29 de marzo de 2024

Retrospectivas: Bong Joon-ho


Bong Joon-ho es uno de los directores actuales que parece tener más claro lo que quiere aportar a la historia del cine. Su filmografía va creciendo poco a poco, y va alcanzando mayor perfección, como si esto le resultase increíblemente sencillo. Puede que uno no encuentre excesivas virtudes en sus películas, hay de todo, pero seguro que pasará un rato agradable viendo como este tipo venido de tan lejos consigue lo que muchos otros no harían ni en veinte años de carrera cinematográfica.

El director surcoreano nació en Daegu, una de las ciudades de mayor tamaño de su país, en 1969. Se graduó en Sociología a finales de los años 80, y a principios de los 90 se dedicó a completar un programa de dos años en la Korean Academy of Film Arts, la que mucha gente considera la mejor escuela de cine de Corea. Después de graduarse, dedicó los cinco años siguientes a trabajar para otros directores, y no fue hasta el año 2000 cuando realizó su primer largometraje, con escaso presupuesto.

En febrero del año 2000 salió al mercado Barking Dogs Never Bite. Su respuesta crítica fue generalmente positiva, pese a que no levantó gran expectación entre el público cinéfilo. Aun así, es un film que presenta numerosas virtudes y que ya mostraba la capacidad y la originalidad de este director. Barking Dogs Never Bite parte de una premisa sumamente sencilla, pero quizá no utilizada con anterioridad en el cine. El film nos muestra al personaje protagonista como una persona que no es capaz de soportar a los perros, de manera que pretende matar al perro del vecino, el cual lo trastorna con su ladrar continuo. Pero no es lo único que encontraremos en esta historia. Al personaje principal se une otro al que le encanta la carne de perro, costumbre bastante conocida ya en Corea, y otro personaje femenino, fiel defensor de este animal. El realizador contrapone la costumbre de comer perro como un verdadero manjar a la costumbre recibida de Occidente, que les presenta a este ser vivo como un animal de compañía al que hay que proteger. No se queda ahí el surcoreano, y afila un poco más su navaja para criticar el sistema educativo, donde el protagonista, que pretende llegar a ser profesor, se devana los sesos con la posibilidad de aceptar un soborno y así poder convertirse en maestro. Otro personaje interesante que entra rápidamente en acción es la mujer embarazada del protagonista, que está pasando por la etapa de antojos, y decide comprar un perro, aumentando la desgracia del marido que se ve en su propia casa con lo que tanto odia. Todo esto lo presenta Bong Joon-ho con a un humor negro, ácido y complejo por momentos, que deriva en una historia más romántica conforme llega a su fin.


Su siguiente película vio la luz en abril del 2003, y no fue otra que la aclamada Memories of Murder. El cineasta surcoreano adaptó un hecho real: un asesino en serie que aterrorizó una pequeña ciudad en los 80, y nunca fue arrestado. Se rumoreó por aquel entonces que quizá fuera Park Chan-wook quien dirigiese este film, pero estaba sumido en su proyecto Oldboy. El proceso de producción de Memories of Murder fue largo y costoso, ya que se utilizaron durante su filmación muchos escenarios dentro de una ciudad, pero al parecer, el tiempo ayudó al director en los momentos menos esperados, y consiguió sacarla al mercado dentro de los márgenes establecidos para su fecha de entrega. El film tuvo una gran acogida en el festival de San Sebastián, donde consiguió la Concha de Plata al mejor director. Pero prestemos atención a la película, ya que es uno de los thrillers más sorprendentes que se han conseguido filmar en los últimos años.

Memories of Murder es un film asombrosamente bien dirigido, con una cuidada fotografía y unos personajes con alma propia. El inicio de la película puede sorprender por su regusto cómico en ciertas escenas, pero no nos engañemos, la mezcla de géneros siempre ha estado presente en este director y no hace más que conseguir que el producto crezca y respire originalidad. El surcoreano nos mostrará sin tapujos la ineptitud de la policía coreana, más pendientes de la violencia que de conseguir capturar al verdadero asesino. Los policías son brutos y descerebrados por naturaleza, y no es hasta la llegada de un policía de la capital cuando conseguirán enfocar más coherentemente el caso. Sorprende la presión psicológica a la que están sometidos los posibles culpables, obligados en muchos momentos a confesar un crimen que no han cometido. Porque el director muestra sus cartas desde el principio, y sin miedo nos avisa de que el culpable no será descubierto, terminando todo en un bucle que parece infinito e indescifrable. La película no pierde fuelle pese a su largo metraje, y el ritmo es perfecto en todo momento. Quizá peque de inocente el realizador en los momentos más cercanos al final, donde el fin irónico de uno de los policías trata de humanizarse al ritmo de una música un tanto efectista; pero nada importante. El film, que comienza con esos tintes cómicos, va convirtiéndose en una tragedia inevitable a medida que la trama avanza, dejándonos con uno de los finales más escalofriantes que servidor haya visto nunca, donde casi tuve que pedirme calma a mí mismo. Mención aparte para los actores, muy alejados de la sobreactuación habitual a la que nos tienen acostumbrados los orientales, y en especial para Song Kang-Ho, y Park No-Sik, que realiza un gran papel de discapacitado mental. Un film altamente recomendable, y alejado del ya conocido cine de Hollywood.


