Poética y violencia en el cuarto día del Fancine
Hou Hsiao-Hsen se abandona con La asesina a la poética en una renuncia casi absoluta a un argumento o historia que precisamente no es sencilla. Estamos en China durante la dinastía Tang, por el año 600, en una trama de conspiraciones a altos niveles en la que una aprendiz de sicaria debe eliminar a un primo suyo, gobernador de la región de Weibo, del que está enamorado. Nos queda un wuxia (puesto que cumple sus características argumentales) pero narrativamente se aleja de este mundo para esconderse en un velo o en capas de biombos, en definitiva: en un minimalismo impávido. Tal es la renuncia que la mayor parte de las escenas de combate se presentan fragmentadas, breves o directamente con su resolución en una elipsis. El realizador taiwanés contempla estos hechos casi a hurtadillas, y por lo tanto nosotros también, embriagados por la belleza y la quietud, por el cálido color de los interiores y una profundidad interminable, con capas y capas de árboles en un bosque o en la intimidad de un dormitorio. A algunos les atrapará y a otros les repelerá, pero no se puede negar que Hsiao-Hsen siga su propio y único camino, en una obra que le ha llevado años construir y anteponiendo la belleza de una flor en el campo o la niebla llegando a la cima de una montaña antes que a rendirse al avanzar de su relato. «Dominas la espada con destreza pero eres esclava de los sentimientos humanos» es una línea de diálogo de La asesina pero podría ser la propia cinta hablando con el director asiático.
La belleza de la imagen es la búsqueda pero no todos los resultados en este sentido son satisfactorios. Bridgend es un ejemplo con una fuerte historia detrás: entre 2007 y 2012 hasta 79 jóvenes se suicidaron en la localidad galesa de Bridgend. Partiendo de esta premisa, la cinta del danés Jeppe Ronde quiere relatar la llegada de una nueva chica a la localidad, hija del policía encargado de investigar este caso, y su integración en el grupo de estos jóvenes llenos de rabia y odio. La caída hacia el infierno y el aparente nihilismo de este grupo carece de gancho, pues la repetición de los extraños rituales no crean ninguna tensión y la evidente estupidez en el comportamiento de todos los implicados para llevarnos al destino pretendido no deja de sacarnos. Teenage angst causado por el aburrimiento, padres ausentes y un fuerte sentimiento de pertenencia grupal. La banda sonora retumba en nuestra cabeza para intentar tapar con ruido la inconsistencia de su propuesta, con la ambientación más obviamente nórdica que se nos venga a la mente. En su poso nos deja ciertas imágenes de belleza potente pero se sienten tan impostadas que pierde gran parte de su fuerza.
De un caso basado en hechos reales a otro. La próxima vez apuntaré al corazón nos cuenta el día a día de un extravagante gendarme que participó en la propia investigación para detenerla, pues en su tiempo libre se dedicaba a ser un asesino en serie de mujeres, un caso que conmocionó a la sociedad francesa a finales de los 70. Guillaume Canet da vida a Franck, el sociopata con el que caminaremos durante casi dos horas, contemplando sus rarezas y su odio. El mundo según los ojos de este personaje y su mundo según el realizador Cedric Anger. Aunque pueda presentarse como un thriller, lo cierto es el que corazón de su propuesta es algo más cercano a la comedia negra, por la crudeza con la que se tratan los crímenes en contraste con la ignorancia aparente de todas las personas que rodean a nuestro criminal a la hora de detectar un comportamiento errático. La querencia por el naturalismo y la represión que a sí mismo se ejerce Franck esbozan un carácter complejo y disfrutable pero le falta prender la chispa para llegar más alto. La próxima vez apuntaré al corazón roza con acierto la poética en determinados momentos pero su indeterminación le hace quedarse a uno demasiado frío con el conjunto respecto a los momentos buenos que posee.