13 de febrero de 2025

Festival de San Sebastián 2024 – Crónica

Cate Blanchett

¿De qué hablamos hoy y ahora? Hablamos de violencia, de amor y de muerte

“Cuanto más homogénea es cualquier junta (de guionistas, directores), más homogéneo es aquello que ves representado en la pantalla y, por tanto, más difícil tener un cambio sistémico.” Con estas palabras reivindicaba Cate Blanchett la diversidad cultural y de género en la rueda de prensa previa a la recogida de su Premio Donostia. El premio fue entregado el pasado sábado 21 de septiembre durante el Festival de San Sebastián 2024.

“¿De qué hablamos hoy y ahora?” De la última edición del Zinemaldia (72 van ya), el festival en el que se mezclan cine, culturas, pintxos y paseos por las calles y playas de esta ciudad de ensueño que es San Sebastián. Sin duda un escenario un tanto mágico que, durante 10 días, recoge a sus habitantes y visitantes en una especie de burbuja. Burbuja en la que películas, historias y trasfondos ideológicos se mezclan para formar un todo con un significado claro y bien unificado, aunque distinto y especial para cada una de las personas que pasa por el certamen.

Decía Cate Blanchett que, a pesar del honor de haber podido trabajar en multitud de películas y con directores de muy diversas culturas, ella siempre lleva consigo el hecho de ser australiana. De hecho, “cuanto más específica culturalmente hablando es una película, mayor posibilidad de que reúna un gran poder en sí misma.” Qué bonita esta reflexión, y qué buen titular para presentar algunas de las cintas que se han podido ver en este Festival de San Sebastián 2024.

Emilia Pérez

Como Emilia Pérez, una auténtica Perla, haciendo honor a la sección que ha inaugurado. Jacques Audiard ha montado una coreografía preciosa y brutal en cada uno de sus movimientos. Thriller musical y telenovelesco en un contexto de memoria y redención en el México de los cartels, las desapariciones y la violencia de género, pero también de la sororidad y comunión de un pueblo donde la voz de las mujeres se alza por encima de las demás.

Y es que Audiard aquí establece una relación causa y efecto entre el patriarcado y la masculinidad tóxica con la violencia sistémica de la sociedad, haciendo suyo ese “las mujeres no van a la guerra” o “si hubiera más mujeres al mando, habría menos guerras”. ¿Arriesgado? Quizá, pero “es peligroso pensar que puedes hacer una película que le guste a todo el mundo”. De nuevo tan certera Blanchett en sus palabras, porque en Emilia Pérez Audiard se la juega… y gana. Y lo hace acompañado de una Zoe Saldaña y Karla Sofía Gascón que se comen la pantalla y de un relato respetuoso y feminista, un tanto ingenuo, pero necesario y esperanzador.

Quiero amar a la niña que no me dejaron ser

Sí, quiero amar a la abuela en la que a lo mejor me voy a volver

Quiero amarme cada día, cada hora, cada segundo

Yo soy y eso me basta

Eso es ser una mujer, ¿no?

Quiero amarme como quiero que me amen
Canción “Mi Camino”, de Emilia Pérez, interpretada en la película por Selena Gómez

Emilia Pérez

Qué acierto, además, apostar por el lenguaje musical, aquí de la mano de las coreografías de Damien Jalet y la música de Camille y Clément Ducol. Este trío es en gran parte responsable de uno de los inicios más vibrantes en el cine de este año, así como de otras de las escenas que conforman esta electrizante historia sobre algo tan bello como lo que significa ser mujer.

No sufráis, niñas, no sufráis

Que el hombre es un farsante;

Un pie en la tierra, otro en el mar.

Jamás será constante.

¿Por qué sufrir?

Dejadles ir

y disfrutad la vida.

La virgen roja

Lo escribió William Shakespeare en Mucho ruido y pocas nueces, y ahora lo recoge la guionista y directora Paula Ortiz en boca de una implacable Nawja Nimri en su personaje Aurora Rodríguez de La virgen roja. La madre que quiso cambiar el mundo educando a su hija Hildegart en una líder capaz de poner a la mujer en el centro de la teoría política y filosófica, pero sin pasión, amor ni deseo.

¿De qué hablamos hoy y ahora?

Hablamos de violencia, de amor, de muerte

Canción “El alegato”, de Emilia Pérez, interpretada en la película por Zoe Saldaña

Los destellos

Al final se trata de eso: amor y muerte, deseo y violencia. Cuatro palabras que definen nuestra vida y la de los demás, y que por tanto son la raíz de toda historia y relato que nos llega a través del arte. La diferencia está en quién lo cuenta y en cómo lo cuenta. Como Pilar Palomero, cuya nueva película se acerca a la muerte apelando a emociones complejas y soterradas.

Los destellos es sugerente y pausada, como las campanadas de la iglesia del pueblo que anuncian la muerte de alguien; es vida y luz tenue antes de la oscuridad; es amor incondicional de una madre a su hija; es reencontrar el cariño en una historia ya cerrada y todavía algo dolorosa; es la mirada y silencios de Patricia López de Arnaiz, la mejor actriz para expresar “con”, pero sobre todo “sin” palabras el universo cinematográfico personal y sensorial de la directora.

