20 de abril de 2024

Críticas: Los miserables

Fotograma de "Los Miserables" de Tom Hooper

Llegó por fin el momento de abrir nuestro regalo por adelantado de Navidad: la adaptación cinematográfica de Tom Hooper de uno de los musicales más grandes de nuestro tiempo.

Arropado por un manto compuesto de cientos de premios y las lágrimas de David Fincher por empapado sombrero, el director de El discurso del rey desea instaurar una nueva académica monarquía cinematográfica sin discurso que valga. En la adaptación al celuloide del mítico e inmortal musical quiere ubicarnos en un divino trono y punto de vista para sentir empatía con los aires de grandilocuencia y superproducción naufragadas en abismos digitales. Es excelente que un director trate al público como Dios… hasta que los ocupantes de la sacralizada platea se dan cuenta de que en ese pedestal ya pisó antes Tom Hooper y son meros invitados de su presunto y potente-omnipotente reino y tesoro.

Nunca he podido ver entero el musical de Claude-Michel Schönberg y Alain Boublil porque la primera canción, ’Look Down’, me parecía una copia del ‘Aihó, aihó’ de los siete enanitos y me entraba un ataque de risa. Siempre me expulsaban y todos sabemos que ir a un musical es más oneroso que un burdel —consumiciones (y consumaciones) incluidas—. Después de superar todos mis traumas —y deudas—  me encuentro atado a la cuerda con la que me arrastra Hugh Jackman hasta su look geólogo-de-Prometheus, pese a que lo indulgente de ver musicales en el cine es que puedes reírte… que el Dolby Digital apagará tus chillidos, lloros… y en este filme de Tom Hooper tus ronquidos. El director de The Damned United ha querido y pretendido dar veracidad y sentimiento a cada verso y canto de los personajes acercándose a sus precipicios existenciales. Primeros planos y cortos con prolongadas exposiciones con steadycam en las que el propio director acaba encerrado y enclaustrado junto a los adormecidos espectadores. Sin capacidad de sorprender ante tanta repetición de recursos y nulas soluciones visuales, al limitar el montaje, nos vemos transportados al musical-posmoderno que propuso Lars von Trier con Bailar en la oscuridad. Cuenta la leyenda y el pie de página que Björk propuso filmar cantando en directo pero el director de Anticristo estaba demasiado ocupado colocando cámaras digitales —unas 100 para ser exactos—. Aunque un refrán centro-europeo indica que nunca te fíes de una islandesa y un danés, lo cierto es que Bailar en la oscuridad brilló entre público, crítica y Cannes… pero la Cleopatra de Hooper quiere seducir a los premios dorados con su empaque académico gracias a su dirección artística, vestuario e intérpretes… en un resultando final hueco y enfático.

Fotograma de "Los Miserables" de Tom Hooper

Llegamos a las conclusiones: a Anne Hathaway le van a dar un Oscar por perpetrar un plagio. Hace 22 años John Maybury colocó a Sinead O’ Connor delante de una cámara en un primer plano y no terminó de filmar hasta que ‘Nothing Compares 2 U’ había finalizado. Sí, era una versión… pero el sentimiento, sensibilidad y lágrimas cayendo por el rostro de la cantante irlandesa catapultaron tanto a la canción como al clip al Olimpo de los 90. De hecho, Maybury incluía encadenados mediante insertos y se permitía evocar a las imágenes mentales de esos paseos de la intérprete por el Parc de Saint-Cloud de  Paris. Los miserables reniega de cualquier concesión etérea, por mucha divinidad presente, e impulso de montaje salvo un torpe clímax musical previo al desenlace que no llega a los mínimos exigidos en la escuela de Bob Fosse —ni siquiera de Rob Marshall—.

Helena Bonham Carter y Sacha Baron Cohen actúan como detonantes de una revolución interna del filme. Sus personajes en el musical pretendían quitar el poso dramático con ligereza cómica. La pareja, que ya trabajó góticamente-unida en Sweeney Todd: El barbero diabólico de la calle Fleet, se impone como lo mejor de la función en sus escarceos de ‘trolls’ errantes ante dramas, luchas mayores y banderas ‘comunistas’ emergiendo desde pantallas norteamericanas. Tampoco sé qué pensará un francés sobre que un inglés meta mano a su bandera y el espíritu de su nación. Hooper lo hace desde la puesta en escena hasta el vestuario. Derrama lágrimas, escupe sentimientos y baña el suelo con sangre. Da lo mismo: el peregrinaje de 150 minutos tiene poca alma por mucho cielo y Dios que nos quiera mostrar. Yo siempre había divisado la novela de Victor Hugo como el retrato de la humanidad, perdón y redención para luchar frente a la injusticia, pero aquí todo parece una revisión de una rebelión ‘cantada’ por un partido de la extrema derecha conservadora. Podría ser interesante visualizar los paralelismos que podemos extraer en ‘motines’ del pueblo como la primavera árabe, el 15M o Occupy Wall Street. En que el aumento de la pobreza y acentuación de marchas zombis reales por las calles a golpe de desahucios y crisis insostenibles, que paga siempre el pueblo y los más pobres, derivan a la rebelión… Por el contrario, Los Miserables acaba en un costoso anuncio musical de ‘cristofreaks’ que luchan por ser ‘perroflautas’. O al revés… aunque poco importa.

Fotograma de "Los Miserables" de Tom Hooper

Yo me imaginaba el final con Putin, Aznar, Blair, Berlusconi y Sarkozy recibiendo a Angela Merkel en un barco hecho con muebles del IKEA… para despertarme de la pesadilla con un grito en Do mayor… Pero, no, salgo simplemente empapado de lágrimas originadas por bostezos y sudor porcino por estar pegado a la butaca durante tanto, tanto, tanto, tanto, tanto… y tanto tiempo. Lo peor de esta fallida, pedante y olvidable película es descubrir una de las mayores y terribles visiones para despedir nuestro apocalíptico 2012: en el cielo no crece el pelo… aunque al parecer te lo compensan con un Oscar… cantado, claro.

4 comentario en “Críticas: Los miserables

  1. A mi novia y a mi, nos has leido el pensamiento. Esta es la pelicula, si es que se puede llamar asi, mas pedante, vomitiva, aburrida, horrorosa y demas calificativos que se os ocurran, que he visto en mis 33 aňos. Merece mas la pena coger el dinero y comprar un cupon para el niňo, que no tocara, pero devuelve por un momento la ilusion que perdi despues de dos horas y media viendo ese truňo. Miserable, es como se puede llamar a Hooper despues de tal desproposito…

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