que tiene la película rodándola con más dureza.

– Tu nuevo proyecto, Gora beherak, también habla de la familia, ¿puedes adelantarnos algo?

L. I.: Es un proyecto mucho más ligerito, más comedia. Y también tengo otra cosa en mente que es mucho más trágica, entonces estoy escribiendo pero si te digo la verdad no sé qué va a salir. No sé si será incluso mi proyecto número 4, es decir, no sé si lo dejaré reposar porque creo que ahora mismo no es el momento de hacerlo. Un otoño sin Berlín todavía tiene que seguir moviéndose para darnos muchas alegrías.

– Bueno, ya os las está dando, ¿te esperabas el recibimiento tan bueno que está teniendo entre la crítica?

L. I.: No, no me lo esperaba para nada. Cada vez que leo una crítica buena me está empezando a dar vergüenza. Cuando te hacen una mala, yo siento que es lo que me merezco para aprender, pero cuando la gente dice que está conmovida y dice cosas bonitas de la película…por un lado es donde yo quería llegar pero por otro no me lo quiero creer para no llevarme luego un disgusto. Cuando es todo tan bueno pienso si no me estaré yo imaginando cosas y hay cosas que leo que han sobrepasado todos los límites que yo tenía con ella. A ver qué pasa ahora, la prueba final es el público y las salas de cine. Entramos en una jungla con películas muy grandes, muy potentes y nosotros somos desconocidos. Yo voy a confiar en que la gente que vaya a ver Spectre, que espero que sea muchísima, se quede sin sitio y entre a Un otoño sin Berlín (risas). También hay alguna película de nuestro perfil, dirigida también por mujeres, que me da mucha pena que seamos competidoras porque por ejemplo salimos el mismo fin de semana que La adopción de Daniela Féjerman.

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