En 2006 nos llegó The Host, la película con presupuesto más elevado de Bong Joon-ho. Un monstruo surge del río Han en Seúl, y ataca a las personas de los alrededores, llevándose a la hija de una familia que tiene un puesto de comida junto al río. El film se llevó el premio a los mejores efectos especiales en Sitges, y no es de extrañar, ya que el monstruo está perfectamente creado en relación al presupuesto utilizado. La película puede parecer un cutre refrito a simple vista, pero rápidamente veremos que no es así. La gama de personajes, a cada cual más singular, nos dejarán situaciones verdaderamente cómicas, así como otras puramente dramáticas y muy conseguidas. Volvamos a mencionar a Song Kang-Ho, ya que realiza otro papel perfecto que pierde fuerza en la versión doblada. El director también filma secuencias cercanas al thriller por su tensión, y escenas más terroríficas, pero no basadas en la simplicidad que puede surgir de la utilización de los habituales sustos en películas para adolescentes. Además, es una película que no está exenta de crítica a los organismos gubernamentales, que como en tantas ocasiones nos engañan burdamente, y a los medios de comunicación que siempre escogen el camino equivocado para mejorar la situación. Es un film que irradia humanidad con una fuerza pocas veces conseguida. El final, extravagante a más no poder, y alejado de toda comercialidad, pone el broche de oro a una película que destaca por la originalidad de su propuesta y la capacidad que tiene de hacernos sentir reflejados, por momentos, en unos personajes que parecen de lo más estrafalario, pero que al fin y al cabo sufren y tienen las mismas necesidades y sentimientos que cualquier ser humano.


En 2008 llegó Tokyo!, una película dividida en tres mediometrajes. Cada parte, de poco más de media hora, es rodada por un director, y narra una historia relacionada con Tokio. El mediometraje realizado por Bong Joon-ho se llama Shaking Tokyo, y nos presenta a un hikikomori, un personaje que decide abandonar la vida social buscando un aislamiento extremo en una casa pagada por sus padres. El hikikomori comienza marcando un cilindro sobre la palma de su mano con un rollo acabado de papel higiénico. Tras observar el dibujo pregunta cuánto tiempo tardará en desaparecer. Posteriormente, mediante planos maravillosos, con una iluminación y una maestría ejemplares, el director nos muestra su hogar. Todos los fines de semana, el hikikomori llama para pedir una pizza, y amontona las cajas en una zona de la casa, con una perfección inusitada. El hikikomori lleva años viviendo solo, y lleva años sin establecer contacto visual con los diferentes trabajadores encargados de entregarle las pizzas. Así vamos observando su rutina y su monólogo sobre la soledad. Asistimos entonces al cambio, y se produce un desprendimiento interno de las paredes del hikikomori, que ve azotada su vida en el momento que entabla contacto visual con una joven que se encarga de llevarle una pizza. La joven parece desmayarse y el hikikomori, tal vez después de días, descubre un botón dibujado sobre su piel. Lo pulsa, y todo cambia. Decide buscar a la joven y sale de su guarida para encontrarse con la verdadera realidad. Lo que hace de este mediometraje una cosa a tener en cuenta es el preciosismo de las imágenes del director, su capacidad para tratar la intimidad y la rutina de un enajenado social, asi como su interesante planteamiento y desarrollo del guión.

Y por fin llegó Mother en el 2009, la que considero su película más completa. Fue seleccionada por Corea del Sur como candidata para participar en los Oscar del 2010, en la categoría de película extranjera. Creo que decir que Memories of Murder no hay más que una, y establecer con ello la comparación entre ambas, es quedarse en la superficie de esta preciosa obra. Desde su primera secuencia sabemos que no vamos a asistir a una película más: una mujer se acerca a la pantalla bailando en un campo. Una imagen que podemos no entender en su inicio, pero que conforme el film avanza se va perfilando más y toma verdadera forma al final. Cuenta la historia de una madre que hará todo lo posible para conseguir que su hijo retrasado no sea acusado y juzgado por un asesinato que no ha cometido. La presentación de los personajes es perfecta, y rápidamente veremos en qué terreno se mueve cada uno de ellos. Así sabremos que es difícil esperar coherencia del hijo, y que a la madre no le costará remover cielo y tierra para descubrir al verdadero asesino. El largometraje funciona perfectamente como thriller, con una intriga muy bien llevada y que no decae, pero además, gana muchísima fuerza como drama. La policía es representada como en Memories of Murder, catetos que no se esfuerzan en enfocar los casos coherentemente, pero en este caso con una agresividad más medida. El argumento da vueltas y vueltas, y nos lleva por terrenos que no esperamos, hasta regalarnos un final soberbio y desgarrador donde todas las piezas presentadas encajan como no podría haberlas encajado otro. Una película llena de matices que le deja a uno casi o más destrozado que Memories of Murder. Como siempre, el largometraje posee una fotografía muy cuidada, y una gran elección musical. Decir también que Hye-ja Kim nos obliga a quitarnos el sombrero.

Ahora, Bong Joon-ho está pendiente de que 3.11 Sense of Home, una antología de cortos, salga a la luz en 2012. También podremos ver cómo se desenvuelve con actores estadounidenses en Snow Piercer, una película que parece que presentará en 2013, basada en una novela gráfica, y que narrará una historia situada en un futuro post-apocalíptico. Esperamos que este director sepa seguir por la línea que ha marcado, y continúe deleitándonos con su cine tan especial.


Texto escrito por Diego Casero

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