Bird

Amor y violencia. La diferencia está en quién lo cuenta y en cómo lo cuenta. Como Andrea Arnold y esa capacidad innata que tiene la directora de Bird de transformar su cámara y planos en algo orgánico, palpable, consiguiendo situar a la persona mirando desde el patio de butacas dentro de la pantalla, corriendo al lado de sus protagonistas. Unos personajes que, como siempre en sus películas, se ven obligados (y obligadas) a crecer antes de tiempo, pero que mantienen intacta una fuerza y deseo de vivir en libertad y volar fuera de la jaula en la que la sociedad y el sistema los tienen presos.

O como Payal Kapadia, que en Lo que imaginamos como luz retrata a tres mujeres con aproximaciones distintas al amor y a su condición de mujer en Bombay; tres mujeres con tres pasados y presentes distintos que convergen no obstante en una historia de sororidad y rebeldía muy bella, escrita y rodada con un lirismo lleno de luz y candor.

La semilla de la higuera sagrada

Muerte y violencia. La diferencia está en quién lo cuenta y en cómo lo cuenta. Como Mohammad Rasoulof, que va del drama político y familiar al horror más absoluto en la terrorífica y brillante La semilla de la higuera sagrada. En ella, el director relata la revolución del velo en Irán a través de la historia de una madre y sus dos hijas quienes, en paralelo al abuso policial y político sufrido por las manifestantes en la calles, sufren una creciente persecución por parte del patriarca de la familia, un juez instructor cada vez más obsesionado y subyugado por el corrupto sistema judicial del país. Un final digno de El resplandor, deslumbrando al patio de butacas del Festival de San Sebastián 2024.

Amor y muerte, deseo y violencia. La diferencia está en quién lo cuenta, en cómo lo cuenta, y también en cuándo lo cuenta. “Cada generación tiene que reinventar el cine”, decía Leos Carax en el marco de la Conversación Nest que tuvo lugar el pasado 23 de septiembre en el espacio Tabakalera tras la proyección de Cest pas moi. Una revisión de su carrera a la par que reflexión sobre el mundo de la imagen y el cine. El cine, espacio de reinvención personal en el Festival de San Sebastián 2024.

“Cada generación tiene que reinventar el cine”. Podríamos encontrar en esta valoración el porqué de recuperar ciertas historias para la gran pantalla. Como la ya mencionada Hildegart y su madre, pero también la no tan lograda revisión del personaje de Emmanuelle por parte de Audrey Diwan, a pesar de lo interesante de su teoría sobre el sexo como herramienta de poder o de placer, cuando una quiera, como quiera y bajo sus propias reglas.

Anora

También Anora, versión particular y actual que hace su director, Sean Baker, del cuento de La cenicienta y Pretty Woman. Los cuentos de hadas no existen para los y las protagonistas de sus películas. Y qué bien se le da al ganador de la Palma de Oro de este año retratar a la sociedad estadounidense en los márgenes.

Contada magistralmente en tres brillantes actos y con la mejor playlist (Baker nunca falla), Anora pasa de la diversión total a la realidad en cuestión de segundos. Un brutal cambio de registro, pero tan orgánico que solo puede ser gracias al guion y montaje de su director, así como a la mirada de este diamante en bruto que es la actriz Mikey Madison.

Memoir of a snail

El paso de los años y la evolución del mundo y la de sus personas tiene también su equivalente en la gran pantalla. “La vida solo se entiende echando la vista hacia atrás, pero tienes que vivirla hacia delante”, que dice uno de los personajes de esa delicia que es Memorias de un caracol, por poco ganadora del Premio del Público de la ciudad de San Sebastián en esta recién concluida edición del Zinemaldia. Qué maestro del lenguaje animado que es Adam Elliot, capaz de entrar en las tinieblas, hacerte reír y llorar a pares con su amargo pero sobre todo tierno retrato de la soledad.

Y qué mágico ese momento en que un espectador empatiza con el personaje detrás de la pantalla, no importa lo alejado de su origen, condición o historia con respecto a la suya propia. Pasa con Grace en Memorias de un caracol, y puestos a hablar de soledad, también con Aurora, la protagonista de On Falling, uno de los títulos más destacados de la Sección Oficial de este 2024.

“Nos dicen que tenemos que encontrar sentido a nuestra vida en la familia nuclear. Y esa noción de familia está relacionado con excluir a todo el resto. Excluimos a la gente más allá de las fronteras y los bloqueamos de nuestra conciencia.”, decía Joshua Oppenheimer en la rueda de prensa de su última película, The End.

On falling

Así es un poco On Falling, ópera prima de la portuguesa Laura Carreira. Cruel y sobrecogedora, pero sin florituras ni regodeo en la miseria. Una mujer sola con un teléfono como único compañero, con solo el chocolate como placer diario. Incapaz de participar de una interacción social que tanto damos por sentado como es comentar una serie con los compañeros de trabajo.

Pocas veces una servidora ha tenido tantas ganas de abrazar a alguien a través de la pantalla como a la protagonista de esta película, interpretada por una increíble Joana Santos. Es seguramente porque, como ha dicho Pedro Almodóvar estos días al recoger su Premio Donostia, “esta edición del Festival podría pasar a la historia como aquella en la que se defendió muchas veces y de modo sincero el valor de la empatía.”

Megalópolis

Ojalá haber podido estar presente para ver la última película del director manchego, flamante ganadora del León de Oro en Venecia. De bien seguro que habría aparecido mencionada en este texto, un pequeño intento de poner en palabras ese todo único y personal de los días vividos por quien escribe estas líneas en el Festival de San Sebastián 2024. “And now, time, stop!”

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