28 de marzo de 2024

Críticas: Molière en bicicleta

Moliere en bicicleta

El corrosivo humor de Philipe Le Guay.

Distintas variaciones sobre el trabajo actoral se dan cita en Molière en bicicleta: la primera y la más evidente es la de mostrar esa leyenda tan recurrente que habla de la inmensa vanidad de los actores y su rivalidad en los escenarios. Pero también nos ofrece por un lado una reinterpretación sobre la delgada línea que separa al actor y a su personaje, y  por otro la del autor que manipula a sus actores en su afán por lograr la perfección, siendo esta última premisa mucho menos obvia en la película de Philipe Le Guay de lo que lo fuera en películas como Otel.lo de Hammudi Al-Rahmoun Font, en tanto en cuanto sólo se deja intuir muy sutilmente su intención.

Fabrice Luchini, quien ya interpretara a Monsieur Jourdain, protagonista de otra de las obras de Molière, El burgués gentilhombre, en la película Las aventuras amorosas del joven Molière, es el co-autor de la obra original en la que se inspira el guión de Molière en bicicleta, un título que a pesar de la sorpresa que produce la traducción del original Alceste à bicyclette, le da un sentido más amplio no sólo a la película en sí sino a lo que la rodea. Porque Luchini sería un alter ego de Molière, es quien entreteje los hilos en esta representación de su Misántropo y juega con el espectador y con su antagonista en el film a permitirles creer que él es sólo un peón del que los demás disponen a su antojo.

Moliere en bicicleta 2

Luchini es Serge, un actor de gran prestigio que, hastiado por la podredumbre del mundillo al que pertenece, se refugia en una pequeña isla al oeste de Francia. Como Alceste, reniega de la sociedad y del ser humano para vivir el resto de sus días como un ermitaño resentido contra el mundo, cuando recibe la visita de un antiguo compañero de profesión, Gauthier, quien por su parte no ha alcanzado el renombre de Serge como actor, pero sí la fama interpretando a un doctor en una serie de gran éxito en la televisión. Con la seguridad que le confiere su reconocimiento público, Gauthier acude en busca de su colega para convencerle de abandonar su aislamiento y ayudarle en su empresa de montar una nueva versión teatral de El Misántropo.

La lucha de egos entre los dos actores y el debate entre la representación más purista de los clásicos o la necesidad de innovar, se convierten en el sonido de fondo de los ensayos entre Serge y Gauthier que se suceden durante la mayor parte de la película, y en los que van alternando los papeles de Alceste y Filinto. Fabrice Luchini, transformado en un Serge histriónico, se reserva para sí al alter ego de Alceste, un ser cínico y desconfiado de la raza humana que se va ablandando y deja entrar en su vida sin saberlo todo aquello que rechaza a medida que comparte espacio y confidencias con su competidor. Lambert Wilson, convertido por su parte en un Gauthier limitado interpretativamente, se vuelve Filinto escondiendo su egolatría bajo la careta amable de amigo de sus amigos. Dos intérpretes en estado de gracia, Luchini y Wilson, que mutan en unos personajes cinematográficos a su vez mimetizados con los teatrales que representan.

Moliere en bicicleta 3

La cinta de Le Guay tiene una estructura muy sencilla de entrada, comienza siendo una comedia muy ligera, una de tantas películas francesas con un humor sutil en un marco tan bucólico como el de la Isla de Ré, pero que poco a poco va adquiriendo una complejidad más allá de crítica hacia el narcisismo de los actores. La inclusión de personajes secundarios y todo lo que sucede alrededor de las batallas dialécticas e interpretativas de los dos divos no están por casualidad en un guión cuyo propósito es la recreación libre de la obra que los protagonistas tienen entre manos, aun derivando en un final todavía más agridulce que el de la pieza teatral. Una comedia ácida que ofrece mucho más de lo que muestra a simple vista.

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